El 6 de mayo del 2015, los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano presentaron al papa Francisco la Biblia de la Iglesia en América (BIA), un proyecto de traducción que inició hace quince años y cuya novedad será la aportación, ciento por ciento, de la potencialidad intelectual y pastoral del continente americano a la Iglesia Universal. Algo que Francisco, conoce y reconoce de sobra. Este 20 de noviembre se realizará la formal presentación de la BIA en México.
Origen
La necesidad de la BIA nació en Estados Unidos hace un poco más de quince años. Adolfo Miguel Castaño Fonseca, actual obispo de la recién creada Diócesis de Azcapotzalco y coordinador para el Nuevo Testamento del equipo responsable de la traducción, explica: “La Conferencia de los Obispos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) advirtió la necesidad de ordenar y regular materiales bíblicos y leccionarios a los sacerdotes y comunidades hispanas en sus diócesis. Hay que reconocer que muchos de los sacerdotes que atienden a las comunidades de habla española en los Estados Unidos provienen de muy diversos países, principalmente de América Latina. De este modo, cada sacerdote suele llevar consigo la Biblia y el leccionario de su propia región. El interés de la conferencia es tener textos comunes para las comunidades hispanas; la Biblia es fundamental en ello”.
En efecto, el obispo Gerarld Barnes de la diócesis de San Bernardino, California, y responsable de la dimensión ejecutiva de hispanos, reconoce la potencia que esta comunidad comienza a tener en los Estados Unidos: “Sabemos que millones de hispanos y latinos contribuyen en la vida y misión de la Iglesia en miles de parroquias y de pequeñas comunidades a lo largo y ancho de la nación. Hoy en día tenemos un incremento en la cantidad de sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos que imprimen liderazgo y servicio no solo en las dimensiones hispanas y latinas sino en la Iglesia entera”.
Según el gobierno de los Estados Unidos, actualmente más de 53.4 millones de sus habitantes hablan español; un poco más del 75% son nativos hispanoparlantes y el resto lo ha aprendido como segunda lengua (el Instituto Cervantes en Estados Unidos calcula al menos 6 millones de estudiantes de español y hasta 8 millones al contabilizar todos los centros de enseñanza en colegios y universidades) por lo que la exigencia de lecturas en español trasciende a la necesidad de las comunidades inmigrantes.
El sacerdote mexicano, Carlos Junco Garza, coordinador general de la traducción relata el inicio de esta Biblia, la primera traducida por especialistas latinoamericanos del siglo XXI: “La petición viene de los obispos norteamericanos, quieren una Biblia para los hispanoparlantes. En realidad, la inquietud proviene de una reunión de los obispos del comité hispano que valoraban los subsidios de Biblias a estas comunidades; allí se preguntó por qué no se hacía una Biblia propia de la USCCB, en lugar de subsidiarla. Ellos cayeron en cuenta que no conocían gente hispanoparlante en los Estados Unidos que se encargara de esta Biblia. No conocían o no tenían contactos con algunos. Así que la primera opción fue recurrir al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) pidiendo que si ellos podrían hacer el trabajo y que USCCB la subsidiaría”.
El planteamiento fue recibido por el entonces secretario general del CELAM, hoy cardenal arzobispo de México, Carlos Aguiar Retes, quien relata: “En el año 2002 tuvo lugar en Bogotá, Colombia, un encuentro entre representantes de los Estados Unidos de América (USCCB) y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Fruto de ese encuentro fue el acuerdo de elaborar una nueva traducción de la Biblia con exegetas latinoamericanos a fin de facilitar la pastoral hispana de la Iglesia en Estados Unidos y ofrecer a las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, una traducción actualizada del texto bíblico”.
El equipo
El propio Secretario General del CELAM aquel entonces, Carlos Aguiar Retes, se encargó de dar inicio al proyecto de traducción de la Biblia. Sin embargo, se hacía necesario instrumentar un equipo que se encargara de dar forma a dicho proyecto. Es entonces cuando también surge la idea de crear el Centro Bíblico Pastoral de América Latina (CEBIPAL), el cual no sólo debía coordinar e impulsar la traducción, sino que también tendría la tarea de llevar a cabo otras iniciativas pastorales en el campo de la Biblia. Ambos proyectos (CEBIPAL y traducción de la Biblia) nacieron de la mano. Cuando el obispo Carlos Aguiar fue nombrado Presidente del CELAM, el secretario general Santiago Silva Retamales (obispo auxiliar de Valparaíso, Chile) fue designado como obispo responsable de la traducción (La dirección del CEBIPAL corrió a cargo del sacerdote colombiano Fidel Oñoro).
Relata Junco: “Santiago Silva asume el trabajo de buscar a los traductores y dar inicio a los trabajos para la Biblia. Yo conocía de tiempo atrás a Santiago. Lo conocí en Europa, en un curso de alemán que tomamos, en Kreuzberg (Bonn). Él asumió esta responsabilidad así que me nombró coordinador general e invitó a Adolfo Castaño, entonces presbítero de la diócesis de Toluca, para coordinar el Nuevo Testamento y a Ramón Alfredo Dus, sacerdote argentino (hoy arzobispo de Resistencia), para el Antiguo Testamento. Prácticamente fuimos los que él nombró directamente. En noviembre del 2004 fue la primera reunión que tuvimos con él en el CELAM”.
A partir de ese momento se empezó a formar un equipo ampliado de traductores, se invitaron a los especialistas bajo la condición que todos los miembros de la coordinación los aceptasen. Después, cada traductor debió presentar dos capítulos de los libros que se tenía pensado podrían encomendársele y se hizo una primera revisión. Esa fue la base para que, cada experto, fuese el candidato idóneo para las traducciones.
En total, para el Antiguo y el Nuevo testamento participaron 26 traductores: 10 mexicanos, 7 argentinos, 3 chilenos, 3 colombianos, 2 estadounidenses y un ecuatoriano.
El equipo se fijó el aproximado de una década para ver concluido el trabajo. En ese tiempo, fallecieron cuatro miembros del equipo de traducción (César Mora, 2009; Daniel Landgrave, 2012; Carlos Zesati, 2013, y Gabriel Napole, 2013). Al iniciar, solo Santiago Silva tenía el orden episcopal pero recibió las encomiendas de ser secretario general del episcopado de Chile y, posteriormente, del CELAM; a otros dos de los cuatro coordinadores les fue dado un nombramiento episcopal: a Adolfo Castaño, como obispo auxiliar de México; y a Alfredo Dus, éste último. primero como obispo auxiliar y luego, residencial de Reconquista y actualmente como arzobispo de Resistencia.
El proceso
El primer paso fue elaborar un Manual de Traducción. El equipo coordinador envió a los traductores dicho manual para que realizara el trabajo con los libros encomendados. Al traductor se le encargaba uno o varios libros y se le daba el manual de traductor. Una vez que terminaba su obra, entregaba todo el material: traducción, notas, introducción y división del texto en perícopas: “La primera revisión venía de un equipo de personas que lo revisaban en el sentido técnico, que reflejara el texto original porque una primordial intención es que tuviera fidelidad al texto”, dice Castaño Fonseca.
Junco, que llevó los detalles generales del proceso, añade: “Los revisores técnicos hacían la tarea de ver si había fidelidad al texto, hacíamos comentarios y modificamos. El traductor sabía desde un principio que su texto estaría sujeto a los cambios que aportara la revisión en equipo. No era exclusividad de él”.
La traducción, con la revisión técnica, pasaba a la revisión lingüística, de vuelta a los examinadores, posteriormente a correctores de estilo y nuevamente de regreso a los coordinadores.
También, como parte del proceso, se homologaron las fuentes originales de los textos bíblicos. Aquellas más aceptadas por las diferentes academias bíblicas y que tuvieran relevancia tras los más actuales hallazgos de la arqueología bíblica.
En el Antiguo Testamento, por ejemplo, la mayoría de las biblias impresas en hebreo en el campo científico remiten al Códice de Leningrado del año 1008-1009 de nuestra era. Es el códice de la Biblia hebrea completo, más antiguo. En el ámbito científico judío también se recurre al códice de Alepo, un poco más antiguo, pero, por desgracia incompleto a raíz de disturbios en el siglo pasado.
Para el Nuevo Testamento, se utilizó la versión crítica del Novum Testamentum Graece, de Eberhard Nestlé (1898) y Kurt Aland (1950) del Instituto Bíblico Württemberg y del Instituto de Investigación del Texto del Nuevo Testamento, respectivamente. Un compilado de manuscritos con la más exhaustiva revisión y análisis bíblico-paleográfico, reconocida prácticamente por todas las confesiones cristianas.
Financiamiento y necesidad
Dice David Mommo, coordinador traducción de la Biblia en Nigeria que “cada 25 años el idioma sufre variaciones de uso y modismos considerables”; de allí la necesidad de adaptar y traducir la Biblia constantemente; pero no es una tarea sencilla, en promedio, se estima que una traducción integral puede llevar más de diez años hacerla; justo lo previsto por el equipo de la BIA. Para atender estos retos la USCCB y el CELAM asumieron el proyecto coordinadamente; la traducción realizada por latinoamericanos y financiada por Estados Unidos.
El patrocinio vino de los obispos norteamericanos. En un inicio se había previsto a erogación total de un millón de dólares para el proyecto: 100,000 dólares para que la USCCB vigilara y diera continuidad en ese departamento especial y 900,000 que el equipo de la Conferencia Latinoamericana administrase para el trabajo de traducción. Sin embargo, aún no se solicitan ni ejercen todos los recursos previstos. Todo el financiamiento fue destinado a los viajes, las reuniones, los honorarios para los traductores y el equipo. Ninguno de los colaboradores tiene derechos de autor sino la CELAM y la USCCB.
¿Qué tan necesaria es una nueva Biblia hoy en día?
El propio Silva Retamales se lo plantea: “Cuando una recibe una Biblia ‘nueva’, de inmediato se pregunta. ¿Qué tendrá de especial esta llamada Biblia de la Iglesia en América? Hay ‘tantas Biblias’ que ‘una más’ parece innecesaria. Pero, sabemos que el Padre, por medio de la Sagrada Escritura, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos, razón por la cual los discípulos de Jesús requieren de traducciones exactas del texto bíblico, y a la vez adaptadas a los actuales lectores”.
Silva apunta que esta nueva traducción está orientada a atender las necesidades de vida y fe de los cristianos en América: “Hemos procurado que la traducción alcance un cuidado nivel literario y teológico, que sus introducciones y el glosario asuman los avances de las ciencias bíblicas y que las notas a cada pasaje bíblico ofrezcan la interpretación del mismo, de modo que ayuden a orar, animen en el servicio pastoral encomendado y el compromiso evangélico”.