He olvidado cuántos libros he leído de la filósofa española Adela Cortina ―valenciana, como mi familia―, pero lo que sí recuerdo con nitidez es que todos me han gustado. Esta semana he terminado ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? El eclipse de la razón comunicativa en una sociedad tecnologizada (Paidós, 2024), muy bueno, en el que la autora aborda los desafíos éticos de la inteligencia artificial, a partir de los cuales construye interesantes reflexiones antropológicas.
En el capítulo 10 (“Un espacio público libre de dogmatismos”), Cortina habla de “la espiral del silencio”, una expresión que toma del libro homónimo de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann (1982).
Recorriendo varios siglos y autores, la filósofa española muestra que “la gente teme al aislamiento más que al error”, una frase que rescata de Alexis de Tocqueville, escrita en 1856.
Vivimos en sociedades donde tiende a imponerse una voz, un discurso, una ideología, una cosmovisión, y todos tememos salirnos de la partitura, porque al hacerlo experimentamos el rechazo de los demás (algo insoportable, nos recordaba David Hume en el siglo XVIII) y hasta corremos el peligro de perder nuestro puesto de trabajo, lo que, de ocurrir, provocaría que no pudiéramos llevar pan a la mesa de nuestros hijos.
Esa perspectiva nos produce tal horror que preferimos repetir lo que todos dicen, aun cuando sepamos que no es verdad: “la gente teme al aislamiento más que al error”. Friedrich Nietzsche, agudo como siempre, da la última estocada: “nos las arreglamos mejor con nuestra mala conciencia que con nuestra mala reputación”.
Ya sabemos cómo acabaron muchos de los que no quisieron seguir este principio: Jesucristo crucificado; Martin Luther King balaceado; Ignacio Ellacuría y compañeros ametrallados. La lista es larga. En el Pensamientos sabáticos número 14, hablando de la idea de que “sin libertad no hay pensamiento”, ya dije que “yo no querría estar en otra lista”.
Y sigo pensándolo. Entendámonos bien: no deseo sentirme marginado; soy feliz con mis amigos y colegas. Sin embargo, siguiendo a esas inmensas personalidades que nos han precedido en la historia del espíritu, para mí es más importante la verdad que la integración social, la conciencia que la reputación, el bien común que el éxito personal. Y sé que otros muchos piensan igual que yo. Recuperemos, entonces, el ideal griego del debate público y libre.
¿Apoya María Corina Machado a Netanyahu?
Todavía estaba yo degustando el champán por el festejo del Premio Nobel de la Paz concedido a la opositora venezolana María Corina Machado cuando he leído en la prensa internacional que esta mujer apoya el genocidio israelí en Gaza.
¿Es eso cierto o se trata de una manipulación informativa? Si estamos ante un caso de manipulación informativa, una frase sacada de contexto, entonces Machado, o alguno de sus asesores, debería aclararlo pronto, antes de que le den efectivamente el Premio Nobel.
Yo entiendo que María Corina deseara la liberación de todos los israelíes secuestrados ―¿quién no?―, y que así se lo dijera a Netanyahu por teléfono, de corazón y también con un deseo de acercar su proyecto de Venezuela a Israel (está en su derecho de hacerlo), pero de ahí a aprobar la masacre de Gaza hay un trecho.
Si es cierto que esa es su posición, y si se reafirma en ella, entonces voy a lamentar este Premio Nobel de la Paz tanto como si se lo hubieran dado a Donald Trump.
Seguiré, espero.

