Ciudad del Vaticano.- Durante su catequesis semanal, el papa Francisco ha reflexionado sobre el difícil momento de oración; aseguró que 'rezar no es algo fácil' y que, por eso, muchos 'se alejan' de la oración puesto que no siempre es pura alegría, a veces también es fatiga y molestia y explicó que por eso muchas veces es una lucha que el creyente debe combatir.
Francisco aseguró que ninguno de los grandes oradores que encontramos en la Biblia y en la historia de la Iglesia “ha tenido una oración cómoda”, de hecho, ha dicho: “se puede rezar como los loros - bla, bla, bla - pero eso no es rezar”.
Durante la Audiencia General de este miércoles 12 de mayo, el papa reflexionó sobre "el otro lado de la oración", ese del que no se suele hablar, y que es ese “combate interior, a veces duro que puede acompañar también periodos largos de la vida”.
“Rezar no es fácil y por eso escapamos de la oración”, compartió. "Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad” expresó el Papa, explicando que el silencio, la oración y la concentración “son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela”. “Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando”.
Recoerdó que quien quiera rezar “debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia”.
Después, Francisco se enfocó en “los enemigos de la oración” que enumera el Catecismo, aquellos que hacen que sea difícil rezar y que nos ponen en dificultad, como por ejemplo “que algunos dudan de que esta pueda alcanzar verdaderamente al Omnipotente”; otros, en cambio “sospechan que la oración sea una mera operación psicológica; algo que quizá es útil, pero no verdadera ni necesaria: se podría incluso ser practicantes sin ser creyentes”.
El Papa afirmó que los peores enemigos de la oración “están dentro de nosotros” y el Catecismo los llama así: “desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes”, decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.”.
Al final de la Audiencia General, el Santo Padre puso un ejemplo basado en una experiencia que vivió bien de cerca cuando estaba en una diócesis la Argentina. Se trata de la historia de un matrimonio que tenía una hija de nueve años con una enfermedad que los médicos no sabían qué era y que diagnosticaron como incurable. Los médicos dijeron a los padres que a la pequeña le quedaban horas de vida. “Puede que el hombre no fuera a misa todos los domingos pero tenía una gran fe”. Francisco continúa narrando que el padre de la niña, tras la noticia, tomó un tren e hizo un viaje de setenta kilómetros hasta la Basílica de Nuestra Señora de Luján, la Patrona de Argentina. Cuando llegó, la Basílica ya estaba cerrada, eran casi las diez de la noche, pero el hombre se aferró a las rejas de la Basílica y durante toda la noche rezó a la Virgen, luchando por la salud de su hija. “Esto no es una fantasía; ¡lo he visto! Lo he vivido” dice Francisco. Finalmente, a las seis de la mañana, se abrió la iglesia y entró a saludar a la Virgen y se fue a casa. “Estuvo toda la noche luchando”. Cuando llegó, vio a su mujer sonriendo y diciendo: "No sé qué ha pasado, los médicos dicen que ha cambiado así y que ya está curada". “Aquel hombre que luchaba con la oración tenía la gracia de la Virgen, la Virgen le escuchó. Y lo he visto: la oración hace milagros” ha puntualizado el Papa, recordando con este ejemplo la importancia de la lucha en la oración para pedir la gracia.
También hizo un saludo espcial al pueblo polaco en este día pues el 13 de mayo se cumple el 40º aniversario del atentado a San Juan Pablo II: "Él mismo -dijo el pontície- subrayó con convicción que debía su vida a la Señora de Fátima. Este acontecimiento nos hace conscientes de que nuestras vidas y la historia del mundo están en manos de Dios. Al Corazón Inmaculado de María confiamos la Iglesia, a nosotros mismos y al mundo entero. Pedimos en la oración por la paz, el fin de la pandemia, un espíritu de penitencia y nuestra conversión".