Edmonton, Canadá.- Bajo un azul y nuboso atardecer en céntrico barrio de McCauley, el papa Francisco llegó a la parroquia del Sagrado Corazón de los Primeros Pueblos donde fue recibido por un canto tradicional indígena de bienvenida. El pontífice fue asistido en su camino por una silla de ruedas e ingresó en el simbólico templo que es 'parroquia nacional indígena' en este barrio donde convergen diversos credos y comunidades en más de 15 templos de diversos credos cristianos.
Desde este simbólico lugar el pontífice destacó que la Iglesia católica debe ser "una casa para todos, abierta e inclusiva... familia de los hijos de Dios donde la hospitalidad y la acogida -valores de la cultura indígena- son esenciales. Donde cada uno debe sentirse bienvenido".
El pontífice fue recibido por el párroco local Susai Jesu, OMI, quien sintetizó su mensaje en dos conceptos: "Deseamos caminar con usted para recorrer los lugares de dolor" y "que este encuentro nos dé nuevas fuerzas para vivir el Evangelio"; más adelante, en nombre de la comunidad, dos miembros del consejo parroquial Cándida Sheperd y Bill Perdú, católicos mestizos, presentaron la acción social de la parroquia que atiende a una diversidad extensa de fieles: migrantes, pobladores indígenas, étnias, metis, inuit, católicos eritreos y mestizos del religioso barrio de McCauley.
Los fieles destacaron los servicios de acción social que realiza el centro parroquial para dar apoyo alimentario, asesoría legal, servicios de acogida, formación, promoción cultural, cooperación asistencial y humanitaria con los pobres articulada con otras organizaciones; labores que el pontífice valoró y agradeció pues, afirmó:
"La Iglesia no es un conjunto de ideas y preceptos que inculcar a la gente, sino una casa acogedora para todos. Esta es la Iglesia —y ojalá fuese siempre así—, un templo con las puertas siempre abiertas donde todos nosotros, templos vivos del Espíritu, nos encontramos, servimos y nos reconciliamos".
El papa Francisco no dejó de señalar la vergüenza que sigue pesando en los fieles católicos por los actos crueles cometidos contra indígenas en tierras canadienses: "No debemos olvidar que también en la Iglesia el trigo se mezcla con la cizaña. Y precisamente a causa de esa cizaña quise realizar esta peregrinación penitencial y comenzarla haciendo memoria del mal que sufrieron los pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y, con dolor, pedir perdón".
Al respecto, el pontífice detuvo su discurso para agradecer de manera especial a los obispos de la Conferencia Episcopal Canadiense para logar los encuentros del pontífice con la diversidad de pueblos locales tanto en Roma como en esta visita: "Una conferencia episcopal unida hace cosas grandes y puede dar muchos frutos".
A continuación, el papa Francisco reflexionó sobre la reconciliación y la educación cristiana, insistió en que Jesús, en la cruz, reconcilia y vuelve a unir lo que parecía impensable e imperdonable: "Abraza a todos y a todo. Todos y todo". Dijo que si bien nada puede borrar la dignidad violada, el mal sufrido, la confianza traicionada, ni la vergüenza de los creyentes, es necesario empezar de nuevo:
"Si queremos reconciliarnos realmente, hay que levantar la mirada a Jesús crucificado, hay que obtener la paz en su altar. Porque, precisamente, es en el árbol de la cruz donde el dolor se transforma en amor, la muerte en vida, la decepción en esperanza, el abandono en comunión, la distancia en unidad. La reconciliación no es tanto una obra nuestra, es un regalo, es un don".
Francisco recordó que la Iglesia es "un cuerpo vivo de reconciliación" pero reconoció que en ocasiones no es un labor sencilla: "Si pensamos en el dolor imborrable experimentado en este lugar por tantas personas en el seno de instituciones eclesiales, solo se experimenta rabia, solo se experimenta vergüenza".
Lamentó que los actos de abusos cometidos en instituciones eclesiales suceden "cuando los creyentes se dejaron mundanizar" e "impusieron su propio modelo cultural".
"Esta mentalidad tarda en morir, incluso desde el punto de vista religioso. De hecho, parecería más conveniente inculcar a Dios en las personas, en lugar de permitir que las personas se acerquen a Dios. Una contradicción. Pero esto no funciona nunca, porque el Señor no obra así".
El papa Francisco aseguró que muchas veces en la historia de la Iglesia se ha obrado en contrasentido de Dios: "Mientras Dios se presenta sencilla y humildemente, nosotros tenemos la tentación de imponerlo y de imponernos en su nombre. Es la tentación mundana de hacerlo bajar de la cruz para manifestarlo con el poder y la apariencia".
Finalmente, el Papa aclaró que la Iglesia sí puede ser un espacio para la conciliación: "Es la casa donde conciliarse nuevamente, donde reunirse para volver a comenzar y crecer juntos. Es el lugar donde se deja de pensar como individuos para reconocerse hermanos mirándose a los ojos, acogiendo las historias y la cultura del otro, dejando que la mística del estar juntos tan agradable al Espíritu Santo favorezca la sanación de la memoria herida".