Ciudad de México.- Ante las persistentes inquietudes sobre criterios éticos y morales frente a las vacunas contra COVID-19 y los procesos de vacunación implementadas por las autoridades sanitarias, el sacerdote mexicano Guillermo Gutiérrez, experto en bioética y pastoral familiar, comparte los argumentos y reflexiones que, desde la Iglesia católica y la experiencia pastoral, responden a las preguntas que algunas personas aún tienen en este tiempo de recuperación de la pandemia.
VCN: En medio de este proceso de vacunación que la humanidad ha emprendido contra la pandemia siguen existiendo muchas inquietudes sobre la valoración moral del cristiano ante las diversas vacunas contra COVID. ¿Cuáles son los criterios éticos y morales que debemos compartir a los fieles y ciudadanos sobre la vacunación anti-COVID?
En primer lugar, quiero apuntar que la Santa Sede recientemente se ha ocupado del tema; en particular la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el documento 'Notas sobre la moralidad del uso de algunas vacunas anti COVID-19' que es del 21 de diciembre del 2020. Un documento equilibrado y bien realizado que invito a leer.
La principal cuestión que atormenta a muchas conciencias cristianas es la conexión en el desarrollo y producción de las vacunas con el aborto. Hay que decir que hay muchas vacunas y no todas las que existen tienen conexión con el aborto.
Básicamente hay cuatro vacunas en el mercado actual que están conectadas de alguna manera con el aborto, pero en diferente nivel: Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen; estas cuatro sí tienen una conexión con el aborto, pero no de la misma manera. Hay, sin embargo, otras vacunas que no tienen conexión con el aborto, Sputnik V y CanSino.
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Sobre las primeras, efectivamente esta conexión ocurre porque hace varias décadas se utilizó tejido extraído de los bebés que habían sido abortados. Se utilizaron estos tejidos para crear ciertas líneas celulares con fines de investigación. Las células de estas líneas son descendientes de las células que se obtuvieron originalmente, de un aborto. Así que su origen es remoto, no es que se estén haciendo abortos para fabricar vacunas hoy en día.
Estas líneas celulares se han replicado para utilizarse indefinidamente. Actualmente, se utilizan para producir ciertas vacunas como las de la rubeola, la varicela y otras.
Hay que decir que las células de los tejidos de los bebés abortados no están presentes en estas líneas celulares, no están aquí y ahora en las vacunas. Y esto es importante que lo sepa la gente, para que no se alarme.
Ahora bien, la Iglesia ha manifestado su opinión sobre esta situación en cuatro ocasiones, no sólo con relación a la vacuna del COVID. Por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el documento ‘Dignitas Personae’ y la nota sobre las vacunas anti-COVID; pero también la Pontificia Academia para la Vida se ha expresado en dos ocasiones, la primera en junio del 2005 con el documento ‘Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas con células derivadas de fetos abortados’; y luego en la nota sobre la cuestión de vacunas en Italia el 31 de julio de 2017.
En cuatro ocasiones se ha expresado la Iglesia con autoridad sobre este tema, cuidando todas las cuestiones que están implicadas.
VCN: ¿Qué es lo que dicen estos documentos?
La Iglesia nos dice que es un error crear las líneas celulares derivadas de abortos y que las empresas farmacéuticas además las utilicen. Señala que debería evitarse el uso de vacunas desarrolladas con líneas celulares derivadas de abortos si existen alternativas comparables en cuanto a resultados y la eficacia que no tengan conexión con el aborto.
Sin embargo, bajo razones graves, como riesgos graves para la salud, se puede justificar el uso de vacunas producidas con líneas producidas con líneas celulares derivadas de aborto, cuando no existen tales alternativas.
Y esas alternativas no es sólo que existan otros tratamientos o vacunas; puede ser que, cuando uno va a un centro de salud para recibir la vacuna sólo exista disponibilidad de una de aquellas.
La Iglesia por supuesto sugiere que todas las personas que están preocupadas por la sacralidad de la vida sí deberían protestar por el uso de estas líneas celulares y abogar por el desarrollo de vacunas sin conexón con el aborto. Pero atención: Hay que ver cómo se hacen estas protestas y abogacía, pues no es poniendo en riesgo la salud de los demás.
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Las vacunas contra COVID-19, usan líneas derivadas del aborto, al menos cuatro de ellas. Sin embargo, es muy distinto cómo se utilizan en cada una de ellas. Pfizer y Moderna no utilizan líneas celulares en el desarrollo ni en la producción de la vacuna; dichas líneas sí se utilizaron para probar la eficacia de ambas vacunas. Es una conexión muy remota con el aborto. Aclarando: ninguna de estas vacunas está completamente libre, pero en estos casos, están muy alejadas del mal inicial del aborto.
Las vacunas de AstraZeneca, Janssen y Johnson&Johnson plantean preocupaciones morales más serias; porque una línea celular derivada de aborto se ha utilizado no sólo para las pruebas, sino también en el desarrollo y producción de las vacunas.
VCN: Pero ante esto, en estos cuatro casos, ¿es moralmente aceptable utilizar y recibir vacunas con líneas celulares derivadas de abortos?
Dado que el virus SARS-CoV2 puede implicar graves riesgos para la salud, puede ser moralmente aceptable recibir la vacuna que ha utilizado líneas celulares derivadas de aborto si no hay otras vacunas disponibles comparables en seguridad y eficacia y que no tengan esta conexión con el aborto.
Pero incluso en esta situación en que la gente ya se está inoculando con las vacunas que sí tienen conexión con el aborto, porque no hay otra posibilidad y porque el riesgo de contagio o de los riesgos para la salud son tan altos, es moralmente lícito utilizarlas.
Sólo en el caso de que se pudiera elegir entre varias vacunas, sí se tendría la obligación moral de evitar usar aquellas que se han confeccionado con líneas celulares derivadas de abortos.
No es el caso en este momento, la gente no tiene posibilidades de elegir y hay un riesgo altísimo para la salud. Podemos decir con absoluta seguridad que es lícito vacunarse, que no debemos tener demasiadas objeciones, porque no hay otra posibilidad.
VCN: ¿Y en un escenario hipotético futuro en que sí exista la posibilidad de elección?
Entonces sí habría que preferir la que no tenga conexión con el aborto. Actualmente hay personas que tienen una delicadeza de conciencia que les hace ruido que haya conexión con el aborto, pero debemos insistir: No hay otra posibilidad en este momento.
Con todo, hay otro criterio que ha dicho la Iglesia y lo ha recordado últimamente: La vacunación no es, por regla, una obligación moral; y, por tanto, la vacunación debe ser voluntaria, no se puede obligar. Aun así, hay que tener en cuenta, desde el punto de vista ético, que la moralidad de la vacunación no sólo depende de la necesidad de proteger la propia salud sino también del deber de buscar el bien común.
El deber ético es proteger la propia salud y uno de los medios para protegerse es desde luego la vacunación. Pero no sólo vale ese criterio, también vale el criterio de que se debe cuidar el bien común y para que la vacuna sea eficaz, se necesita que la mayor parte de la población esté vacunada para bloquear las líneas de contagio. En este sentido, que es el que el papa Francisco y otros obispos han sugerido, es que sí debería existir la obligación de vacunarse, bajo el principio del bien común.
Si alguien decide no vacunarse, es verdad que no comete una falta moral al no hacerlo, pero adquiere una gravísima responsabilidad: La de evitar por todos los medios convertirse en un vehículo transmisor de la infección, por lo tanto, tendrá que cuidarse de todas las maneras posibles, eficaces y válidas para evitar ser cadena de contagio.
Honestamente, como párroco y experto en bioética, creo que, bajo las condiciones actuales, es mejor que nos vacunemos todos. A nivel de la sanidad pública, las autoridades hacen bien en procurar las vacunas para la mayor parte de la población y, para que sea eficaz, la gente debe vacunarse. Porque existe un grave riesgo para su salud. En este caso no puede ser que no se vacune la gente, se debe evitar cualquier manera de riesgo para las personas, para los demás y para ellos mismos.
VCN: En este contexto, es claro que aún no hay vacunas para todos y los gobiernos han decidido racionar y segmentar a la población para ser inoculados; sin embargo, hay casos en que personas con una posición privilegiada que se saltan la fila, o se adelantan al proceso sin pertenecer a los grupos prioritarios de vacunación ¿Qué se puede opinar desde la moral al respecto?
Lo primero es salvaguardar la salud de aquellos que son indispensables en este combate y esos son los médicos y el personal de salud; en segundo lugar, ir a los más vulnerables. En esta pandemia se entiende que los adultos mayores son los más vulnerables; y aunque algunos se molestan porque creen que los jóvenes o los sectores más productivos de la sociedad deben ir primero eso es un criterio utilitarista. Nosotros los cristianos ponemos a la persona en el centro.
Por ello también hay otro criterio y es con las personas cuyo servicio y función se análoga al del cuidado médico y de la sociedad; en esto, habrá que estudiar caso por caso.
Sin embargo, si sólo es por posición económica o de poder para adelantarse a los procesos que la vacunación, no es lo más conveniente. Bajo el criterio actual de la escasez de la vacuna, dejaríamos desprotegida a mucha gente que debemos cuidar en primer lugar por su condición de vulnerabilidad.
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