He de confesar mi infidelidad… estoy perdidamente enamorado de Anne Hathaway.
¿Qué cuándo comenzó el idilio? No estoy seguro si fue amor a primera vista, pero de lo que sí puedo tener certeza es que su sonrisa me cautivó desde el principio. Sus pómulos salientes están tan armoniosamente alineados con su amplia y franca sonrisa, que su ojos amielados apenas se pueden distinguir de la perfección.
Su cabello, oh su cabello…
No sigo más porque después intento hacer poesía y la última vez que lo hice fue un rotundo fracaso.
He visto en varias ocasiones cada una de las películas de Anny, como me permitió que la llamara. Y es que la primera vez quedo tan embelesado que no es posible seguir la trama, por lo que tengo que verla una vez más para intentar saber de qué se trata. Una tercera es para afianzar el tema y la actuación. Ya la cuarta es para deleitarme. La quinta…
En el 2012, René mi primo, que disfruta la buena música, nos invitó a ver el estreno de Los Miserables, aquella en que Anny ocupa el papel de Fantine y que tan solo por la interpretación musical de Soñé un sueño la hizo ganar el premio Oscar a la mejor actriz de reparto. Y allí estuvimos casi en el estreno.
Por supuesto que quedé boquiabierto. Pasmado. Atónito. Embelesado.
No supe de qué se trató la película. A escondidas, dos días después volví al cine. Entendí más o menos la trama. Una semana y tres días más tarde volví a acudir. Ya pude saber porqué cantó de esa manera mi Anny.
Cuando por fin pudimos comentar la película, le prometí a René mi primo que leería Los miserables. Cumplí diez años más tarde, pero cumplí.
Víctor Hugo escribió una obra maestra. Grandísima. Amplia y profunda. Tremendamente realista y conmovedora. Capaz de reunir en una sola novela temas tan diversos como la guerra, la compasión, la conversión, el celo por el deber cumplido, la pobreza, el patriotismo, la entrega por una causa de bien común y por supuesto el amor. Porque es una novela de amor. También de religión. También de valor. También de pasión. También de política.
Los miserables da para comentar toda una noche extensa llena de vino y amigos. Y se puede seguir hasta el amanecer. No se puede concluir si no se habla de Jean Valjean y sus varias vidas, quizá una mejor que la anterior. Tampoco si no se trata del celo por el deber cumplido hasta el extremo del policía Javert. Y por supuesto de Cosette, la hija de Jean, que se enamora del subversivo en plena ebullición en la Francia revolucionaria.
No es fácil leer Los miserables. Su extensión es el primer obstáculo. En la edición que tengo, son más de mil 300 páginas. La redacción no es artificiosa ni ampulosa, pero el desarrollo de la novela tiene una trama transversal que nunca se pierde, pero tiene tantos subtramas que a veces hacer perder al lector por dónde va. Incluye una buena parte en el que parece olvidar la trama principal para narrar desde adentro lo que ocurre en la Revolución Francesa. Pero hace emerger con una maravillosa calidad a los personajes principales en el escenario de la guerra para recuperar con maestría el trama de la vida de Valjean, Javert, Cosette y compañía, y también de Fantine, sin olvidar a Fantine.
Si pudiera resumir la trama en pocas palabras de la obra diría que Jean Valjean roba un pedazo de pan para calmar el hambre de sus sobrinos, es denunciado y hecho preso. Cumplida su condena de 19 años, sale libre sin saber qué hacer de su vida y sin poder conseguir un empleo debido a su pasado de preso. Se encuentra con el obispo Myriel quien además de darle techo, abrigo y comida lo conduce al bien. Luego Valjean pasa por varias vidas… lo demás les pido que lo encuentren en la seductora lectura de esta increíble novela.
Precisamente el obispo Myriel fue de los personajes que más me llamaron la atención desde que aparece en la novela. Víctor Hugo dice de él: “La primera prueba de caridad en el sacerdote, en el obispo sobre todo, es la pobreza”. Lejos de señalar a Veljean, Myriel lo protege y siente una compasión extrema por él. Lo lleva a cambiar de vida.
Para mí, el obispo Myriel es la representación exacta de la misericordia. Creo que a través de este personaje, Víctor Hugo quiere representar de alguna manera lo que para él encarna la misericordia, a Cristo mismo. De allí parto a decir que Los miserables es también una novela de corte religioso.
Por obvias razones, Fantine también me fascina. Madre soltera, madre de Cosette. Obrera explotada por una fábrica, pierde su trabajo. En una Francia compleja, en la que los miserables son auténticamente miserables, Fantine no encuentra la manera de alimentar a Cosette y cae en la prostitución. Anny, con un cabello corto que la hace ver como una diva divina, interpreta magistralmente a Fantine. Y ya no puedo decir más.
Los miserables es una obra clásica. Sin duda. Y los clásicos son para leerse en cualquier tiempo y circunstancia. Siempre se hablarán de ellos y siempre se encontrarán nuevos temas al leerlos.
Quizá sea tiempo de volver a ver la película con la Hathaway. Por novena vez. Espero que haya tiempo para volver a leer Los miserables.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!