Girona, España.- Octavi Vilà Mayo, nuevo obispo de Girona y quien fuera abad de Poblet durante nueve años, ahora se pone al frente de una de las diócesis más secularizadas del Reino de España y con un desafío en la captación de vocaciones sacerdotales. Es el primer monje elevado a la dignidad episcopal en la región desde hace tres siglos y su nombramiento ha sorprendido al mundo eclesiástico local incluso a él mismo:
"Me ha costado aceptar el episcopado, básicamente por razones personales. En 2005 entré en el monasterio de Poblet, en 2015 fui nombrado abad y a los seis años me ratificaron en el cargo. Tengo una vocación personal de monje e interpretaba que tenía un compromiso con mi comunidad. Todo eso cambió y se abrió en mí un proceso de discernimiento. El problema vino por ese cambio de vida", dijo ante los medios de comunicación.
Cuestionado sobre qué pueden aportar los obispos de procedencia monacal al reino español, Vilà Mayo reflexionó: "Soy el cuarto abad de Poblet obispo, el último fue nombrado hace 300 años. Puedo aportar fundamentalmente la vida de contacto con la palabra de Dios, con la plegaria y un cierto clima de serenidad en la toma de decisiones".
"¿Cuándo le llega la llamada?", se le pregunta al obispo Vilà sobre su vocación tardía. Su respuesta refleja un proceso gradual, marcado por la influencia del abad Josep Alegre y la asociación de laicos del monasterio de Poblet, conocida como la Germandat. Este renacer espiritual se entrelazó con cambios en su vida laboral, llevándolo a adentrarse en el mundo monástico y eventualmente abrazar su vocación religiosa.
En medio de un contexto desafiante para la Iglesia, Vilà aborda las dificultades con franqueza. Reconoce que la institución debe adaptarse a una realidad social cambiante, desligándose de la relación estrecha y a veces manipuladora con las instituciones del Estado. Destaca el modelo de la Iglesia francesa, que mantiene una relación más distante pero constructiva con el Estado, como un camino a seguir.
En cuanto a la intersección entre la Iglesia y la política, el obispo enfatiza el papel de la Iglesia en fomentar el debate y el diálogo político, sin intervenir directamente en cuestiones partidistas. Sin embargo, reconoce las fallas pasadas en abordar los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia, instando a una actuación más firme y transparente en el presente.
La escasez de sacerdotes y el vaciamiento de seminarios plantean desafíos adicionales. Ante esta realidad, Vilà considera opciones como permitir el matrimonio de los sacerdotes, una medida que, aunque reposada, podría aliviar el déficit de clero. Además, apunta hacia una mayor participación de los laicos en diversas funciones eclesiásticas, destacando su papel crucial en la comunidad religiosa.
El futuro de la Iglesia, según Vilà, implica una reflexión abierta sobre temas como el celibato y el papel de las mujeres en el clero, sugiriendo que estas cuestiones están en la mesa de discusión en el sínodo y podrían dar lugar a cambios significativos en el futuro.
El nombramiento del obispo Octavi Vilà no solo marca un nuevo capítulo en la diócesis de Girona, sino que también representa un testimonio de transformación personal y un compromiso renovado con los desafíos y las esperanzas de la comunidad católica en tiempos cambiantes.