Roma, Italia.- Una multitud estimada en más de 20 mil personas se congregó este domingo en la Basílica de Santa María la Mayor para despedir al papa Francisco, cuyo cuerpo reposa bajo un simple cenotafio de mármol desde el sábado previo. Entre lágrimas, oraciones y ofrendas florales, los fieles —provenientes de diversas partes del mundo— formaron filas desde primeras horas de la mañana para presentar sus respetos al pontífice fallecido, mientras los cardenales celebraron una procesión y Vísperas solemnes en preparación al Cónclave.
La jornada tuvo momentos de profunda emotividad, destacando la presencia de Carmela Mancuso, conocida como “la señora con flores amarillas”, a quien Francisco reconoció y agradeció su gesto cuando éste salió del policlínico Gemelli tras su última hospitalización. La mujer, originaria de Calabria, logró acceder al cenotafio tras recibir un permiso excepcional de la seguridad, similar al que el Papa le concedía en audiencias pasadas.
“Lo quise mucho, para mí es un santo”, declaró entre lágrimas, depositando un ramo de crisantemos amarillos junto a la inscripción Franciscus.
Alrededor de las cuatro de la tarde, más de 110 cardenales —reunidos en Congregaciones Generales para organizar el Cónclave que elegirá al sucesor 267° de Pedro— llegaron en minibuses desde el Aula Pablo VI. Ataviados con traje talar unos, vestiduras púrpuras otros e incluso con sus hábitos de su orden religiosa, recorrieron en procesión la nave central de la basílica, deteniéndose ante la tumba del Papa. Algunos oraron en silencio, otros se arrodillaron o hicieron el signo de la cruz, mientras fotógrafos y fieles capturaban el histórico momento.
La ceremonia de Segundas Vísperas, presidida por el cardenal lituano Rolandas Makrickas, se realizó en la Capilla Paulina, bajo la mirada de la Salus Populi Romani, ícono mariano que Francisco visitó 126 veces durante su ministerio.
“Que el Señor Resucitado lo acoja en la morada de la luz y la paz”, rezaron los presentes en múltiples idiomas durante el oficio, que duró 30 minutos.
La tumba, de diseño minimalista, fue adornada con rosas blancas y amarillas, junto a follaje verde y margaritas. Entre las ofrendas destacó una rosa blanca colocada por los cardenales, símbolo de Santa Teresita de Lisieux, a quien Francisco encomendaba sus preocupaciones. Mientras los purpurados partían, la basílica extendió su horario hasta las diez de la noche para permitir el acceso continuo de peregrinos, muchos de ellos jóvenes participantes del Jubileo de Adolescentes.
La procesión de cardenales fue encabezada por Santos Abril y Castelló, arcipreste emérito del templo y acompañante de Francisco en su primera visita al recinto mariano como pontífice en 2013; vivió un momento privado ante el sepulcro.
“Nuestra tarea ahora es honrar su legado de misericordia”, comentó un sacerdote a las puertas del lugar, mientras los fieles continuaban fluyendo hacia los confesionarios, aún activos pese al duelo.
Con el Cónclave programado para los próximos días, la Iglesia enfrenta un momento histórico. Mientras Roma despide a su Papa del pueblo, el mundo observa cómo el Colegio Cardenalicio busca, entre plegarias y tradición, al próximo guía de los católicos.