Cuautitlán Izcalli, Edomex.- Para que la Iglesia católica se interne plenamente en los desafíos universales del siglo XXI aún falta que se abran más espacios de escucha y de diálogo, que se reconozca que los pueblos organizados son la primera defensa de la riqueza y la juventud, y que un sano discernimiento desvele incluso ‘el mal que se presenta como bien’ en la sociedad, consideró la doctora Emilce Cuda, jefa de la oficina de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano.
Cuda, la primera laica argentina en recibir un doctorado pontificio en teología moral, aseguró en el contexto de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que el papa Francisco “ha traído una novedad a la pastoral… la pastoral teológica”, entre cuyos principios se encuentra la certeza de que la realidad es superior a la idea (planteamiento presente en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium):
“Eso es puro pensamiento latinoamericano: el punto de partida de la teología latinoamericana es la realidad. Esa es la que tiende a desarrollar una reflexión teológica sobre la moral social. El campo de la moral social atiende a la coyuntura y eso se va actualizando a partir de la realidad”, apuntó.
Cuda no dudó en señalar que Francisco es uno de los grandes exponentes de la teología latinoamericana que impulsa a los creyentes “a traducir la pastoral en acciones concretas… [Él] habla del amor, de la ternura, del contacto; esa es la línea que no se separa de la práctica cristiana. [Por ello], no creo que haya que pensar los problemas sociales y de trabajo como algo separado de esa práctica cristiana”.
La experta recordó que el propio Joseph Ratzinger, antes de ser el papa Benedicto XVI, insistía en que el catolicismo no es una religión meramente ritual o celebrativa: “Es un compromiso; un ‘yo’ que se encarna en un cuerpo”.
Sobre el diálogo necesario
En ese sentido, Emilce Cuda planteó que los desafíos contemporáneos en donde tanta gente sufre aún falta que la Iglesia católica (en su integridad de miembros, no sólo en los ministros de culto) abra más espacios de diálogo y de escucha tanto hacia adentro como hacia el exterior de sus estructuras.
Reconoció el positivo trabajo alcanzado en la inédita asamblea eclesial latinoamericana donde participó una buena representación de laicos y de mujeres; y donde obispos y sacerdotes tuvieron una actitud altamente receptiva. Sin embargo, señaló que, incluso en este audaz encuentro, aún hubo expresiones más próximas al clericalismo: “[En esta Asamblea] nos seguimos asombrando porque los laicos piensen… Yo soy doctora en teología, ¿cómo se asombra alguien de que ‘yo piense’?”
Dijo que, aunque el Papa busca llevar adelante la consigna de enfrentar los desafíos contemporáneos es el mundo secular y las instituciones civiles, las que “han levantado este guante”:
“Hay que dialogar con ellos. Pero para dialogar con ellos primero hay que formarse. No se puede opinar desde la ciencia infusa… Sí, el mundo laico está hablando. Creo que no lo estamos escuchando; no construimos esos puentes firmes que soporten el diálogo social como una verdad efectiva”, afirmó Cuda y levantó aplausos de los representantes de los medios de comunicación.
Sobre la defensa de los pueblos
Durante su encuentro con la prensa, Emilce Cuda también denunció las prácticas extractivistas del tecnocapitalismo que no sólo son nocivas para el medioambiente sino para los pueblos, sus culturas y, esencialmente, para la juventud.
“Hemos recibido a lo largo de todos estos años, denuncias similares [sobre los efectos del extractivismo]. Tenemos información sobre cómo la gente pone el cuerpo para defender lo que ellos llaman la hermana madre tierra y eso habla de una ausencia del Estado. Sin embargo, cuando estos pueblos se organizan para defender lo que llamamos la Casa Común, su motivo de organización no es económico ni político, realmente es desde su fe pues han tomado en serio el llamado a cuidar y desarrollar la Creación… Ellos son la primera barrera, no sólo de la defensa de las riquezas naturales sino de los jóvenes porque, así como avanzan las prácticas extractivistas ilegales, también avanzan con ofertas de ‘trabajo ilegal’ que son esencialmente crímenes. Son las mujeres las que ponen el cuerpo y defienden esto; sin duda, esto habla de la debilidad del Estado y de cómo la gente se hace cargo de la defensa de sus riquezas”.
La teóloga considera que la Iglesia católica tiene mucho por decir y participar en los modelos económicos contemporáneos, especialmente en el terreno de la economía popular: “donde aquellos que quedan descartados de este sistema se organizan para vivir al día siguiente. Ellos no reciclan basura, reciclan la vida para poder sobrevivir al día siguiente”.
En su reflexión, Cuda aseguró que estas comunidades precarizadas comienzan a organizarse “por necesidades económicas” pero “tienden a organizarse por derechos sociales… y hacen que ese trabajo, que hasta ese momento es una mera actividad laboral de supervivencia, comience a ser reconocida por los Estados como trabajo”.
“Porque, si eso no ocurre, la mayor diferencia social en el siglo XXI no la tendremos entre ricos y pobres, sino entre trabajadores: Entre los que tienen protección social y aquellos que no la tienen”, sentenció.
Sobre el discernimiento y la política
Cuda fue cuestionada sobre los fenómenos de polarización política entre los pueblos latinoamericanos y la aparentemente incomprensible inclinación de la sociedad para elegir liderazgos políticos paradójicamente antidemocráticos: “¿Hay porciones de pueblo que se equivocan al elegir?”, se le interrogó.
La teóloga hizo hincapié en que suele haber ocasiones en que “el mal se presenta bajo especie de bien”. Y señaló que, si actualmente ‘el juicio y la razón’ son manipulados por los medios de comunicación “se muestra, bajo especie de bien, lo malo”: “Por lo que el pueblo no se equivoca; elige lo bueno. El problema es que aquello que es malo, lo exhibieron como bueno”.
Cuda alerta sobre cómo este fenómeno incluso ha llegado a apropiarse de los símbolos religiosos “y han cargado símbolos de ídolo, no de Dios”: “Es la gran amenaza que tenemos hoy. Hay que ver si donde creemos que está Dios no está operando el enemigo. Ese es un desafío teológico que está penetrando el campo de la política; y es grave porque entramos en una etapa post-secular”.
Por ello, invitó a comprender que los laicos involucrados en todas las dimensiones sociales, políticas y culturales son también Iglesia: “Los católicos no son sólo los que usan sotana”, afirmó.