Ciudad del Vaticano.- En un encuentro marcado por un clima de diálogo y reflexión, el papa León XIV dirigió hoy a 192 obispos de los cinco continentes, ordenados en el último año, un discurso centrado en la identidad del obispo como "siervo" del Evangelio y del pueblo. La audiencia, celebrada en el Aula del Sínodo, formó parte de los cursos de formación organizados por los Dicasterios para la Evangelización y para los Obispos.
El pontífice, que se expresó en inglés e italiano, inició su intervención con un tono cercano, dijo a los asistentes que no dejaba de asombrarse a cuatro meses después de su elección: “Pensaba que yo también llegaría a este curso vestido de negro”, confesó.
El núcleo central de su mensaje fue una firme exhortación a vivir el ministerio episcopal desde la humildad y el servicio. “El don que han recibido no es para ustedes mismos, sino para servir a la causa del Evangelio. El Obispo es un siervo; está llamado a servir a la fe del pueblo”, declaró.
Recalcó que la única autoridad válida es la del “servicio”, un concepto que debe traducirse en un estilo pastoral “diverso y creativo”, adaptado a las realidades específicas que cada obispo enfrenta en su territorio. Citando a su predecesor, el Papa Francisco, subrayó la importancia de la proximidad, que se logra “a través de manos abiertas que acarician y consuelan” y “corazones cargados con las angustias y alegrías de nuestros hermanos”.
León XIV dirigió la mirada hacia los numerosos desafíos que definen el contexto actual. Mencionó expresamente la crisis de fe, la dificultad para transmitirla y la tragedia de la guerra y la violencia, junto al sufrimiento de los pobres y las aspiraciones universales por un mundo más fraterno.
Hizo un llamado a no olvidar a quienes, alejados de la fe, “tienen sed de espiritualidad” y llaman a las puertas de la Iglesia, a menudo sin encontrar “el lenguaje ni la forma adecuados” en las propuestas pastorales habituales. Frente a esto, instó a los obispos a redescubrir “la pasión y la valentía para un nuevo anuncio del Evangelio”.
El pontífice definió el perfil ideal del obispo como el de un pastor “atento y solícito”, que comparte el camino, las preguntas y las esperanzas de su gente. Enviados como “guías, padres y hermanos”, los animó a ser el apoyo fundamental para sus sacerdotes y fieles.