No es común que el pontífice acepte premios o reconocimientos del ámbito civil, y mucho menos un galardón de periodismo. Sin embargo, Francisco decidió aceptar el premio ‘É giornalismo’ por considerarlo una oportunidad para expresar un par de ideas sobre la responsabilidad social del oficio periodístico en un contexto actual tan, a su parecer, roto por la ‘cultura de la exclusión’, por la desinformación, la manipulación y el amor a la inmundicia verbal.
El Papa aprovechó el momento para asegurar que hay una “urgencia de una comunicación constructiva, que favorezca la cultura del encuentro frente a la de la división, la cultura de la paz y no la de la guerra, la de la apertura al otro frente los prejuicios” y lanzó una muy clara solicitud: La Iglesia necesita narradores.
A nadie escapa que, en las últimas semanas, el juego político en Argentina ha metido al pontífice de lleno en las campañas electorales y en la polarización de la sociedad. El coprolálico Javier Milei ha dicho directamente que el papa Francisco es un “asno, burro, ignorante, nefasto, imbécil, zurdo hijo de p***, sorete mal cagado”. Por su parte, el pontífice no sólo ha sido más elegante sino que, sin nombrarlo, básicamente ha comparado Milei con Adolfo Hitler.
Eso sí, Bergoglio quizá está más preocupado por las condiciones sociales y culturales que han hecho emerger a tremendos zafios como presuntos ‘salvadores’ de los pueblos. En estas condiciones, dice el Papa, “se habla mucho y se escucha poco”, al punto en que “el sentido del bien común está en peligro de debilitarse”.
Tal es la batalla del pontífice: recuperar el sentido de la justicia social y del bien común en el diálogo contemporáneo. Conceptos que no sólo no comparten los grupos político-económicos post imperialistas y necrocapitalistas sino que a todas luces pretenden dinamitar. Y aunque efectivamente el pontífice no tiene ni divisiones ni batallones para esta guerra, el obispo de Roma sí tiene un plan que ha dibujado tanto en sus encíclicas (la económica-ecológica, Laudato si’, y la político-social, Fratelli tutti), como en el espíritu misionero (Iglesia en salida y misericordiosa) y, finalmente, en un retorno eclesial paradigmático: la sinodalidad, la urgente necesidad de caminar juntos.
“La Iglesia entera se ha embarcado en un camino para redescubrir la palabra ‘juntos’... La palabra ‘juntos’ es muy importante [porque] estamos en una cultura de exclusión, que es una especie de capitalismo de la comunicación”, dijo el Papa al invitar a los periodistas a ‘relatar’ el próximo Sínodo de la Sinodalidad que se realizará en Roma este octubre.
Y es que, desde el trono petrino, Francisco no podría asumir distancia con quienes censura si no tomara audacia para involucrar auténticamente ‘a todos’ en la búsqueda del bien común y poner el ejemplo en práctica. Esa audacia, en efecto, ha sido –y será– el proceso de sinodalidad en la Iglesia que así sintetiza: “Hemos abierto nuestras puertas, hemos ofrecido a todos la oportunidad de participar, hemos tenido en cuenta las necesidades y sugerencias de todos. Queremos contribuir juntos a construir una Iglesia en la que todos se sientan como en casa, en la que nadie quede excluido. Esa palabra del Evangelio que es tan importante: todos. Todos, todos: no hay católicos de primera, de segunda o de tercera: no. Todos juntos. Todos”.
Ahí es donde entran los periodistas, auténticos narradores de la realidad cuya observación deba ser desapasionada de las políticas pero intensamente fervorosa ante la verdad y el bien común; dice Francisco “dejando atrás la lógica de los eslóganes y de las historias preenvasadas”.
La Iglesia busca narradores, claro, para contar el Sínodo “como realmente es” pero no sólo para esta audacia eclesial sino para el resto de los ambientes socio-culturales que se contaminan de desinformación, difamación, calumnia e inmundicia verborrágica.
El Papa lo tiene claro, hoy “todos parecen comentarlo todo, incluso al margen de los hechos y a menudo incluso antes de estar informados” por ello, debemos preocuparnos por las manipulaciones burdas de quienes propagan interesadamente fake news para orientar a la opinión pública con lógicas de oposición y lenguaje del odio. Quizá nunca antes se necesitó con tanta urgencia a periodistas comprometidos, profundamente comprometidos con la verdad.