Ciudad de México.- La Nunciatura Apostólica en México comunicó el deseo del papa Francisco para nombrar como sexto obispo de Linares, al sacerdote César Alfonso Ortega Díaz, del clero de la Diócesis de Parral; quien llegará a asumir la sede que quedó vacante tras el traslado del obispo Hilario González a Saltillo en noviembre del 2020.
La noticia del nombramiento del chihuahuense de 52 años fue liberada el pasado 27 de septiembre, publicada en el Servicio de Información Vaticana y comunicada públicamente al pueblo mexicano y neoleonés que recibirá a su nuevo pastor en un periodo no mayor a tres meses. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se congratuló con la noticia y deseó a Ortega Díaz "un fecundo desempeño en su nueva encomienda Episcopal que el Señor le ha confiado" como pastor de Linares.
Ortega nació en la capital de Chihuahua el 12 de mayo de 1969; recibió el orden sacerdotal en la Fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto 1996 en la diócesis de Parral. Recibió su formación en el Seminario Regional del Norte y en la Universidad Pontificia de México; también hizo especialiación en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma.
Durante su ministerio sacerdotal, César Alfonso Ortega ha sido vicario parroquial, promotor vocacional, maestro y rector del Seminario, vicario judicial y juez de tribunal, asesor diocesano del movimiento Encuentro Matrimonial Mundial, encargado de los ministerios laicales, capellán de religiosas, miembro y secretario del Consejo Presbiteral, miembro del Consejo de Consultores, rector de Catedral, encargado de la Comisión para la Protección de Menores y Vicario General de la Diócesis.
Ortega Díaz será el sexto obispo de Linares, diócesis sufragánea de la Arquidiócesis de Monterrey; una diócesis jóven que fue eregida canónicamente en 1962 y con apenas poco menos de 300 mil habitantes, de los cuales el 75% se declaran católicos. El territorio diocesano está distribuido en 24 parroquias que son atentidas por una cuarentena de sacerdotes todos diocesanos; según el Anuario Pontificio es una diócesis sin presencia de vida consagrada masculina y apenas un puñado de casas de religiosas; tampoco se registran diáconos permanentes. Es una diócesis de crecimiento moderado pues en los sesenta años de vida (a verificarse el 30 de abril del 2022) la población apenas ha crecido en 30 mil habitantes, el catolicismo disminuyó del 97 al 75% y los territorios parroquiales pasaron de 10 a 24.