Ciudad del Vaticano.- Con una nutrida participación de purpurados provenientes de todas partes del mundo, el papa Francisco ha presidido el Consistorio público ordinario en el que ha creado 20 nuevos cardenales en la Basílica de San Pedro.
La ceremonia, breve y consistente en la colocación del birrete carmín, el anillo cardenalicio y la entrega del título romano (todos los cardenales tienen titularidad diaconal, presbiteral o episcopal de una sede administrativa en Roma), tuvo como centro de reflexión el símbolo del 'fuego' que el pontífice eligió a partir del Evangelio de San Lucas (“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”).
Francisco invitó a considerar las dos formas que asume este símbolo y, a la luz de ellas, rezar por los cardenales, “de modo particular por ustedes, que precisamente en esta celebración reciben dicha dignidad y responsabilidad”, dijo.
El Papa puntualizó que, con el "primer fuego" (la llama del Espíritu), "el Señor quiere comunicarnos su valentía apostólica, su celo por la salvación de cada ser humano, sin excluir a nadie".
“Quiere comunicarnos su magnanimidad, su amor sin límites, sin reservas, sin condiciones, porque en su corazón arde la misericordia del Padre. Y dentro de este fuego se encuentra también la tensión misteriosa, propia de la misión de Cristo, entre la fidelidad a su pueblo, a la tierra de las promesas, a aquellos que el Padre le ha dado y, al mismo tiempo, a la apertura a todos los pueblos, al horizonte del mundo, a las periferias aún desconocidas”, apuntó.
El segundo fuego, al que Francisco ejemplificó como aquel que arde "sobre las brasas", el Sucesor de Pedro dijo que "este fuego arde, de modo particular, en la oración de adoración, cuando estamos en silencio cerca de la Eucaristía y saboreamos la presencia humilde, discreta, escondida del Señor, como un fuego en ascuas, de manera que esta misma presencia se convierte en alimento para nuestra vida diaria".
Francisco recordó al santo Carlos de Foucauld, "quien, al haberse encontrado por mucho tiempo en un ambiente no cristiano, en la soledad del desierto, centró toda su atención en la presencia, tanto la presencia de Jesús vivo en la Palabra y en la Eucaristía, como la propia presencia del santo, que era fraterna, amigable y caritativa".
También en los hermanos y hermanas "que viven la consagración secular, en el mundo, alimentando el fuego bajo y duradero en los ambientes laborales, en las relaciones interpersonales, en los encuentros de pequeñas fraternidades; o también como sacerdotes, en un ministerio perseverante y generoso, sin hacer alarde, en medio de la gente de la parroquia".
"¿Qué me dice a mí y a ustedes, en particular, este doble fuego de Jesús?", se preguntó el Santo Padre. "A mí me parece que nos recuerda que el fuego del Espíritu mueve al hombre lleno de celo apostólico a cuidar con valentía tanto las cosas grandes como las pequeñas, porque 'Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño'", recordó Francisco el epitafio en latín de san Ignacio de Loyola en la Chiesa del Gesù.
Aunque el santo padre viajará a L'Aquila este domingo 28 para participar en la ceremonia del 'Perdón Celestiniano', el lunes y martes acompañará la reunión de cardenales que reflexionarán la nueva Constitución Apostólica 'Praedicate Evangelium'; se tratará de la primera vez que, junto a todos los llamados 'príncipes de la Iglesia' se sentarán en dos largas jornadas a reflexionar y estudiar la aplicación del nuevo ordenamiento pastoral-administrativo.
Se prevén encuentros por grupos linguísticos sobre diversos aspectos relativos al documento, como también intercambios en Aula.
Por el momento, está confirmada la presencia de 197 participantes, entre Cardenales, Patriarcas Orientales y Superiores de la Secretaría de Estado. Por último, en la tarde del martes 30 de agosto, luego de los trabajos plenarios, se celebrará la santa misa en la Basílica Vaticana.