Cuautitlán Izcalli, Edomex.- Más de 45 millones de latinoamericanos de cultura indígena y afrodescendiente cuyas raíces espirituales siguen ‘perfumando’ a la Iglesia católica del continente continúan invisibilizados, padecen exclusión, discriminación, dominio y control incluso desde las estructuras eclesiales actuales, denunciaron en conjunto los participantes de la mesa sobre las “raíces culturales de América Latina y el Caribe” en la Primera Asamblea Eclesial continental realizada en México.
Durante la sesión para escuchar las voces de las comunidades católicas afrodescendientes e indígenas y explorar las raíces culturales de la Iglesia en América Latina y el Caribe, el cardenal Felipe Arizmendi (México); el sacerdote Venanzio Mwangi, IMC (Colombia) y las religiosas Laura Vicuña, ICF (Brasil) y María Suyapa, HC (Honduras) coincidieron en la importante labor de las comunidades indígenas y afroamericanas para la identidad de la Iglesia latinoamericana y los retos que aún existen para una total integración de dichas comunidades al camino de la Iglesia institucional en el continente.
Ante el pleno de la Asamblea, la religiosa María Suyapa explicó que “la humanidad y todas sus culturas se originaron en África”, por lo tanto existe una “sagrada contribución de nuestra madre África” cuyas “raíces culturales y espirituales” inculturaron la fe cristiana en “sus propios idiomas, ritos, ceremonias, lenguas, símbolos y expresiones”.
Laura Vicuña, hermana catequista franciscana que sirve en la Iglesia amazónica y trabaja con comunidades originarias en la defensa de su tierra destacó que América Latina alberga a pueblos indígenas que suman más de 45 millones de personas y “que se caracterizan por una diversidad demográfica, social, cultural y territorial”. Dijo que los pueblos indígenas en todo el continente se enfrentan a muchos desafíos, especialmente en su supervivencia frente a la acción depredadora y tecnócrata de sus pueblos y territorios por parte del poder y del dinero; pidió que se reconociera la riqueza de la diversidad cultural.
Por su parte, el cardenal Arizmendi explicó que la comunidad eclesial en el continente no debe ser como “antropólogos que quieren conservar a estas razas en un museo; nuestro servicio pastoral a la vida plena de los pueblos indígenas y afros exige anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva, denunciar las situaciones de pecado, las estructuras de muerte y la violencia mientras se fomenta el diálogo intercultural”.
Arizmendi reconoció que la Iglesia del continente aún “no ha hecho gran cosa” en el compromiso con las comunidades indígenas y afroamericanas: “Hay que pedir perdón a Dios, a estos nuestros pueblos porque hoy están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual, en sus modos de vida, en sus identidades… Están a punto de desaparecer muchas etnias que son un tesoro de la humanidad. Sufren grandes ataques a su identidad… la globalización pone en peligro su existencia”.
Aseguró que, la Iglesia continental debe asumir las causas de los pobres, integrar a los indígenas y afroamericanos; promover las vocaciones y ministerios de estas culturas; darles el lugar que se merecen con una formación inculturada sin que les haga perder sus raíces [...] crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y afro... Denunciar lo que les hace daño. Hay que luchar mucho por ellos, comprometernos mucho más”.
Por ello, el cardenal que hizo un largo servicio entre las comunidades indígenas de México concluyó con tres propuestas:
“Que cada país haga encuentros de laicos, religiosas, seminaristas, sacerdotes y obispos procedentes de estas culturas [...] Que en la reestructuración del Consejo Episcopal Latinoamericano se nombre un obispo indigena con un secretario indígena con las conferencias de América, sin sueldo y oficina dando este servicio desde su propio país, igual con la comunidad afroamericana [...] y que se acompañen los diálogos de la teología india para clarificar sus contenidos”.