Québec, Canadá.- Durante la Misa de Reconciliación en tierra canadiense, el papa Francisco destacó la centralidad de Jesús en el camino hacia la sanación, un camino que debe reconocer los fracasos cometidos pero también que abre la mirada a la esperanza y a la promesa de salvación.
Francisco celebró la Misa para la Reconciliación en el histórico Santuario Nacional de Santa Ana de Beaupré, la basílica mariana más antigua de Norteamérica e histórico recinto de peregrinaje que fue erigida en 1658. En este sitio se construyó la primera iglesia de Canadá y, en su seno guarda tres reliquias de Santa Ana, madre de María y abuela de Jesús; así como una copia de la Escalera Santa (las escaleras que subió Jesús en el palacio de Poncio Pilatos).
En la homilía, el pontífice hizo una reflexión sobre las circunstancias adversas dre la vida llenas de "nuestras fragilidades y debilidades, experimentamos derrotas y desilusiones, y tantas veces quedamos bloqueados por un sentimiento de fracaso que nos paraliza" pero que, recordó, cuando están acompañadas por Jesús se puede volver a "abrir los ojos y hacer arder nuestro corazón". A esto, lo denominó como un itinerario "del fracaso a la esperanza".
El mensaje del pontífice no puede dejarse de interpretar por los errores cometidos por los cristianos en tierras canadienses y los abusos cometidos en las Escuelas Residenciales que fueron la razón del viaje que él también denominó 'peregrinaje penitencial'; Francisco contrasta el pesar de los 'discípulos de Emaús' que retornan de Jerusalén tras atestiguar la muerte de Jesús con las experiencias de fracaso en la vida contemporánea: "[Ellos] vuelven a casa abatidos, con el semblante triste. Las expectativas que se habían creado quedaron en nada, las esperanzas en las que creyeron se desmoronaron, los sueños que habrían querido realizar dejaron paso a la desilusión y a la amargura".
"Esta experiencia que atañe también a nuestra vida y, del mismo modo, al camino espiritual, en todas las ocasiones en las que nos vemos obligados a redimensionar nuestras expectativas y aprender a convivir con la ambigüedad de la realidad, con las sombras de la vida y con nuestras debilidades", reflexionó el Papa.
Dijo que, incluso siendo cristianos (de la comunidad del Resucitado, planteó) es posible que se encuentren "vagando" perdidos y desilusionados ante el escándalo del mal y de la violencia del Calvario: "No le queda entonces otra opción que tomar en mano el sentimiento de fracaso y preguntarse: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha sucedido? ¿Cómo ha podido ocurrir?"
"Son preguntas -explica Francisco- que cada uno de nosotros se hace a sí mismo; y son también cuestiones candentes que resuenan en el corazón de la Iglesia que peregrina en Canadá, en este arduo camino de sanación y reconciliación que está realizando. También nosotros, ante el escándalo del mal y ante el Cuerpo de Cristo herido en la carne de nuestros hermanos indígenas, nos hemos sumergido en la amargura y sentimos el peso de la caída".
A pesar de este sentimiento, el Papa recordó que el Evangelio revela: "Precisamente en las situaciones de desengaño y de dolor, justamente cuando experimentamos atónitos la violencia del mal y la vergüenza de la culpa, cuando el río de nuestra vida se seca a causa del pecado y del fracaso, cuando desnudos de todo nos parece que ya no nos queda nada, precisamente allí es cuando el Señor sale a nuestro encuentro y camina con nosotros".
Francisco reconoció que muchas veces se piensa en 'la tentación de la huida' pero alertó: "deshacer el camino, escapar del lugar donde ocurrieron los hechos, intentar que desaparezcan, buscar un lugar tranquilo con tal de olvidarlos... No hay nada peor, ante los reveses de la vida, que huir para no afrontarlos. Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar".
Por el contrario, el pontífice pidió que, con valentía, los fieles continúen poniendo a Jesús como respuesta ante las inquietudes: "En el corazón de cada cosa pongamos su Palabra, que ilumina los eventos y nos restituye ojos para ver la presencia eficaz del amor de Dios...Pongamos, igualmente, el Pan de la Eucaristía, que Jesús parte todavía para nosotros hoy, para compartir su vida con la nuestra, abrazar nuestras debilidades, sostener nuestros pasos cansados y sanar nuestro corazón".
Francisco concluyó la Misa para la Reconciliación con una simple petición a Dios: "Quédate con nosotros porque contigo, Jesús, nuestro camino toma una nueva dirección y desde los callejones sin salida de la desconfianza renace el asombro de la alegría. Quédate con nosotros, Señor, porque contigo la noche del dolor se cambia en alba radiante de vida".
Tras la celebración eucarística, el cardenal Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Québec y primado de Canadá, dio un mensaje al papa Francisco donde reconoció que "A pesar de los destacados logros, los caminos han estado sembrados de escollos, salpicando la belleza del mensaje evangélico. Han estallado escándalos, han surgido divisiones, ha decaído la fe. Una poderosa llamada a la sanación y a la reconciliación se ha levantado desde los corazones y las vidas heridas, como una tormenta que ha resonado hasta ustedes".
Sin embargo, continuó el cardenal: "Juntos, nos embarcamos en un viaje de apertura a nuestras realidades particulares, reconociendo humildemente nuestros fallos. Pero, por encima de todo, buscamos remedios que no solo erradiquen el mal, sino que conduzcan a nuestras comunidades, sedientas de justicia, unidad y paz, a una curación completa".