Madrid, España.- "Un xenófobo no puede ser cristiano", sintetizó el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, en el marco de las polémicas surgidas en Murcia tras el veto oficial a la expresión religiosa musulmana y la acusación del líder de VOX al episcopado español de estar defendiendo la libertad religiosa sólo por interés económico o por miedo ante escándalos de abuso sexual.
Ante el renovado debate sobre libertad religiosa en la península, el cardenal Cobo lanzó un mensaje en réplica a las críticas de Santiago Abascal, líder de VOX, contra la postura de la Iglesia sobre inmigración.
Cobo reflexionó sobre la polémica de Jumilla –donde conviven 72 nacionalidades– y defiende con firmeza el derecho a la expresión pública de la fe: "La libertad religiosa debe ser acogida y la libertad de culto respaldada". El purpurado, ex responsable migratorio de la Conferencia Episcopal Española (CEE), alerta sobre el peligro de reducir la religión al ámbito privado.
Frente al veto municipal a festividades como el fin del Ramadán o la Fiesta del Cordero –que motivó un requerimiento del Gobierno central–, Cobo argumentó: "El bien común exige crear condiciones para que todos los miembros de la sociedad desarrollen su potencial, respetando la libertad y la diversidad".
Y planteó: "Cuando un municipio integra a más de mil 500 nuevos vecinos, ¿no es lógico armonizar la convivencia teniendo en cuenta los derechos fundamentales de todos?".
El cardenal ha rechazado los intentos de silenciar la voz religiosa en el espacio público, incluso de aquellas identidades religiosas no católicas o cristianas. "Uno de los riesgos actuales es relegar la religión al ámbito privado, considerándola una convicción meramente íntima", reclamó y advirtió que esta postura, "ciega su enorme capacidad para enriquecer el desarrollo del bien común".
Por ello, el arzobispo defendió a las religiones diversas que aportan "valores, elementos sapienciales y motivaciones que enriquecen la vida pública y fortalecen la cohesión social".
Cobo apuesta por una "laicidad positiva" del Estado; una que no encapsule la religión en lo privado ni excluya su participación activa en el espacio público".
Subrayó que "las fiestas religiosas son portadoras de valores útiles para la convivencia" y pueden armonizarse "con criterios de consenso y respeto al marco constitucional". Para el arzobispo, ni "una procesión católica" ni "una fiesta del cordero" deben percibirse como amenazas.
El arzobispo concluyó su reflexión con una crítica a discursos populistas: "Los extremismos religiosos, los populismos, las visiones reduccionistas y la instrumentalización del miedo desvirtúan la función de la religión en el espacio público".
Finalmente el cardenal emplaza al Estado a "promover la diversidad desde un enfoque integrador", garantizando especialmente los derechos de las minorías. Su voz se alza como un llamado urgente al diálogo frente a la polarización que sacude a España.