Santiago, Chile.- Una de las iglesias locales más golpeadas por los escándalos de abusos sexuales y actos de encubrimiento es la chilena; al grado que todo el episcopado de este país presentó su renuncia anticipada al papa Francisco para que se estudiaran los casos y se suspendiera a los responsables. Ahora, tres años más tarde, los obispos han publicado sus orientaciones para los procesos de reparación de abusos.
Según informó la propia Conferencia del Episcopado Chileno (CECH), el documento de orientaciones además de reconocer los abusos, aborda una serie de compromisos de reparación que constituyen "una exigencia ética y pastoral".
El episcopado chileno aclaró que el documento es el resultado de un proceso de escucha y discernimiento sinodal, que fue aprobado en la última Asamblea Plenaria de obispos: "La publicación de estas orientaciones viene a concretar uno de los desafíos asumidos por los obispos tras la Asamblea Plenaria Extraordinaria de agosto de 2018, en la que el Episcopado chileno -después de la Carta del papa Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile y el encuentro con el pontífice en Roma- acordó una serie de compromisos públicos entre ellos el que señalaba: Considerando que el reconocimiento, la verdad y la justicia son siempre los primeros pasos hacia la reparación, nos comprometemos con la ayuda del Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, a buscar criterios comunes en los procesos de reparación hacia las víctimas de abuso".
Para orientar el trabajo de la Iglesia católica rumbo a la reparación de los daños causados, el documento indica "la necesidad de establecer procedimientos para prevenir y combatir los crímenes de abuso sexual y todo aquello que pueda traicionar la confianza de las personas".
Según la Iglesia chilena, este paso ya se encuentra en marcha pues se ha consolidado en las diócesis y en institutos de vida consagrada un grupo de oficinas destinadas a la recepción de denuncias y la operación de organismos que promueven la formación de ambientes sanos y seguros.
La parte central del documento se enfoca en las medidas destinadas a que las víctimas o sobrevivientes puedan transitar por experiencias de curación, desagravio, justicia, caridad y misericordia en el contexto eclesial; y se asegura que dichas experiencias, pueden incluir acciones de reparación relacional, psicológica, espiritual, económica, moral, jurídica o simbólica.
El proceso de reparación, indica la Iglesia chilena, requiere intenso diálogo con las víctimas y sobrevivientes pero también ámbitos de sanación en cuatro niveles: con la persona herida; con la familia directa; con la comunidad eclesial; y con la cultura institucional.
Entre las medidas planteadas destaca la conformación de tres mesas asesoras que serán parte próximamente del Consejo Nacional de Prevención y que estarán al servicio de las diócesis o comunidades religiosas que acompañen a sobrevivientes en procesos de reparación. Estas mesas son: una mesa de víctimas/sobrevivientes; una mesa de gestión de casos y una mesa asesora de medidas de reparación.
El cardenal Celestino Aós Braco, presidente del episcopado chileno, asegura que "la fuerza de las medidas de reparación radica en el compromiso de buscar caminos y de actuar como una Iglesia para que todas las personas heridas por abuso sexual en el contexto eclesial obtengan reparación, sin excepción".
"Sabemos que la tarea incumbe a todo el pueblo santo de Dios y que debe haber terceros activos en todos los ámbitos eclesiales. Sabemos que no basta una propuesta desde lo jurídico, ni lo pastoral; una propuesta pastoral debe dialogar con otras disciplinas. Y debe estar apoyada en la esperanza, en el poder del amor y la gracia: el proceso de recuperación del abuso sexual puede ser lento y dificultoso debido a lo que significa en sí mismo; mucho más cuando quien abusa está ligado a la representación de Dios o actúa en su nombre", añade.
Estos esfuerzos y medidas forman parte de una nueva etapa de relación que propone la Iglesia chilena con sus miembros y la sociedad en general, especialmente para garantizar ambientes sanos y seguros para todos. En 2020, el episcopado también había ya publicado el documento 'Integridad en el Servicio Eclesial' con el que desea formar a los católicos (obispos, sacerdotes, religiosas, laicos, consagrados y todos los miembros del cuerpo eclesial) en favorecer, fomentar y custodiar espacios seguros para todos aquellos que se acerquen a la Iglesia.
Ambos proyectos son parte del "proceso de renovación eclesial" que la Iglesia en el Cono Sur desea implementar no sin discernimiento y participación de todos los católicos "y avanzar en la senda de llegar a ser una Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora".
Para la creación del este documento se conformó una comisión especial que contó con el apoyo de profesionales y expertos de las diversas temáticas involucradas y sumó la participación de 165 personas en diversas fases consultivas del proceso. Otros textos referenciales en el establecimiento de políticas de cuidado y buen trato, iniciado por la Iglesia hace varios años, son el documento 'Buenas Prácticas' para ambientes sanos y seguros en la Iglesia (2018) y las Líneas Guía 'Cuidado y Esperanza' (2015).