Morelia, Michoacán.- Para el obispo electo de Celaya, Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, la participación activa de los laicos católicos en México será definitoria en la verdadera transformación de la nación; tanto para combatir la ruptura del tejido social como para evitar las tentaciones del populismo dictatorial de los poderes políticos.
Aguilar Ledesma recibió el 12 de junio, por deseo del papa Francisco, la encomienda de pastorear la diócesis de Celaya en relevo del obispo Benjamín Castillo; y, junto a la Iglesia mexicana y el nuncio apostólico en México, tomará posesión de la iglesia guanajuatense el próximo 12 de julio.
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En entrevista con ocasión de este nombramiento, el obispo Aguilar reflexionó sobre el fortalecimiento de la pastoral familiar en la región centro del país; y en la consolidación de estructuras y dinámicas comunitarias que mejoren la convivencia social.
Ante los desafíos contemporáneos de la nación (pobreza, violencia y polarización), el obispo Aguilar Ledesma reconoció que la Iglesia católica tiene la obligación de “fortalecer la pastoral familiar” y promover el laicado mexicano porque, consideró, que se deben atender las causas de las problemáticas: “No se trata sólo de acabar con los conflictos, las diferencias o hacer una negociación; la paz viene por la presencia de Dios en el corazón de hombre y por sanar a las familias”.
Aseveró además que los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia serán imprescindibles en el buen camino de la sociedad mexicana y en la configuración de una política social verdaderamente positiva para el futuro de la nación:
“Sabemos que el único antídoto contra un populismo o una dictadura es el pensamiento social de la Iglesia. Mientras no tengamos claro el verdadero significado del bien común, de la dignidad de las personas humanas, del destino universal de los bienes para todos; mientras no entendamos que la política es el arte más alto de la caridad, de amor al hermano, y no la politiquería partidista… no estaremos satisfechos porque falta mucho por hacer”.
El obispo también consideró que, tras el proceso electoral del 2021, la Iglesia católica de la mano de los laicos buscará hacer “un efecto de bola de nieve” para que la Doctrina Social de la Iglesia se haga presente en la conversación social y se defiendan valores como la familia, la vida, el matrimonio y otros principios fundamentales que, consideró, están en peligro.
“Me siento retado, motivado a continuar el trabajo. Aún nos faltan muchos lugares donde no alcanzamos a llegar con los laicos; pero la intención que continuemos con esto”. Y Aguilar reitera su preocupación por las familias mexicanas: “Porque son ellas las células vivas del tejido social. Si sanamos esas células, tendremos mejores hijos y ciudadanos de esta patria”.
La promoción del bienestar y un buen acompañamiento familiar, dijo el obispo, puede crear formas para llegar a espacios de marginación, pobreza y violencia: “No bastan las estrategias de pizarrón, sino llegar a esas familias que sufren en lo emocional, en lo material y económico; para que los jóvenes no caigan en manos de los cárteles.
Aseguró que una de las riquezas en el laicado católico mexicano es su formación y su capacidad de trabajo; sin embargo, dijo, falta organizarse con más compromiso: “Decía el beato Anacleto González Flores: ‘La espada más afilada contra una dictadura es la organización’. Y nosotros tenemos gente formada, buenamente informada, pero debemos activarla”.
El obispo espera que los laicos puedan crear una sinergia organizativa para que adquieran protagonismo entre la sociedad: “Debemos tener aquella actitud de ‘bicicleta’ como dijera el papa Francisco; porque, para estar en equilibrio, debemos estar en marcha. Una iglesia que se detiene, un laicado que se detiene, se cae”.
“Veo un laicado inquieto, con ganas de participar. Nos falta a veces un poco de técnica… pero creo que en un futuro no muy lejano tendremos un laicado que tendrá una presencia más significativa, realmente importante en la vida de la Iglesia y la sociedad”.
A los laicos católicos, Aguilar Ledesma les recordó que si bien hay que ir a misa, a nutrirse de la Palabra y de la liturgia; “ese alimento es para transformar el mundo, las familias, las estructuras, la cultura y el arte”.
“Hay que quitarnos el síndrome jacobino que nos inculcaron: Que la fe es del templo para dentro. ¡Privatizaron la fe! Y también privatizaron la familia asegurando que sólo es de la puerta de la casa hacia adentro. Y, por el contrario, que en la sociedad, todo le toca al gobierno. No. Somos una sociedad y todos participamos en ella. Poco a poco vamos con un laicado que se alimenta de la fe, para transformar la sociedad. Esperemos que no tarden mucho en surgir este tipo de laicos”.