Ciudad de México.- Un presbiterio muy grande y un pueblo de muy diversas idiosincrasias son los principales desafíos que el obispo auxiliar electo, Héctor Pérez Villarreal, vislumbra para ejercer su servicio pastoral en la Arquidiócesis de México a partir del 19 de marzo cuando sea consagrado en la plenitud del ministerio episcopal.
Entrevistado por la Agencia Católica de Noticias, el ministro regiomontano de 40 años compartió su interés por descubrir a los sacerdotes, párrocos y fieles que hacen Iglesia en la capital de la República. Aseguró que, durante su formación como seminarista, estuvo una temporada en la Universidad Pontificia de México y pudo colaborar en algunos apostolados en la ciudad; sin embargo, dice sentir una gran oportunidad de encontrar y descubrir el perfil de la Iglesia capitalina que desde hace 500 años trabaja en la evangelización y la salvación de las almas.
Sobre el nombramiento de obispo auxiliar para la Arquidiócesis de México, Pérez Villarreal asegura: “Tomé la noticia con gozo y gratitud; y con temor y temblor. Lo primero porque sé que esto es un don de Dios que no se merece, se agradece. Es un regalo que hay que agradecer, pero también es una responsabilidad por la que hay que temblar porque es mucha responsabilidad, es grande, y vamos a requerir de la gracia de Dios para cumplirla”.
Mensaje de Mons. Hector Pérez Villarreal @hectorp99 a los fieles, religiosos y consagrados de la @ArquidiocesisMx . pic.twitter.com/EKnw80zLNu
— Pastoral Siglo XXI (@PastoralSiglo21) January 25, 2020
A decir del obispo originario de Monterrey, la Arquidiócesis Primada de México es una Iglesia masiva, con un gran número de sacerdotes y con un pueblo multicultural y diverso:
“Hay que acompañar a un presbiterio muy grande y hay que caminar con un pueblo que expresa diferentes idiosincrasias. Y que exigirán mucha capacidad de escucha, capacidad de discernimiento”.
Pérez Villarreal se integrará al equipo episcopal del arzobispo cardenal Carlos Aguiar Retes para cooperar en el gobierno, enseñanza y santificación de cerca de 5 millones de almas en la ciudad: “Esto significa una gran responsabilidad y significa un gran reto de poder continuar mi labor que yo he hecho toda mi vida de evangelizar, ahora de una manera más significativa, como obispo. Significa trabajar en equipo con don Carlos Aguiar, significa acercar al pueblo, escucharlo y aprender a discernir juntos las exigencias que Dios nos pide”, expresó.
“Toda mi vida he estado preocupado y he estado atento para poder ayudar a otros a caminar con más claridad hacía la meta que Jesús nos pone en la plenitud. Y tengo la esperanza de ser un elemento positivo en este camino que la Arquidiócesis de México ya lleva; yo no lo tengo que inventar, la Arquidiócesis lo tiene ya caminado por 500 años”.
Sus primeros pasos, además de atender las responsabilidades que le encomiende el arzobispo Aguiar, serán para integrarse en una diócesis completamente nueva: “El primer reto será conocer al presbiterio, y poco a poco las parroquias. El segundo reto será aprender a colaborar con don Carlos Aguiar; nunca he trabajado con él, yo espero poder colaborar de una manera que pueda servir para que los proyectos sigan adelante y mantenerme fiel a esta nueva misión”.
“Vengo a escuchar, vengo a discernir junto con ellos. Lo que pido es que me reciban como un discípulo más que quiere caminar con ellos… que me permitan caminar con ellos para poder escucharlos, para poder entenderlos, y poder mostrarles el signo de la presencia de Dios, como me toca hacerlo a mí como obispo. Un signo de comunión, un signo del llamado que Dios nos hace ser evangelizadores”.
En las próximas semanas, Pérez Villarreal realizará su mudanza de Monterrey a la Ciudad de México, comenzará a establecer contacto con la estructura arquidiocesana de la capital y se preparará para su consagración episcopal que se realizará en marzo: “Quiero sumar mis cualidades y tengo esperanza que esas cualidades puedan servir a otros. Voy como un hijo de Nuestra Madre Santísima como sé que todos los que están en la Arquidiócesis los son. He sentido el llamado de Ella en muchos momentos de mi vida a servir a su Hijo. Voy con mucha esperanza de poder acompañarlos y de ser un signo de comunión. Espero que ellos tengan el corazón para recibir a un servidor y que juntos podamos caminar en nuestra misión más importante que es llevar el Evangelio”. (Con información de ACNweb)