Washington, Estados Unidos.- El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, anunció la creación de la Oficina de la Casa Blanca para la Fe, un organismo que tendrá como objetivo el respaldo a entidades religiosas, organizaciones comunitarias y lugares de culto, además de la protección de la libertad religiosa en el país. La oficina será dirigida por la telepredicadora Paula White, una figura influyente dentro del movimiento evangélico en Estados Unidos.
Esta nueva entidad reemplaza a la Oficina para las Sociedades Vecinales y Basadas en la Fe, creada en 2001 por el entonces presidente George W. Bush y mantenida con modificaciones por sus sucesores demócratas Barack Obama y Joe Biden.
La orden firmada por Trump exige a todas las agencias federales designar un "enlace religioso" en un plazo de 90 días para facilitar la colaboración con grupos religiosos.
Además, Trump anunció la próxima creación de un "grupo de trabajo contra el sesgo anticristiano", que tendrá como propósito investigar y responder a la violencia y el vandalismo contra cristianos, así como defender los derechos de los creyentes religiosos a nivel global.
La iniciativa ha generado controversia. La organización Americans United, que defiende la separación entre Iglesia y Estado, denunció que la medida podría ser utilizada para promover la intolerancia y la discriminación. "En lugar de proteger las creencias religiosas, este grupo hará un mal uso de la libertad religiosa para justificar la subversión de nuestras leyes de derechos civiles", declaró Rachel Laser, presidenta de la asociación, al New York Times.
El nombramiento de Paula White refuerza la estrecha relación de Trump con el electorado evangélico, un sector clave en su base de apoyo político. White, conocida por su defensa de la "teología de la prosperidad", ha sido una de las asesoras espirituales más cercanas al expresidente y ha participado activamente en eventos religiosos vinculados a su administración.
La decisión marca un nuevo capítulo en el debate sobre la influencia religiosa en la política estadounidense, con implicaciones tanto para la libertad de culto como para la relación entre el gobierno y las comunidades de fe en el país.