Por una costumbre ancestral, soy una personas madrugadora. Más de 40 años comenzando mi actividad laboral alrededor de las 7 de la mañana han calado en mi horario habitual, haciendo que aún en fin de semana o en vacaciones me despierte al alba.
Por lo anterior, el lunes de Pascua que acaba de pasar desperté alrededor de las 6 de la mañana. Estaba aún de vacaciones y la modorra me estaba ganando. Los achaques propios de la edad me impiden hacer tiempo en lo que suelo llamar la batalla por ganarle a la cama, así que de un golpe me senté en el sillón que destino a la lectura ligera. Me aguardaba un libro de un español, pero decidí tomar el celular.
Allí estaba la noticia. Falleció Papa Francisco. Como aún la modorra no se había ido del todo, mi cerebro no alcanzaba a conectarse, y la noticia tronaba en mi cabeza. Es una nota falsa, me dije a mí mismo, mientras me dirigía a un portal de noticias de la Santa Sede.
Conectado el cerebro, la noticia no se fue. Era cierta. A las 7:35 de la mañana, hora de Roma, había fallecido. Alrededor de medianoche en México.
Y, ¿ahora?
Quise escribir algo para publicarlo en mis redes sociales, pero estaba atónito y no pude hilar ninguna frase. Juro que ya estaba despierto pero la noticia me había impactado. Escribí lo que me pasaba.
Más tarde, pude charlar un poco con mi amigo Jorge Traslosheros. Él ya había participado en una entrevista radiofónica en la Ciudad de México. Lo buscan seguido los grandes periodistas de allá. Bien merecido, por cierto.
Después del segundo café, me paré frente a mi librero principal. ¿Qué tengo de Papa Francisco? Bastante. Tengo media docena de los que me regaló mi amigo Raúl Ramírez que contienen las primeras homilías de su pontificado, otros tantos tratando de describirlo, unos dos que él escribió en los años 90… y por supuesto ya de su magisterio otros tantos.
Los recopilé y los puse en la mesa… arriba quedó El nombre de Dios es misericordia, una conversación con Andrea Tornielli. Providencial, porque me permitió seguir con el día hablando de la misericordia en los medios de comunicación en los que me invitaron participar.
Se publicó en 2016, como una especie de preparación para el Año de la Misericordia convocado por el mismo Papa Francisco. De hecho, después de una cita bíblica, la primera parte narra cómo fue el deseo de convocar al Año de la Misericordia, en el que el Sumo Pontífice hace un corto recorrido del cómo y del por qué.
Luego viene un contenido bastante sustancioso sobre la virtud de la misericordia divina. “Etimológicamente, misericordia significa abrir el corazón al miserable. Y enseguida vamos al Señor: misericordia es la actitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar”.
Dice Papa Francisco: “Con toda tu historia de miseria y de pecado, Dios te sigue siendo fiel y te levanta”. Y añade una frase que sirvió para presentar el propio libro en su primera solapa. “La misericordia es el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios. No hay situaciones de las que no podamos salir, no estamos condenados a hundirnos en arenas movedizas”.
Luego vienen unas páginas dedicadas al sacramento de la Reconciliación, recordando a los penitentes que “no estamos allí en primer lugar para ser juzgados”, sino que se da “un encuentro con la misericordia”, afirmando que “en el diálogo con el confesor hay que ser escuchado, no interrogado”. Asevera que el “solo hecho de que vaya al confesonario indica que ya hay un inicio de arrepentimiento”.
Después, Papa Francisco se explaya en diversos tópicos relacionados. “Si Dios se ajustase sólo a la justicia dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan el respeto de la ley. La justicia sola no basta, y la experiencia enseña que apelar sólo a ella es correr el riesgo de destruirla”. Y unas frases más adelante ratifica que “con la misericordia y el perdón, Dios va más allá de la justicia”, porque “con la misericordia, la justicia es más justa, se realiza realmente a sí misma”.
A la pregunta de Andrea Tornielli, ¿por qué Dios no se cansa nunca de perdonarnos? Papa Francisco responde: “Porque es Dios, porque Él es misericordia, y porque la misericordia es el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios”. De allí el nombre del libro. El nombre de Dios es misericordia.
Y sí. Quizás una de las palabras claves del pontificado de Papa Francisco es misericordia. Durante los 12 años repitió una y otra vez esta palabra clave. Ojalá que esta misericordia divina sea un elemento central que recordemos del Papa. Sería un magnífico legado.
Ya ha sido sepultado Papa Francisco. Siguen las reuniones de los cardenales y luego el cónclave. Yo sigo con la certeza de que el próximo Papa será...¡Un Papa que empuje a la Iglesia!
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!