La invitación vino directamente de mi hija, la única heredera de mis libros. Vente a la FIL, tendré dos días de vacaciones…
Había recibido otra invitación para la presentación de un libro, pero las poderosas palabras de Alicia hicieron mella en mi ser. ¿Por qué no?
Alisté maletas para los kilos de libros, compré vino chihuahuense para mi hija y para Ale, pero no llevé queso menonita como acostumbro hacerlo.
Había una razón específica en el llamado de Alicia. El viernes por la noche hay venta nocturna en la Feria Internacional del Libro.
Heme allí en ese mar de personas un viernes por la tarde. En ese laberinto del saber, en ese concierto de palabras estrujantes, en ese jardín de las frases inolvidables buscando lo que traía en mente pero con la vista abierta para descubrir lo inimaginable.
Dos libros quería traerme: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibulac y La biografía del silencio, de Pablo d’Ors.
Alicia y yo nos aventuramos por esos senderos de la sorpresa, maravillándonos del montón de jóvenes y adultos que circulando por todos los sentidos posibles llenaban (llenábamos) cada espacio disponible de la Expo Guadalajara.
Siete horas después habíamos recorrido casi la totalidad de los stands, aunque no con la debida calma que requieren algunos. Llegamos entonces a uno de mis favoritos: Acantilado. Sorprende la cantidad de títulos de calidad. Por desgracia, los buenos son importados y vienen con un precio digno solo de cierta clase política… aunque no creo que les dé por comprar libros, bueno sí de cierto autor, pero no de buena calidad.
Decía pues que estaba en el stand de Acantilado, donde los vendedores saben mucho de libros y autores. El de Tatiana no lo distribuyen ellos y me dieron el norte. De Pablo d’Ors… de Pablo d’Ors… ¡Tenían todos los títulos! Me quedé comentando con el joven que me atendió, de melena huidiza. Se sabía todo del autor y me bien orientó. He de decir que llegué a la FIL con Los contemplativos recién terminado.
Pablo d’Ors es un escritor sacerdote o un sacerdote escritor, que no es lo mismo pero es igual para los fines de hoy. Mons. César Ortega, Obispo de Linares, me decía que es un excelente escritor con muy buenas reflexiones. A él le creo. Le comenté que había comenzado a leer Los contemplativos, pero no le dije que en las primeras páginas no hice clic. Las palabras del Obispo me animaron. Suspiré, quité el separador de la página 71 y volví a comenzar con otros ojos.
Fue un gran descubrimiento.
Los contemplativos contiene siete relatos con reflexiones o siete reflexiones a manera de relato. Como cada uno de mis siete lectores quiera asumir la lectura de sus más de 400 páginas. Cada relato es autónomo de los otros, aunque hay un hilo conductor en todos ellos: una seria reflexión sobre la vida, la cotidianidad, las relaciones humanas, la sorpresa, los detalles de la vida y la muerte, las enseñanzas al lado de un perro que ya se fue, el silencio, el senderismo, la compañía, la amistad…
Además se agradece que el autor sabe cómo escribir y lo hace de una manera elegante y al servicio de la historia, que no la apura ni la acorta y acelera justo en el momento en que se requiere.
El dependiente de melena huidiza y barriga revelante me dijo que Pablo d’Ors es uno de los autores más leídos de los que Acantilado distribuye. No lo dudo. Sus relatos reflexivos tienen mucho que enseñar.
El primero de Los contemplativos -que leí dos veces con ojos distintos cada lectura- nos lleva a una vida vivida sin aspavientos, disfrutando cada momento y haciendo de la risa y el estar despierto la mejor manera de deleitarse en el presente. Es la historia de dos ancianas que practican taichí en su propio departamento, gozando cada instante.
El último relato, intitulado La vía media, me dejó la gran enseñanza de la búsqueda del sueño con los propios recursos que se poseen. El autor nos lleva a la vida de un joven distinto y raro, a quien se le sugiere como una persona de pocos talentos, que va descubriendo sus sueños de una manera también extraña. El joven los persigue de la manera más ordinaria aunque para la sociedad sería de la más manera más insólita. Al final, el joven raro sigue su camino y consigue lo que sus sueños le van señalando. Es un relato sencillo, pero lleno de profundidad para quienes aun en los torbellinos de la vida actual buscamos un sosiego y una paz llena de tranquilidad.
El dependiente de melena huidiza, de barriga revelante y voz ladina hizo bien su trabajo. Me traje dos (¿o tres?) de Pablo d’Ors. Además Tango satánico del Nobel de Literatura 2025 de un nombra tan extenso y falto de vocales que me es imposible ponerlo aquí. Y uno sobre la esperanza de Byung Chul-Han, que aunque no lo crean sí tiene esperanza.
Nos fue bien con la venta nocturna en la FIL. A quien no le fue nada bien fue a mi aguinaldo, que duró tanto como la estancia de mi Cruz Azul en Qatar. Es toda una experiencia estar en la FIL.
Por cierto, el próximo año, Italia será la invitada. Espero que la UdeG haga todo lo humanamente posible para que mi favorita Susanna Tamaro, italiana ella, pueda estar. Sería un hitazo. Ojalá que lo logren.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!

