Québec, Canadá.- En la última jornada de la 'peregrinación penitencial' del Santo Padre a Canadá para alcanzar el perdón y la reconciliación, Francisco volvió a reunirse con delegaciones de comunidades indígenas gracias a la organización del arzobispado de Québec y, tras comprometerse nuevamente en el camino de la reconciliación, encomendó a los pueblos originarios a tres santas mujeres: la Virgen María, Santa Ana y Santa Catalina Tekakwitha.
"He venido como peregrino, con mis limitadas posibilidades físicas, para dar nuevos pasos adelante con ustedes y para ustedes; para que se prosiga en la búsqueda de la verdad, para que se progrese en la promoción de caminos de sanación y reconciliación, para que se siga sembrando esperanza en las futuras generaciones de indígenas y no indígenas, que desean vivir juntos fraternalmente, en armonía", dijo a la delegación de las Primeras Naciones.
El pontífice también expresó su admiración a los indígenas de Québec, por su sentido de familiaridad y comunidad, que contrasta en un mundo lamentablemente individualista.
Reconoció que la comunidad indígena cultura el bien común a través del vínculo entre los jóvenes y los ancianos; también aseguró que se favorece la custodia de una "relación sana y armoniosa con toda la creación".
El Pontífice les manifestó que regresará a Roma "mucho más enriquecido", porque lleva en el corazón el tesoro incomparable hecho de personas y de pueblos que le han marcado, de rostros, sonrisas y palabras que permanecen en su interior; de historias y lugares que no podrá olvidar; de sonidos, colores y emociones que vibran fuertes en él.
"Realmente puedo decir que, durante mi visita, fueron sus realidades, las realidades indígenas de esta tierra, las que visitaron mi alma; entraron en mí y siempre me acompañarán. Me atrevo a decir, si me lo permiten, que ahora, en cierto sentido, yo también me siento parte de vuestra familia, y me siento honrado".
Más adelante, el Papa encomendó a los pueblos indígenas a tres santas mujeres cuyo testimonio también es de reconciliación: "Santa Ana, la Virgen María y santa Catalina Tekakwitha. Estas mujeres pueden ayudar a unir, a volver a tejer una reconciliación que garantice los derechos de los más vulnerables y sepan mirar la historia sin rencores ni olvidos".
Ellas recibieron de Dios un proyecto de vida y, sin preguntar a ningún hombre, dieron su “sí” con valentía:
“Estas mujeres podrían haber respondido mal a todos los que se oponían a ese proyecto, o bien permanecer sujetas a las normas patriarcales de su tiempo y resignarse, sin luchar por los sueños que Dios mismo había impreso en sus almas. Pero no tomaron esa decisión, sino que con mansedumbre y firmeza, con palabras proféticas y gestos resueltos se abrieron camino y cumplieron aquello a lo que habían sido llamadas”.
"Santa Ana, de quien pude sentir su ternura y protección, venerándola junto a un pueblo de Dios que reconoce y honra a las abuelas. En segundo lugar, pienso en la Santa Madre de Dios: ninguna criatura merece más que ella ser definida como peregrina, porque siempre, también hoy, también ahora, está en camino; en camino entre el cielo y la tierra, para cuidarnos por encargo de Dios y para llevarnos de la mano hacia su Hijo".
Por último, señaló Francisco, "mi oración y mi pensamiento en estos días han ido frecuentemente a una tercera mujer de presencia afable que nos ha acompañado, y cuyos restos se conservan no lejos de aquí. Me refiero a santa Catalina Tekakwitha. La veneramos por su vida santa, pero, no podríamos pensar que su santidad de vida, caracterizada por una entrega ejemplar en la oración y el trabajo, así como por la capacidad de soportar con paciencia y dulzura tantas pruebas, también fue posible por ciertos rasgos nobles y virtuosos heredados de su comunidad y del ambiente indígena en el que creció"..
"Que ellas bendigan nuestro camino común, que intercedan por nosotros y por esta gran obra de sanación y reconciliación tan agradable a Dios", concluyó Francisco.