Llevamos prácticamente un año viviendo una pandemia. Siendo testigos del dolor de muchos ante la pérdida de un ser querido, quizá has perdido a una persona importante en tu vida. Hemos visto cómo han cambiado las dinámicas sociales, familiares, laborales, económicas y hasta religiosas.
Con este panorama ¿qué sentido tiene este miércoles de ceniza y empezar la cuaresma?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que la Iglesia recuerda el auto exilio de Jesucristo en el desierto como preparación a su misión, que llegaría a su punto mas dramático en lo alto del Gólgota el viernes santo, y es también una invitación a volver nuestra mirada hacia Dios para poder acompañar al mismo Cristo en su pasión, muerte y resurrección.
Tradicionalmente la cuaresma esta relacionada con palabras como “sacrificio, ayuno, conversión, penitencia”. Palabras que quizá muchos han vivido en carne propia durante el última año a causa de la pandemia.
¿Cómo hablar de sacrificio y penitencia, cuando las cifras de contagios y muertes por covid-19 nos dejan helados cada día? ¿Cómo hablar de sacrificio y penitencia cuando todos conocemos historias trágicas y dolorosas, dentro y fuera de los hospitales? ¿Cómo hablar del ayuno cuando se experimenta una crisis económica y un aumento en el desconcierto laboral y profesional?
Los grandes héroes de esta pandemia son, sin lugar a duda, el personal sanitario que han dejado testimonio de lo que es el sacrificio, la entrega total y desinteresada.
Y es justamente su ejemplo lo que representa para nosotros una oportunidad para ver, contemplar y vivir la cuaresma desde otra óptica: la de amar más y mejor, la de salir de nuestra zona de confort y entregarnos más a los demás.
La cruz no es un símbolo de muerte, sufrimiento y castigo; es un signo vivo de amar hasta el límite. Por eso, en el miércoles de ceniza recordamos la invitación de Jesús a volver la mirada a él y creer en su evangelio que es el camino para aprender a amar sin medida.
Entonces, la cuaresma no es sólo la parte negativa del sacrificio y la penitencia; sino preparar nuestro corazón para que, junto con Jesús, también en nuestra vida podamos entregarnos y amar al extremo, como las miles de personas del sector salud que viven día a día el desgaste por el bien de los demás y la fuerza transformadora del amor y el servicio.
Los tiempos que hemos vivido y vivimos no han sido fáciles para nadie; hemos tenido que aprender tantas cosas de nosotros y de los demás, especialmente de un virus que nadie ve pero que ha lastimado a millones de personas y familias.
La cuaresma se nos presenta como la oportunidad de abrazar nuestra realidad y vivirla desde la mirada de Jesús y con la cruz en el horizonte. No como pena y castigo, sino como signo de nuestra capacidad de amar sin límites.
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* El P. Joaquín Sáinz es sacerdote Legionario de Cristo, originario de Puebla y ordenado el 29 de agosto del 2020 en medio de la pandemia de COVID-19 en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.