Barcelona, España.- La reciente declaración del papa Francisco que reconoce a Antoni Gaudí como Venerable ha despertado un eco de orgullo y reflexión en Barcelona, ciudad que alberga la obra cumbre del arquitecto: la Basílica de la Sagrada Familia. En una entrevista exclusiva con Vatican News, el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, subrayó no solo el valor artístico, sino el profundo mensaje espiritual que Gaudí (1852-1926) imprimió en sus creaciones, un legado que, según él, “trasciende creencias y fronteras”.
Omella expresó su júbilo ante el anuncio, señalando que Gaudí es “muy querido como persona y como arquitecto”, no solo por su contribución a la cultura catalana, sino por su capacidad para integrar la fe en cada trazo de su profesión.
“Es una alegría para la Iglesia, para Barcelona y para sus seguidores en el mundo, sean creyentes o no”, afirmó. El título de Venerable, paso previo a la beatificación en la Iglesia Católica, reconoce las “virtudes heroicas” del arquitecto, cuyo proceso de canonización se inició en 1992.
El cardenal recordó que la espiritualidad de Gaudí se forjó desde la infancia, con una educación cristiana en familia, en los Escolapios y en su parroquia. Sin embargo, lo que Omella resalta es cómo ese credo se convirtió en el alma de su obra:
“En su arquitectura, Gaudí plasmó una fe tan fuerte que logra elevar al ser humano hacia lo trascendente”, apuntó el cardenal.
Un ejemplo paradigmático es la Sagrada Familia, donde, según el arzobispo, el arquitecto dividió el espacio en dos dimensiones: el exterior, que narra el Evangelio a través de esculturas y símbolos, y el interior, que invita al recogimiento y a la contemplación de la grandeza divina.
“Afuera, hasta quien no quiera entrar puede ‘leer’ la Biblia en piedra: la Creación, el Nacimiento, la Pasión. Adentro, las columnas que se alzan hacia el cielo, la luz que filtra por los vitrales… todo conduce al silencio, a la paz que nace del encuentro con Dios”, explicó Omella.
Pero el verdadero “misterio” de Gaudí, según el cardenal, es su capacidad para conmover incluso a quienes se declaran no creyentes.
“Muchos nos han confesado que, al entrar en la Sagrada Familia, sintieron deseos de postrarse, guardar silencio o llorar. Y salieron con una paz interior que no esperaban”, relató. Para Omella, esto refleja cómo el arte, cuando está imbuido de auténtica espiritualidad, puede trascender lo religioso y convertirse en un lenguaje universal de esperanza y belleza.
Más allá de su dimensión religiosa, Gaudí se erige hoy como un símbolo cultural y social. Su obra atrae a millones de visitantes anuales, impulsando no solo el turismo, sino el diálogo entre arte y fe. Omella concluyó con un llamado a imitar su ejemplo: “Gaudí nos enseña que cualquier profesión, vivida con autenticidad y amor, puede ser un acto de servicio y un reflejo de lo divino”.
Mientras la Sagrada Familia sigue en construcción —se espera su finalización para 2026—, el título de Venerable reaviva el debate sobre el papel del arte como puente entre lo humano y lo eterno. Gaudí, el arquitecto que soñó con “dar voz a las piedras”, hoy parece seguir hablando, en silencio, a un mundo sediento de sentido.