Ciudad de México.- A lo largo de tres días de actividades, la joven diócesis de Azcapotzalco realizó su Asamblea Diocesana de manera virtual; logró convocar a más de 250 colaboradores y fieles de la demarcación para compartir un análisis de la realidad desde la mirada de la fe y para construir juntos los caminos para salir de la crisis pandémica y asimilar un desafiante contexto social.
En entrevista para VCNoticias, el obispo Adolfo Miguel Castaño Fonseca compartió algunos de los acentos del encuentro digital: El ánimo de los fieles, sus temores naturales ante la crisis y la necesidad de atender la emergencia espiritual de un pueblo agobiado por múltiples males.
“A nivel espiritual, vivimos una emergencia que requiere atención; y, cómo como pastores, he insistido en que no podemos desaparecer cuando viene el lobo. Aquí, en medio de la pandemia y otros fenómenos, hay muchos lobos que nos atemorizan. Claro, hay uno que a todos nos atemoriza que es el virus, pero no podemos huir; y por eso hemos tratado la forma de cómo atender a las personas, a las familias, pero sin exponernos”
Castaño Fonseca afirma que, tras escuchar a sus sacerdotes, a las religiosas y a los laicos de Azcapotzalco comparte el sentimiento de vivir un “temor natural, normal”, por todo lo que está pasando; sin embargo, asegura que la fe auxilia a no permanecer inmóviles o pasivos:
“Hay un temor natural, normal, por todo lo que está pasando, por las repercusiones de la pandemia y la inseguridad, por los problemas respecto a la educación, las polarizaciones que vivimos actualmente en nuestra sociedad, las pasiones y ánimos por temas políticas, por ideologías y un largo etcétera. Todo esto lo estuvimos mirando en la Asamblea. Por supuesto, causa preocupación, causa una sensación de que tenemos que enfrentarnos a algo muy difícil como comunidad diocesana, de creyentes que quieren caminar en un proyecto pastoral. Sí existe este temor, pero no perdemos de vista que estas situaciones nos interpelan y desafían a tener una pastoral renovada, una actitud renovada… sobre todo, renovar nuestra actitud de fe. Es decir, dentro de lo que podemos llamar temor natural, normal, y una preocupación por la situación que vivimos, noto un gran espíritu de esperanza, de fe, de confianza; sobre todo sabiendo que el Señor está con nosotros, sabiendo que esta acción pastoral no es nuestra, es de Dios, de Cristo Jesús, de su Iglesia, es de todos”.
Para la joven diócesis de Azcapotzalco, esta es su segunda asamblea eclesial y para su realización no quiso postergarse ante las restricciones sanitarias de la pandemia; por el contrario, se utilizaron todas las herramientas de comunicación posibles para involucrar a todos los miembros la Iglesia: “Nos desafía esta realidad como una nueva oportunidad”, dice el obispo.
“[La asamblea] nos ayudó a escucharnos, a entendernos, a revalorar la necesidad de estar juntos, de darnos la mano, de ser una comunidad de creyentes renovada… quizá nos habíamos acostumbrado, incluso a las celebraciones como las teníamos, con un poquito de rutina quizá o hasta de cierta pasividad en un momento dado. Ahora, este mismo hecho que nos hace sentir la necesidad de celebrar, de tener la Eucaristía, los sacramentos, las oraciones, etcétera también nos ayuda a revalorar y, sobre todo, a renovar nuestra actitud de fe”.
El primer obispo de Azcapotzalco considera que los católicos viven un tiempo de gran reflexión en la que deben profundizar la mirada en lo esencial: “Quizá nos habíamos perdido un poco en las acciones, en las actividades. Quizá los árboles nos habían impedido ver el bosque; y ahora vemos ese bosque que implica construir una comunidad diocesana en la fraternidad, en la comunión, con este sentido de fe”.
Pero ¿cómo ha afectado esta pandemia a la naciente diócesis?
“Hay una gran población de nuestra diócesis de sacerdotes que son vulnerables, son mayores; algunos con enfermedades crónicas y delicadas. Aun así, los ministros atendemos a la gente: los sacerdotes hacen videollamadas o transmisiones por plataformas para acompañarlos, les celebran a través de los medios digitales, los escuchan por teléfono; incluso en alguna ocasión se acompaña presencialmente con todas las medidas sanitarias, en espacios abiertos. Esto ha sido muy demandante, y las personas entienden que no los rechazamos cuando no se pueden hacer celebraciones o no podemos visitar a un enfermo. Creo que la gente sí lo ha entendido, hemos tratado de buscar un sano equilibrio entre no abandonar a las personas, sus necesidades espirituales, pero tampoco exponernos imprudentemente. Son muchas emergencias en ese sentido y creo que la misma necesidad ha despertado la creatividad pastoral”.
Fonseca declara: “Sabemos que nada va a sustituir la cercanía y el contacto incluso físico porque somos espíritus encarnados, necesitamos de esa presencia física. Hay, por desgracia casos en que no siempre es conveniente y por ello, he instruido a mantener un equilibrio, para atender las necesidades de las personas”.
El obispo advierte que la pandemia es una realidad que va a influir de manera sustancial en el caminar pastoral de la Iglesia católica; pero la voz y la participación de todos sus miembros extiende la mirada, la misión y el servicio que deben hacer para el contexto actual:
“Me da gusto poder compartir la experiencia que vivimos como diócesis. Somos una diócesis naciente, llevamos un poco más de un año. Nacimos con mucha ilusión y esperanza. En esta Asamblea, con mucho entusiasmo presentamos algunos proyectos para nuestro trabajo pastoral. Capté esto en los tres días de la asamblea, estuvimos conectados todos escuhando las voces de los sacerdotes, laicos, de las religiosas. Vamos caminando muy despacio, muy lentamente, pero siempre nombre de Dios en medio de esta situación”.