Bagdad, Iraq.- Frente a la visita apostólica que el papa Francisco realizará el próximo mes a Iraq, las comunidades cristianas en la región tan golpeada por la persecución religiosa ejercida con violencia por el extremismo islámico esperan recibir al pontífice con remodeladas estructuras y esperanza por mejores condiciones para la ciudadanía.
Ese es parte del proyecto de recaudación de fondos para reconstruir un jardín de niños destruido por ISIS en la llanura de Nínive. La iniciativa, de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), busca acompañar el camino de preparación de Iraq para la inminente visita del Papa del 5 al 8 de marzo.
Según datos de la fundación, el 12 de enero de 2021 apenas el 45% de las familias que originalmente residían en la llanura de Nínive regresaron a casa. En el último lustro, toda la población había sido sometida a la violencia por radicales y extremistas islámicos y, especialmente a los cristianos, se les expulsó de sus hogares. Hoy, "gracias también al gran esfuerzo solidario realizado por la comunidad católica internacional, comenzando por benefactores de la propia fundación" ya se ha avanzado en el retorno de las comunidades; sin embargo, el 55% restante aún no ha regresado:
"Algunos están en el extranjero y no regresarán", comenta el sacerdote Karam N. Shamasha, párroco de la iglesia católica caldea de San Jorge en Telskuf.
Algunos ciudadanos fueron desplazados dentro de su propio país, principalmente a aldeas vecinas. Así que estos habitantes volverán "cuando se disponga de las oportunidades laborales necesarias para tener una vida digna". Y es que, varias localidades arrasadas por ISIS y la guerra aún no cuentan con todos los servicios básicos: "En nuestra zona no hay electricidad, las escuelas no están bien preparadas para recibir a los estudiantes. Las tiendas están cerradas debido a la pandemia y la crisis económica. La situación no es tranquilizadora", afirma Shamasha.
Por si fuera poco, los cristianos que vuelven a sus hogares y a su tierra son "una minoría que debe enfrentarse a instituciones caracterizadas por una enorme corrupción. A estas autoridades no les importa la presencia de cristianos en estas tierras, de hecho hay partidos que quieren expulsar a los cristianos para tomar posesión de sus tierras. Por tanto, no es fácil hablar del crecimiento de la comunidad cristiana hoy", lamenta el religioso.
El contexto es todavía muy conflictivo: "Hay una lucha interminable entre chiítas, sunitas y kurdos. Vivimos en medio de estas luchas y por eso nos resulta muy difícil reivindicar nuestros derechos como ciudadanos iraquíes".
Por estas razones, el proyecto de ACN en la llanura de Nínive es tan importante. Hasta allí han regresado unas 150 familias, es decir, casi el 16% de las que residían antes de los ataques islamistas. De las mil cinco casas dañadas, 370 han sido reconstruidas, es decir, queda mucho por hacer.
"La Iglesia tiene la intención de acompañar a estas familias recién regresadas. Estamos tratando de hacer actividades para atraer la atención de los jóvenes de las familias que ya han regresado y llamar a aquellos que aún no han regresado a sus hogares. La Iglesia trabaja para restaurar las condiciones previas a Isis en un pueblo donde el 87% de los cristianos originalmente presentes todavía están desaparecidos. Luego están los conflictos entre el gobierno y los partidos kurdos. Batnaya está ahora bajo el control de los chiítas, mientras que otras partes de la diócesis están bajo el control de la autoridad de Kurdistán".
No es solo un problema político: "Hay tantas dificultades para moverse y aunque se reconstruya una casa no se puede llegar fácilmente porque no es fácil moverse entre las áreas sujetas a las distintas autoridades".
Por el momento hay muchas estructuras por reconstruir pero la fundación pontificia ACN ha optado por comprometerse a reconstruir la de Batnaya, construida en 2010 y confiada a la comunidad religiosa de Santa Catalina de Siena, que antes del ataque de los extremistas islámicos contaba con 124 miembros.
La planta baja albergaba aula, cocina, despacho, comedor y salón. El primer piso, que consta de tres aulas y un salón, se utilizó como área de juegos en invierno: "La instalación fue bombardeada y completamente destruida. Ahora se busca reconstruir una estructura de 450 metros cuadrados en dos plantas destinada a acoger a niños en edad preescolar, a quienes también se les garantizará su primera educación cristiana".
Los trabajos de construcción y las funciones administrativas serán realizados por quienes regresen a Nínive después del éxodo, para garantizar la plena participación de toda la comunidad: "Si queremos reconstruir una comunidad, tenemos que comenzar con cosas fundamentales como la educación", concluye Shamasha.