Ciudad de México.- En medio de las profundas divisiones que amenazan a la convivencia social, la sólida amistad entre México y el Vaticano ha de tomarse como un acto de esperanza para el futuro, aseguró el doctor Guillermo Hurtado Pérez, académico y docente del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.
En el marco del XXX Aniversario del Restablecimiento de Relaciones Diplomáticas entre el Estado Mexicano y la Santa Sede, Hurtado Pérez consideró que ningún régimen anticlerical puede ser genuinamente democrático, sobre todo, si la enorme mayoría de su población pertenece a la iglesia acosada.
“Vista a la distancia, podemos asegurar que la reforma constitucional del 28 de enero de 1992 no vulneró la separación entre el Estado y la Iglesia Católica, por el contrario, la hizo más concreta, ya que marcó con mayor claridad los campos de acción de cada entidad”, destacó el también investigador durante su participación en el encuentro académico ‘Laicidad abierta y libertad religiosa, una visión contemporánea’ realizado en Palacio de la Escuela de Medicina de la UNAM.
Asimismo, señaló que el Estado laico mexicano no se debilitó, sino que adquirió mayor consistencia y sin esa reforma constitucional, México difícilmente hubiera podido avanzar hacia una democracia más abierta.
En ese sentido, Guillermo Hurtado aseguró que laicismo bien entendido puede ser la plataforma desde la cual se puede construir la nueva comunidad mexicana capaz de vivir como buenos hermanos.
“El pueblo de México no vive la laicidad de una manera marcadamente negativa. Más que una tolerancia, es una actitud de respeto a las creencias ajenas (…) puede asegurarse que el grueso de la sociedad mexicana ha aprendido a respetar las creencias de los demás”.
Sin embargo, alertó que en el país la laicidad ha sido aprovechada por grupos pequeños que tienen una visión negativa, movidos por una ambición de poder que incuba enemistad, desconfianza e indiferencia.
“Nos hemos acostumbrado a preferir lo menos malo como si ésa fuera la mejor opción”, por ello, explicó que la sociedad debe aspirar a una cultura de paz profunda y no conformarse con la paz superficial.
Puntualizó que México y todo el mundo debe aspirar a una cultura de paz profunda que pueda cultivar la virtud suprema de la fraternidad.
“La transformación que requiere México es más profunda que todos los cambios a las estructuras políticas y económicas, es una transformación de nuestras actitudes ante los otros y ante nosotros mismos”, finalizó.