Chihuahua, Chihuahua.- “Quiero ser un obispo en salida y ante la grave realidad de inseguridad y violencia que tanto nos interpela como sociedad y como Iglesia, hacer de Nuevo Casas Grandes un territorio de misión”, expresa enfáticamente Víctor Quintana, quien el pasado 25 de enero fue nombrado obispo electo de esa diócesis.
Ordenado hace 28 años y desde hace 21 maestro del Seminario Arquidiocesano de Chihuahua, Víctor Quintana cuenta sus inquietudes ante lo que él mismo llama “una nueva aventura en la fe”:
“Recuerdo que cuando estaba por salir del Seminario, tenía que escribir la carta para solicitar mi ordenación como diácono, pero no sabía cómo hacerlo, así que le pedí al rector sobre qué elementos debía contener. Me dijo que escribiera que estaba para servir con toda la disponibilidad a mi diócesis y a toda la Iglesia”, recuerda claramente.
Y agrega: “En el momento en que estaba con el Nuncio dándome la noticia, pensé en ello. Servir a mi Iglesia. Y voy con toda esa actitud a donde el Papa me ha llamado para servir a mi Iglesia”.
Su oficina en la que fue su parroquia durante casi seis años, en Santa María Reina en Chihuahua, luce notablemente las características de mudanza. Los libreros vacíos, sin el retrato saludando al papa Francisco, el Cristo grande justo detrás de la silla de su escritorio ya embalado. Solo su cafetera de prensa francesa permanece a la vista.
Mientras él mismo prepara el café para los dos, revela que le causó sorpresa el nombramiento: “Recibí una llamada de parte del Nuncio en la que me solicitaba mi presencia al día siguiente en la Ciudad de México. Me quedé ido, como torombolo. A los diez minutos reaccioné y preparé rápido el viaje. Debo confesar que era algo que no deseaba, que no buscaba, que nunca busqué… ¿a quién en su juicio se le ocurre buscar una responsabilidad tan grande?”.
Dice que fue un diálogo tranquilo con el Nuncio. “Me dijo que el Papa me había elegido para ser obispo de Nuevo Casas Grandes, y yo pensé de inmediato qué distinción que el Papa haya puesto sus ojos en mí”. Un poco en broma y un poco en serio comenta que “no le pude decir que aceptaba con todo gusto, sino con todo susto”.
Clamor por la misión
“Si algo me dio gusto es que haya sido nombrado para Nuevo Casas Grandes, es decir en Chihuahua, mi región, mi gente. No sé cómo hubiera reaccionado si fuera para Chiapas o para Oaxaca, con otra cultura muy distinta a la nuestra”, abunda.
Pero se le cuestiona la realidad tan compleja que se vive en Nuevo Casas Grandes y sus alrededores, en donde se han detectado fosas clandestinas con más de 90 restos de cuerpos humanos. “Sí, es una realidad muy cruel y muy compleja que las autoridades civiles tendrán que enfrentar desde su particular trabajo, y nosotros en la Iglesia la tendremos que asumir desde lo que nos corresponde”.
“Nosotros tenemos un trabajo más profundo y la verdad es que es una labor mucho más efectiva, que es la de trabajar los corazones de las personas”, dice sin cortapisas.
“Es una realidad no solo de Nuevo Casas Grandes, sino de todo el país. Es una realidad que pone en evidencia que aunque nos decimos católicos, los valores cristianos no están arraigado en la vida cotidiana, es un ambiente secularizado, un ambiente violento en donde se ha impuesto la cultura de la muerte”, afirma tajante.
Frente a esta situación, “tenemos que anunciar más decididamente el Evangelio, que es la cultura de la vida, anunciar la buena nueva, y poner a México como tierra de misión”. Se detiene. Medita un poco. Y apunta: “Sí, ante este panorama debemos poner a México como tierra de misión. Yo pondré a Nuevo Casas Grandes como tierra de misión. Definitivo. Así lo haré”.
Afuera, sus feligreses quieren despedirse. No ha habido tiempo para todos. Ya fue a todas las parroquias en las que sirvió. Ya estuvo también en el Seminario de Chihuahua, en la que fue formador por 21 años, cuatro de los cuales lo hizo como ecónomo. También recibió gestos de felicitación y bendiciones en la nueva encomienda por todo el clero en distintas reuniones.
Nuevo Casas Grandes es una diócesis relativamente joven. Está celebrando sus primeros 25 años como tal, aunque fue antes una prelatura. Ha tenido tres Obispos, Víctor Quintana será el cuarto. Cuenta con alrededor de 250 mil habitantes, en siete municipios, dos de los cuales son fronterizos en el noroeste del estado de Chihuahua. Hay 43 sacerdotes para atender 25 parroquias.
“Tendré que llegar conociendo la realidad, a través del diálogo y conociendo a las personas, a los sacerdotes, a las religiosas, a los fieles laicos. Luego, tenemos que pensar en proyectar la pastoral, pensar en la pastoral, porque soy un convencido de que el trabajo de la Iglesia no se debe improvisar”. Es un tema que le apasiona, es un tema que ha puesto en práctica en la Arquidiócesis de Chihuahua, a través de sus 15 años como vicario episcopal para la Pastoral.
“Veo en Nuevo Casas Grandes un clero muy comprometido, algunos de ellos muy jóvenes, muy preparado, con estudios en Roma. Hay un sacerdote que está estudiando en España, un tribunal eclesiástico con muy buen trabajo”, menciona.
Interrogado si prefiere ser un obispo de oficina o en la calle, responde rápidamente. “Los dos. Quiero ser un obispo que tenga un lugar seguro para que todos puedan saber dónde encontrarme, dónde dialogar. Me imagino estar en las mañanas en la oficina y por las tardes en las calles, visitando las parroquias, estando con los sacerdotes, ir al encuentro de mis fieles”.
“Un Obispo en salida”, dice sin sorpresa repitiendo una frase muy conocida del papa Francisco. “Así quiero ser, un Obispo en salida en una tierra de misión”.
Confiesa que las frases del papa Francisco solicitando cómo deben ser los sacerdotes y los obispos son contundentes: “Eso de que debemos ser pastores con olor de ovejas a mí me impacta muchísimo, que no debemos ser príncipes, que debemos profundizar en nuestro papel de ser pastores. Yo, en lo particular, estoy dispuesto a aprender a ser obispo, como lo marca el Papa”, afirma.
Una vocación episcopal de servicio
“He sido un hombre muy feliz con lo que estoy haciendo, muy feliz con mi sacerdocio, muy feliz con mi vocación, y voy a aprender a ser obispo en las realidades que me toque enfrentar, en las periferias existenciales y territoriales que pueda enfrentar”, dice, y añade: “Quiero tener como modelo de mi servicio episcopal a san Rafael Guízar Valencia, quien trabajó en tiempos muy difíciles y supo poner en primer lugar su misión evangelizadora”.
“He tenido tres ejemplos muy cercanos del ser obispo, de los que he aprendido mucho”, razona, y da sus explicaciones. “De don Adalberto Almeida puedo decir que es todo un señorón, una bendición haberlo conocido, una referencia segura de lo que debe ser un obispo: un pastor, un señor muy austero, muy espiritual, un testimonio sacerdotal muy edificante, congruente con su ser sacerdote y comprometido con sus realidades sociales”.
“De don José Fernández, su disponibilidad para todos, especialmente para sus sacerdotes. Tuvo la valentía de ordenarme, nada más. Me hizo párroco a los diez meses de mi ordenación. Me envío a estudiar a Roma, me hizo formador en el Seminario”, recuerda.
Del actual arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda, menciona que es un gran amigo de su familia. “Fui su monaguillo por varios años, mi papá hizo el Cursillo de Cristiandad con él. Recuerdo claramente que fue a la primera ordenación sacerdotal a la que asistí, yo apenas tenía siete años. Esta cercanía siempre la he sentido, su confianza para todos los proyectos que emprendimos”.
Por último, al igual que como lo solicita el Papa, “pido que oren por mí, por esta nueva aventura en la fe que estamos iniciando, me voy muy reconfortado por el trabajo que hicimos en Chihuahua, con miras a seguir respondiendo al llamado de Dios que nos pide trabajar ahora en Nuevo Casas Grandes. Voy asustado, pero con la mirada puesta en Jesús, y confiando en que no iniciaremos de cero y que contamos con la labor de todos los fieles de allá”.