Ciudad del Vaticano.- En un llamado a revitalizar la fe en un mundo seducido por el poder, la tecnología y el placer, el recién elegido Papa León XIV celebró su primera Misa pro Ecclesia con los cardenales en la Capilla Sixtina, donde delineó el rumbo de su pontificado: una Iglesia que sirva de “faro” ante las “tinieblas” de la modernidad y combata el “ateísmo de hecho” incluso entre bautizados.
Bajo los frescos de Miguel Ángel que retratan el Juicio Final y la creación de Adán, el 267º sucesor de Pedro pronunció una homilía en la que alertó sobre los desafíos de evangelizar en sociedades donde la fe es vista como “un absurdo” o reducida a “una curiosidad histórica”.
“Hoy no es fácil dar testimonio del Evangelio en ambientes que prefieren otras seguridades: dinero, éxito, poder”, afirmó el Pontífice, según el texto difundido por la Santa Sede.
Antes de la homilía, el Papa —elegido en el cónclave del 8 de mayo— improvisó unas palabras en inglés ante los cardenales, agradeciendo su apoyo y subrayando la necesidad de caminar juntos como “comunidad de amigos de Jesús”.
“Sé que puedo contar con cada uno de ustedes para proclamar la Buena Noticia”, dijo, en referencia a su rol como obispo de Roma y “guardián” de la unidad eclesial.
En su discurso, León XIV advirtió que en ciertos contextos, incluso entre creyentes, Jesús es percibido solo como un “líder carismático” o “superhombre”, lo que genera un “ateísmo práctico”.
Frente a esto, urgió a un “compromiso personal con Dios” mediante un “camino cotidiano de conversión”, y recordó que, como servidores de la Iglesia se debe “desaparecer” para que Cristo “permanezca”. Citando a San Ignacio de Antioquía, mártir del siglo II, sostuvo que los líderes eclesiales deben “hacerse pequeños” para glorificar a Dios.
El Pontífice enumeró los “dramas” de una sociedad que pierde el sentido de la vida, olvida la misericordia y viola la dignidad humana, con énfasis en “la crisis de la familia”. Criticó además la tendencia a minimizar a Jesús como una figura “molesta” cuyas exigencias morales son “rechazadas”, incluso por quienes lo admiran superficialmente.
Retomando las enseñanzas de su predecesor, Francisco, subrayó que la Iglesia está llamada a anunciar “el rostro del Padre” revelado en Cristo, un “modelo de humanidad santa” accesible a todos.
“Dios se nos mostró en los ojos de un niño, en la inquietud de un joven y en la madurez de un hombre”, reflexionó, destacando la “promesa eterna” que trasciende los límites humanos.