Ciudad del Vaticano.- En una de las homilías más elogiosas a la memoria del papa Francisco, el cardenal Claudio Guguerotti, ex prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, sostuvo que el pontífice artentino enseñó "a recoger el grito de la vida vulnerada, a asumirlo y presentarlo al Padre, pero también a trabajar para aliviar concretamente el dolor que este grito suscita" así como a "amar la diversidad y la riqueza de la expresión de todo lo humano".
En el séptimo día de los Novendiales —los nueve días de duelo por el fallecimiento del papa Francisco—, la Basílica de San Pedro en el Vaticano acogió la celebración Eucarística presidida por el cardenal Guguerotti. El mensaje del purpurado estuvo centrado en la unidad católica, más allá de las fronteras reconocidas como "occidentales" así como el legado del pontífice en el trabajo por la custodia del ser humano en medio del grito la Creación.
"El Papa Francisco nos ha enseñado a recoger el grito de la vida vulnerada, a asumirlo y presentarlo al Padre, pero también a trabajar para aliviar concretamente el dolor que este grito suscita, en cualquier latitud y en las infinitas formas en que el mal nos debilita y nos destruye... nos enseñó a amar la diversidad y la riqueza de la expresión de todo lo humano, hoy creo que se alegra de vernos juntos en oración por él y por su intercesión", declaró Guguerotti.
En su homilía pidió a los cardenales renovar su compromiso con los fieles cristianos de las tierras lejanas, especialmente en aquellas donde las lógicas políticas y económicas de guerra devastan poblaciones enteras: "se ven obligados a dejar sus antiguos hogares, que eran Tierra Santa, para salvar sus vidas y ver un mundo mejor, a sensibilizarnos, como ha querido nuestro Papa, para acogerlos y ayudarlos en nuestras tierras a preservar la especificidad de su aportación cristiana, que es parte integrante de nuestro identidad de Iglesia católica".
En su homilía, el cardenal Gugerotti destacó el compromiso de Francisco con "el grido de la vida violata" (el grito de la vida vulnerada), instando a la Iglesia a "aliviar el dolor" de quienes sufren persecución o exclusión. Hizo especial énfasis en la situación de las comunidades cristianas orientales, muchas de ellas desplazadas por conflictos o intolerancia religiosa, y recordó que su "sangre y persecución" han sido testimonio de fe histórica.
"Ellos [los orientales] nos enseñan que la catolicidad no anula las diferencias, sino que las abraza", afirmó Gugerotti, citando el enfoque del papa Francisco hacia la diversidad. Además, resaltó la contribución teológica de estas iglesias, como la liturgia bizantina y armenia, y mencionó a figuras como San Gregorio de Narek —proclamado Doctor de la Iglesia por Francisco— como símbolos de un diálogo entre Oriente y Occidente.
El cardenal vinculó el pontificado de Francisco con la defensa de "la creación y la persona humana", temas recurrentes en Laudato Si’. Criticó la "svalutazione della vita" (devaluación de la vida) en el mundo actual y llamó a los fieles a escuchar "el gemido inexpresado de la humanidad", en línea con la doctrina social del Papa fallecido.
"A nuestro alrededor no hacemos más que percibir el grito de la creación y en él el de Aquel que está destinado a la gloria y es la finalidad por la que fue querida la creación: la persona humana. La tierra grita, pero sobre todo grita una humanidad abrumada por el odio, fruto a su vez de una profunda devaluación del valor de la vida".
En un momento clave hacia la elección del nuevo pontífice, Gugerotti invocó al Espíritu Santo con palabras de San Simeón el Nuevo Teologo: "Vieni, luce vera; vieni, vita eterna […] guía nuestra elección". Este llamado refleja la tensión entre tradición y renovación que marcará el cónclave, especialmente tras un papado que priorizó la inclusión y la justicia social.
La homilía no eludió los conflictos históricos entre las Iglesias. Gugerotti reconoció que, en el pasado, Occidente "juzgó y decidió qué era fiel a la teología auténtica" en las prácticas orientales, mientras que los ortodoxos las veían como "asimiladas a un mundo incompatible". Sin embargo, destacó que Francisco impulsó un acercamiento, valorando su "ricchezza spirituale" (riqueza espiritual).
De esta forma, el cardenal abordó indirectamente crisis geopolíticas actuales al mencionar a los cristianos orientales "obligados a abandonar sus tierras ancestrales" como lo que ocurre en Palestina. Urgió a la Iglesia a "acogerlos y ayudarlos a conservar su identidad", un guiño a las políticas migratorias y de derechos humanos que caracterizaron el papado anterior.