San Salvador, El Salvador.- En plena celebración por la beatificación de los mártires salvadoreños Rutilio Grande, Cosme Spessotto, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, la Iglesia católica de El Salvador no dejó de denunciar que, desde el poder, el oficialismo de Estado mantiene cierto grado de agresiones contra la vida religiosa.
El pasado 22 de enero, la Iglesia de El Salvador realizó la beatificación de los dos sacerdotes Grande y Spessotto y los dos laicos católicos, Solórzano y Rutilio Lemus, quienes fueron asesinados en los años setenta por escuadrones de la muerte durante la guerra civil salvadoreña. La ceremonia, presidida por el cardenal Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador e histórico secretario y promotor de la causa de canonización de san Óscar Arnulfo Romero.
Rosa Chávez, en entrevista para la DW, explicó que Rutilio Grande, sacerdote jesuita, es el más conocido de los nuevos beatos debido a que su martirio fue un detonante central en el cambio de actitud de la Iglesia salvadoreña y del propio arzobipo Óscar Romero frente a la crisis social y militar que se padecía: "El trabajo de Rutilio Grande tuvo un impacto mayor entre los campesinos, en una zona de grandes propiedades cultivadas de caña de azúcar, como párroco de Aguilares".
Grande, dijo el cardenal, se dedicó a la evangelización, la concientización y la organización de la gente. Y ahora, con la beatificación de su persona se evidencia que dicha tarea aún "está inconclusa porque, como dice el papa Francisco, nuestro mundo está dominado por el imperio del dinero que aplasta la dignidad de la persona humana. Rutilio soñó con país justo, fraterno y solidario, que está muy lejos de ser una realidad", sentenció Rosa Chávez.Rutilio Grande denunció activamente la opresión contra las clases más humildes de El Salvador: "Los campesinos -apuntó el jesuita en una de sus homilías- no tienen tierra, ni pisto (dinero), ni derecho a organizarse para que se oiga su voz, defender sus derechos, privilegios y dignidad de hijos de Dios y de esta Patria".
Dichas denuncias sociales fueron tomadas como afrenta por diversos grupos de poder, tanto por las fuerzas militares en el gobierno como por los grupos de insurrección violenta. Fue así que Grande, Solórzano (de 72 años) y el joven Nelson (apenas de 15 años) fueron emboscados mientras se trasladaban hacia una misa y su automóvil fue ametrallado brutalmente "como si se trata de malechores", explicó el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar.
Por su parte, el religioso franciscano italiano Cosme Spessotto fue asesinado en las periferias de la capital salvadoreña: "Inmediatamente después de celebrar la Santa Misa, Cosme estaba orando en el templo, cuando en ese momento entraron dos desconocidos con pelucas, sacaron sus armas y sin piedad y respeto por el lugar y la persona, le disparan al corazón", relató el arzobispo Escobar.
El asesinato de Spessoto sucedió en marzo de 1977; el de Rutilio Grande y los laicos en 1980; pero aquello no fue todo, en ese mismo año, agentes del Estado también asesinaron a san Romero, a cuatro mujeres norteamericanas, tres religiosas y una misionera seglar.
Décadas después de estos asesinatos, el sacerdote jesuita y director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), José María Tojeira, afirma en entrevista a la misma cadena de noticias alemana, que "cuando estas personas fueron asesinadas, había un régimen autoritario militar que no tenía problema a la hora de robar elecciones o asesinar personas críticas. Al contrario, lo hacía sistemáticamente".
"El régimen actual es autoritario, pero fruto de unas elecciones legítimas y no ha llegado a la brutalidad del régimen militar. El control de las instituciones le facilita otro tipo de hostigamiento, que va desde la impunidad de una propaganda agresiva contra personalidades críticas, hasta la manipulación de las instituciones para manejar las leyes al propio antojo, con frecuencia en contradicción con tratados internacionales de derechos humanos ratificados por El Salvador", compara, salvando las distancias.
No obstante, en este contexto de beatificación de los mártires, las cosas parecen estar tensas en El Salvador. La Iglesia católica y otras comunidades cristianas reclaman al gobierno el respeto a la libertad religiosa del pueblo. Rosa Chávez asegura: "En el régimen actual hay una política de identificar enemigos. Después de identificarlos, toda una avalancha de ataques, sobre todo en las redes sociales, se lanza sin compasión contra ellos. Y esto vale también cuando el ‘enemigo’ es un representante de las Iglesias. La persecución es un hecho evidente. Basta asomarse a las redes sociales para comprobarlo".
En mismo sentido, el misionero de San Carlos Scalabrinianos, Mauro Verzeletti, dice a DW que "el actual gobierno de Nayib Bukele se caracteriza por perseguir a aquellos que denuncian las atrocidades de su administración. Cuando se viola la democracia desde la institucionalidad del Estado, se impide el dialogo con todos los sectores sociales. Nayib Bukele quiere controlar todos los sectores sociales para beneficios propios".
Tojeira coincide: "En un régimen populista y autoritario como el actual, se persigue la crítica. Se ataca y se persigue a quienes hacen alguna crítica. El caso de los insultos y mentiras orquestadas desde el partido (oficialista) Nuevas Ideas contra el cardenal Rosa Chávez o contra la UCA (Universidad Centroamericana) son muestra de esa intolerancia", relata.
"Los obispos nos hemos reunido solo una vez con el presidente y fue una reunión de cortesía en la Casa Presidencial. Hay contactos con otros organismos del Estado, sobre todo para cosas prácticas, como el apoyo a la campaña contra el COVID-19. No hay una política de diálogo con nosotros, lo cual era lo normal en los gobiernos anteriores", lamenta el cardenal Rosa Chávez. Sin embargo, aclara, "debemos decir que no existe una confrontación pública con nosotros". (Información DW)