Un conflicto que encuentran hoy las instituciones responsables de establecer las reglas del lenguaje propio -en nuestro caso la “Real Academia Española”-, es la manera de construir, corregir y normar el uso correcto de las palabras, estableciendo los criterios que validan los cambios en el idioma correspondiente. Una explicación puede ser el carácter dinámico que se imprime en la comunicación y los contextos socioculturales en donde se usa.
Esas interrogantes nos llevan a reflexionar la urgencia de atender el valor del fundamento del lenguaje que se convierte hoy en simulación para esconder lo que realmente somos, aspiramos y realizamos. Nos hace recordar el reto que Platón se planteó de poder “cazar” a los sofistas que se escondían en el “no ser” que imitaba al ser, pero que en el fondo era la manera de engañar y evadir su realidad. Y ahora constatamos, que dicho fenómeno se da de manera veloz y globalizada, engañando a buena parte de la humanidad. Estamos en la era de la posverdad, que se fundamenta en la base del impacto social y emocional más que sobre la objetividad de lo que se afirma.