Solo unos días después de la firma de los Acuerdos de Paz entre Estados Unidos, Qatar, Egipto y Turquía ―supuestamente en representación de Israel y Palestina―, y de la liberación de los rehenes israelíes que quedaban vivos de los muchos capturados por Hamas en el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, así como de buen número de presos palestinos detenidos aleatoriamente y de forma ilegal para usarlos como moneda de cambio, Israel ha vuelto a bombardear la franja de Gaza y a boicotear el acceso de camiones con ayuda humanitaria para los cientos de miles de gazatíes que literalmente se están muriendo de hambre. Netanyahu sigue siendo Netanyahu, e Israel sigue siendo Israel. Nada ha cambiado.
La otra guerra de Rusia
Si alguien nos pregunta contra quién está librando Rusia una guerra, todos contestaremos sin dudar que contra Ucrania; pero de hecho la Rusia de Putin está golpeando duro en dos guerras:
- Una contra Ucrania con soldados y armamento convencional, teniendo en el punto de mira otros países europeos (todavía no sabemos con seguridad cuáles);
- Y otra más silenciosa contra Occidente (en particular, contra la Unión Europea) utilizando métodos que poco tienen que ver con soldados o misiles, pero que acaban siendo igualmente eficaces.
Hace unos años se supo que había capital ruso detrás del movimiento independentista catalán, que varias veces llegó a sacar a la calle a un millón de personas, partió la sociedad catalana en dos y generó una crisis política en España de enorme magnitud, con repercusiones en Europa.
Pocos años después, se supo igualmente que había capital ruso detrás del movimiento social francés de los “gilets jaunes” (los chalecos amarillos), cuyos miembros bloquearon autopistas y pusieron Francia patas arriba.
Y esta semana, fruto de una larga y exhaustiva investigación, se ha hecho público que el capital ruso está financiando más de un centenar de nuevos periódicos digitales franceses de carácter local.
Hace un par de años, empezó a llamar la atención en Francia el hecho de que proliferaran nuevos periódicos locales digitales en los que había unas primeras páginas de buena información ciudadana que atraían a los lectores porque la sentían cercana, propia (hasta ahí nada sospechoso); y a continuación había páginas de información nacional e internacional que dejaban bien a la ultraderecha antieuropea y a Rusia. Más de cien periódicos con idénticas características.
Los investigadores siguieron el principio “Follow de money” [seguid el dinero] que Deep Throat [Garganta Profunda] (W. Mark Felt) recomendó a los dos investigadores del Washington Post en el Caso Watergate de los años setenta (Bob Woodward y Carl Bernstein), y al hacerlo, dieron con capital ruso y, algo menos, chino.
Esto es lo que se ha hecho público esta semana. Tanto Rusia como China están interesadas en enviar discretos misiles informativos a los fundamentos de Europa, a la confianza que los ciudadanos europeos tienen en sus instituciones democráticas.
Una vez hayan bombardeado eso, la Unión Europea se desmoronará como los edificios ucranianos del Dombás. O no. Ahí tenemos otra guerra abierta, menos llamativa que la primera, sin misiles físicos, ni decenas de miles de jóvenes muriendo en el frente, ni edificios derrumbándose, ni cortes de suministro energético, pero a la larga igual de eficaz o más.
La población acrítica, sin darse cuenta, se va decantando hacia opciones políticas que benefician la entrada de Rusia y de China en Europa. “Alea iacta est”, dijo Julio César al cruzar el río Rubicón, consciente de que había atravesado la línea que hacía explícito su desafío a las autoridades romanas.
¿Han cruzado ya Rusia y China (sin olvidar a Corea del Norte) su respectivo Rubicón? ¿Han dejado ya bien claro que van a por Europa, conscientes de que Trump va a contemplar el espectáculo circense desde las gradas bebiéndose una Coca-Cola, comiendo palomitas, con su gorra roja del MAGA y su sonrisa encajada de oreja a oreja?
¿Y qué va a hacer América Latina mientras tanto? ¿No somos aquí conscientes de la repercusión mundial que tendría la caída del modelo de Estado democrático, liberal, de Derecho y social europeo? ¿De verdad en pleno siglo XXI todavía no hemos entendido que estamos todos en el mismo mundo global, y que lo que se juega en un continente repercute en todos los demás?

