Ciudad de México.- Hemos llegado a un punto de quiebre, la realidad sobre los abusos contra las mujeres en México es una pesada losa que no podemos obviar ni minimizar. La movilización de mujeres al paro nacional #UnDiaSinNosotras el próximo 9 de marzo supera toda agenda ideológica, política o instrumentalista (aunque algunas voceras desprecien a mujeres que no piensan como ellas). En la Iglesia católica hay muchas mujeres -son absoluta mayoría- y día a día construyen comunidad: laicas, catequistas, maestras, religiosas, misioneras, coordinadoras, directoras y hasta cancilleres diocesanas. Muchas quisieron hablar, otras no; y finalmente, algunas prefirieron hacerlo desde el anonimato.
Esto es lo que ellas opinan:
¿Sumarse o no al #9M?
“Como católica practicante me voy a unir en oración y en sacrificio. Además, aprovechar para tratar de sensibilizar al personal con el que trabajo para que se acabe la violencia no sólo contra la mujer sino contra niños, adolescentes, hombres y mujeres. No es una situación solamente contra las mujeres, sino contra toda la población, es una inseguridad pavorosa. Creo importante hacer una red de protección, de seguridad y respuesta ante cualquier alerta de seguridad y peligro” (Cecilia, empresaria y productora).
“Sí pienso adherirme en el sentido de portar una prenda color morado y algún posicionamiento en redes. Pensé en usar una pañoleta morada junto con la azul por la vida. Me parece importante mostrar con estos gestos el hartazgo por la falta de seguridad con la que transitamos, ciertamente todos en este país, pero en especial las mujeres. Tengo dos hijas mujeres y un varón. Las chicas me reclaman por qué no las dejo, por ejemplo, usar Uber ellas solas y tristemente no se los permito simplemente por el hecho de que son mujeres. Seguramente no tendría problema en darle este permiso a su hermano, cuando tenga la edad que ellas tienen ahora” (Blanca, editora y periodista).
“Sí quiero adherirme. Creo en la protesta social como un derecho de los ciudadanos. Es una opción frente a los reclamos. Pero sé cómo opera la protesta social, así que participaré y buscaré con quién. Porque no es sumarse sólo a la buena de Dios. Conozco grupos, movimientos y organizaciones sociales en quienes confío y con quienes no desconfiaría de sumarme en sus filas. Sumarse requiere de discernimiento, en los grupos en los que yo confío” (María de Jesús, religiosa en dirección educativa).
“No pienso adherirme, porque considero que el movimiento está polarizado y cada uno lo está interpretando desde su trinchera, creo que es una mezcla de ideología feminista radical y el nuevo feminismo en donde se pretende ejercer sororidad y empatía hacia otra mujer de acuerdo la experiencia femenina vivida, aunque en la vida cotidiana sea la misma mujer la que es capaz de lastimar a otra más que un hombre. Entonces, no apoyo a las mujeres que ven el movimiento con ojos burdos, sin humanidad, sin caridad, generalizando que todo hombre es malo y ha hecho daño sin piedad a cuanta mujer se le ha cruzado en el camino, dejando de lado aquellos que indiscutiblemente su masculinidad les hace reconocer la grandeza y la importancia de las mujeres en el mundo. Como periodista apoyo a las mujeres, pero me resisto a apoyar el movimiento que deja entrever aquella competencia y destellos de odio hacia los hombres y no ofrece una visión clara para un cambio o una propuesta para mejorar nuestra relación como seres humanos” (Guadalupe, escritora y periodista).
“No pienso adherirme porque yo aprendí a trabajar por lo que quiero lograr, no dejando de hacer, sino haciendo. Además, en mi trabajo el jefe no piensa apoyarlo y me descontarían el día” (Anónima, coordinadora de pastoral).
“Como religiosa creo que la violencia contra la mujer no puede pasar indiferente a la sociedad; esto no lastima sólo a la persona sino a la comunidad. Nos trasgrede y, por supuesto, ha estado en el padecimiento de la vida religiosa. Prefiero manejar mejor información respecto a la equidad de género, la violencia contra la mujer tanto en su dimensión extrema que son los feminicidios, pero también en la violencia doméstica y laboral. Estrictamente estamos llamados a solidarizarnos; pero también a discernir, investigar quién convoca. Indiferentes, no; críticos y discerniendo, sí. Hay que sumarnos creativa y conscientemente a esta situación tan grave.” (Juana Ángeles, religiosa pedagoga y directiva).
“Algunos apuntan que el paro se hace desde el privilegio y no se piensa en las demás mujeres. Yo creo que es una oportunidad para concientizar de verdad sobre la situación en la que estamos. También creo que debería haber un mejor plan de acción que saliera de la simple protesta y que se fijara incluso en protestar ante otras instancias como los prostíbulos (que me parecería prioritario antes que el aborto). Como sea este tema en la mesa abre la posibilidad a compartir lo que pensamos y ojalá, a generar nuevas propuestas” (Susana, coordinadora de pastoral juvenil).
¿Preocupa la manipulación ideológica del movimiento?
“El feminismo tiene extremos ideológicos, extremos que no son una respuesta. Se ha llegado a la misma opresión. La carga ideológica es muy fuerte. Cualquier partido va a querer aprovechar este movimiento y eso no se vale. Estos movimientos se gestan, se reflexionan, se disciernen. No estamos libres de manipulación, no estamos exentas” (María de Jesús).
“No hay manera de evitar la manipulación. Ni siquiera está claro quién convoca a este paro. Se han atribuido la iniciativa colectivos feministas, movimientos políticos y una asociación. Pregunté a 25 personas cercanas y nadie sabe quién convoca” (Anónima).
“Considero que cada una, desde sus valores y creencias desencadenamos el modo de actuar y dirigirnos al mundo. La mujer por naturaleza tiene un sexto sentido que la determina a realizar actitudes que la lleven a sentirse satisfecha con su ser de mujer. Por lo que creo que si bien, es fácil la manipulación, también hay una conciencia que grita ese deber a unirse o detenerse en analizar propuestas, necesidades y realidades. La experiencia de vida de una mujer y su forma de ver desde diversas ópticas, la impulsan a apoyar o cerrarse a las ideologías que taladran en este bum publicitario y cultural generado desde la violencia. Una mujer por naturaleza transmite desde que amanece su malestar, su dolor, su felicidad y su visión de la vida muchas veces sin palabras, con su simple actitud en la manera de enfrentar los tiempos buenos y difíciles. Entre mujeres hay un lenguaje no hablado para decirnos todo lo que tenemos que decir con una simple mirada. Sabemos que hay quienes son aguerridas que necesitan gritan y sabemos que hay quienes somos calladas, pero no por eso pasamos por alto la situación que nos incomoda, nos lastima, nos preocupa o nos hace valer menos” (Guadalupe).
“Se me hace muy difícil evitar la manipulación dada la polarización que priva actualmente en la sociedad. Primero por los temas de aborto, de ideología de género, de los ‘derechos reproductivos’; y ahora le sumamos la polarización que genera el cambio de gobierno, los seguidores de López Obrador contra los panistas, etcétera. Para mí la inquietud que ha surgido a raíz del caso de Fátima e Ingrid abarca más que sólo a las feministas… tengo amigas que aborrecen a AMLO y por supuesto aborrecen también a las feministas radicales, pero promueven el paro y por ejemplo, alguna se quejó conmigo por el posicionamiento de mi jefe -en contra del paro-, asumiendo que puede tomarse como posicionamiento de la Iglesia” (Blanca).
“Para evitar la manipulación creo que debemos informarnos bien, buscar todas las fuentes, saber qué se dice, llegar al fondo. Los diferentes grupos políticos y proaborto están aprovechando para poder tomar partido en este paro y promover sus causas, lo cual se nos hace equivocado y antiético. Nos informamos y comentar qué es lo que pasa para tomar una postura correcta” (Cecilia).
“Vemos un fenómeno complejo de manejo de información, diversas tendencias y el uso de este reclamo para favorecer intereses ideológicos, políticos y religiosos. Esa polarización de tendencias no nos da la información necesaria. Por ello, creo que requerimos análisis crítico y evangélico a la manipulación, no sólo saber de dónde vienen y van. Necesitamos tener más clara la conciencia” (Juana Ángeles).
¿Cómo ayudar, qué opciones hay?
“¿Cómo ayudar? Me parece que apoyando el paro con alguno de los gestos que se proponen, pero sencilla, humildemente; tratando simplemente de visibilizar la realidad de la violencia que padecemos las mujeres que es muy diferente a la que padecen los hombres (acoso, abuso, inequidad). Pero todo sin tratar de imponer ideas” (Blanca).
“Compartir previamente al tema de la movilización todas las reflexiones sobre la realidad. Compartir una agenda que nos ayude, lo que puede sumar. Sumarse con quienes confiamos. Y después, hay una tarea posterior al movimiento. Debe ser parte de un proceso con mesas de diálogo, lecturas, etcétera. Debemos buscar mejores prácticas” (Juana Ángeles).
“Me parece que como Iglesia le debemos a las mujeres un acompañamiento más cercano y visible a la problemática que le aqueja. Pienso en los casos de violencia doméstica y veo cómo organizaciones civiles han generado proyectos para sacar a las mujeres de este círculo resguardándolas y apoyándolas mientras las atienden en lo emocional y en la formación. Viviendo en Ciudad Juárez pienso en el asunto de los feminicidios y desapariciones de mujeres. Aquí la Iglesia llegó muy tarde y muy escuetamente a ese acompañamiento-apoyo, mientras organizaciones de la sociedad civil ya lo tenían. Acá apenas luego de la visita del papa Francisco hubo un sacerdote que comenzó a acompañar a madres de mujeres desaparecidas o halladas muertas. Y creo que en ello la Iglesia falló y ha fallado en ser sensible con las mujeres-madres y su dolor, su angustia por una hija desaparecida” (Blanca).
“Debemos tomar conciencia que esta realidad no nos humaniza; no basta tocar la herida se requiere sanarla. Se requieren procesos de sanación espiritual. Temas como la prostitución, la violencia, la trata de personas… hay congregaciones religiosas que atienden estas situaciones. Pero aún hacen falta planes y programas parroquiales que pongan acento en lo que Jesús ha hecho con las mujeres” (Juana Ángeles).
¿La Iglesia católica aún tiene deudas con las mujeres?
“Las instituciones eclesiales responden muy lentamente a los pedidos que tanto hombre y mujeres hacemos a la Iglesia jerárquica. Al pedir ayuda para hacer alguna actividad, alguna iniciativa o para hacer una denuncia encontramos poco apoyo y mucha burocracia. Demasiada burocracia. De tal suerte que casi nunca se pronuncian para poder ayudarnos en estas peticiones, para dar una respuesta rápida y una acogida espiritual y material a las causas. Hay una respuesta muy lenta o nula. Casi no se comprometen ni dan la cara ni hacen una propuesta a la población católica” (Cecilia).
“Tenemos una enorme deuda en las instituciones católicas. No nos alcanzarían muchos años para atenderlas. El exceso de clericalismo afecta a los hombres, pero principalmente a las mujeres. Que son utilizadas, rebajadas, minusvaloradas; no son escuchadas ni tomadas en cuenta. Es muy raro que te tomen en cuenta si no es porque quieren aprovecharte. Veo que -en general- en el clero secular persiste el machismo; en cambio en la vida religiosa masculina hay más sensibilidad. Creo que la vida comunitaria y espiritual compartida ayuda a tener un trato más igualitario, compartido, participativo y cooperador. Claro, a veces creo que las mujeres nos prestamos a eso; en la vida femenina religiosa veo jóvenes que gastan su vida en abrir y cerrar puertas de oficinas diocesanas, a traer el café a obispos y curas. Es difícil ver a esas mujeres que, pudiendo hacer tanto bien, ven su vida desperdiciada en esto. Estaos enanos en la igualdad de género. Hay mujeres sumamente capaces para ganar espacios porque coordinan, apoyan, capacitan, son sumamente capaces. Pero no se cree en ellas. Hay una violencia silenciosa contra las mujeres por el hecho de ser mujer” (María de Jesús).
“La primera y más importante deuda: la indiferencia. En mi diócesis no hay encargados pastorales laicos y los brazos derechos son hombres; y si son mujeres, no tienen cargo, sólo encargos. Las mujeres son adornos, servidoras y amigas, pero no consejeras. Las mujeres somos las secretarias, las catequistas, las que ayudan al padre, leen en la Misa, las que rezan. Y, las que trabajamos directamente con alguien, en inmediato los mismos sacerdotes lanzan la injuria de sospecha ¿no serán algo más del cura? Predicadores, miembros de asuntos económicos, son hombres. Merecedores de becas, tomados en cuenta para crecer, son hombres” (Anónima).
“Qué deuda tan grande se tiene con las mujeres, las cuales sufren a diario el desprecio que les ocasiona el ser mujer. Las instituciones del clero, por lo general, enfrentan una masculinidad arraigada que no permite reconocer la necesidad de complementariedad con el sexo femenino. Y eso duele y decepciona. Como mujer laica afirmo que he vivido situaciones de hostilidad, despotismo, frialdad y poca solidaridad. Reconozco que a últimas fechas hay grandes esfuerzos para tratar con cordialidad relaciones entre hombre y mujeres en el clero, pero se requerirán años para romper con el machismo e intolerancia en las instituciones eclesiales hacia las mujeres. Las instituciones eclesiales deben empezar a reconocer que sin las religiosas el sistema eclesial se cae, no existiría. Las religiosas hoy son las encargadas de sostener, desde su visión maternal, los dolores y horrores de la Iglesia, aunque ellas han tenido que permanecer por siglos anónimas y soportar situaciones contrarias a lo que dicta el Evangelio. Con su camuflaje de sumisas trabajan como hormigas al ras del suelo para engalanar al obispo o al sacerdote que con desprecio sólo es capaz de abrirles el atrio de su parroquia para la venta de rompope y galletas, dejando de lado que, si la Iglesia late, es por su corazón (Guadalupe).
“Creo que la Iglesia le debe a las mujeres el reconocimiento de la valiosa labor y aporte que hacen. El reconocimiento a sus capacidades, y que se vea en la práctica. Yo sí creo que la Iglesia promueve a la mujer en mucho sentido, la impulsa, le abre espacios, la ayuda a superarse. En todo caso, habría que revisar cuáles espacios son los que las mujeres reclaman. Pero también me parece que prevalece la visión machista de quienes dirigen la Iglesia (los hombres), aunque entiendo que habría que sumarle la cuestión cultural en nuestro país. Creo que podría haber en las diócesis, como ha ocurrido en el Vaticano -sobre todo con Francisco- más apertura a que las mujeres dirijan proyectos, se formen académicamente, dirijan instituciones eclesiales. Esto abarca también acabar con el clericalismo, que tanto nos remarca el papa” (Blanca).