Guanjauato.- A causa del prolongado estiaje en el país, el nivel del agua en la presa La Purísima ha revelado los muros de la parroquia de un pueblo extinto que fue inundado hace cuarenta años.
Se trata de una capilla del siglo XIX que atendió una comunidad católica asentada en el valle a inicios del siglo XVIII y dedicada a la Virgen de los Dolores.
El recinto católico combina en su manufactura estilos neoclásico y barroco; y se encuentra en corazón de la extinta comunidad del Zangarro, relevante desde la época virreinal porque había oficinas del registro civil y la vicaría eclesiástica de la entonces conocida como Villa Real de Mina de Guanajuato.
Según la directora del Archivo Municipal de Irapuato, Dulce María Vázquez, el sitio era permanentemente concurrido por los habitantes de la región, tanto para acudir a la parroquia como para realizar trámites ante el registro civil y la vicaría territorial que hoy se encuentran bajo la jurisdicción de la diócesis y municipalidad de Irapuato.
La comunidad tuvo que ser desalojada tras el decreto de 1979 firmado por el presidente de México, José López Portillo. El jefe del ejecutivo ordenó que en las mil 200 hectáreas del poblado se construyera la presa La Purísima. La decisión buscó poner remedio a las inundaciones de la cabecera municipal de Irapuato que ponian en riesgo a la población por el desborde de la presa El Conejo.
“Cuenta la historia oral que les costó mucho irse, más que por las construcciones, por el sentido de pertenencia al lugar (...) Unos cuantos se resistieron hasta que vieron que ya era una realidad que el agua llegaría para cubrir todo el poblado”, relató Dulce Vázquez. Así, los habitantes del Zangarro fueron reubicados en terrenos cercanos y refundaron su comunidad preservando su nombre.
Pero, a pesar del paso de los años y de estar inundado, el templo de la Virgen de los Dolores sobrevive, aún se conserva su estructura original en color gris, sus arcos internos aún conservan su grabado original, una cúpula y parte de su atrio. y es hoy un atractivo que atrae a visitantes y curiosos que buscan fotografiar sus restos.
En temporadas de calor y sequía, los niveles de agua bajan tanto que se puede acceder a la iglesia sin necesidad de abordar uno de los pequeños botes que deambulan por la presa y hasta encontrar pequeños vestigios del pueblo. (Con información La Vanguardia)