Québec, Canadá.- Que "la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras", pidió el papa Francisco a los obispos, sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral de la Iglesia en Canadá en la ceremonia del rezo de las Vísperas, este jueves 28 de julio, en la Basílica de Notre-Dame en Québec.
Francisco reflexionó sobre “la alegría del ministerio” al cumplir la misión de “apacentar el rebaño”, y que la Iglesia está llamada a testimoniar en la evangelización. Para ello invitó a los ministros a tener una “mirada que discierne”, para superar el “secularismo” asumiendo tres desafíos: dar a conocer a Jesús, el testimonio y la fraternidad.
Como testimonio de referencia para la Iglesia en Canadá, el Papa recordó a san Francisco de Laval, primer obispo de Quebec, quien en su tiempo vivió cercano en la caridad a los miembros de las poblaciones indígenas.
"La Iglesia en Canadá, después de haber sido herida y desolada por el mal que perpetraron algunos de sus hijos, ha comenzado un nuevo camino. Pienso en particular en los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, crímenes que requieren acciones fuertes y una lucha irreversible. Yo quisiera, junto con ustedes, pedir nuevamente perdón a todas las víctimas. El dolor y la vergüenza que experimentamos debe ser ocasión de conversión, ¡nunca más!", dijo el pontífice.
Francisco también reiteró el llamado a un camino "de sanación y reconciliación con los hermanos y las hermanas indígenas" y clamó: "Que la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medios de coacción contra los demás. Recuperemos el ardor misionero de vuestro primer obispo, san François de Laval, que se enfrentó contra todos los que degradaban a los indígenas induciéndolos a consumir bebidas para engañarlos. No permitamos que ninguna ideología enajene y confunda los estilos y las formas de vida de nuestros pueblos para intentar doblegarlos y dominarlos. Que los nuevos progresos de la humanidad sean asimilables en su identidad cultural con las claves de la cultura".
A los pastores del Canadá los convocó a estar cerca del Pueblo de Dios, "no como religiosos asalariados o funcionarios de lo sagrado, sino con corazón de pastores, con entusiasmo", y sintiendo la cernía del Buen Pastor para cumplir esta tarea y vivir "la alegría del ministerio y, antes aún, la alegría de la fe".
Más adelante, el Papa alertó sobre la secularización que amenaza la fe: "Desde hace tiempo ha transformado el estilo de vida de las mujeres y de los hombres de hoy, dejando a Dios casi en el trasfondo, como desaparecido del horizonte".
Ante esta realidad que vive el mundo hay dos miradas posibles: una negativa y otra "que discierne”: "Si nos detenemos en una mirada negativa, acabaremos por negar la encarnación porque, más que encarnarnos en la realidad, huiremos de ella. Nos cerraremos en nosotros mismos, lloraremos nuestras pérdidas, nos lamentaremos continuamente y caeremos en la tristeza y en el pesimismo, que nunca vienen de Dios", expresó el Papa.
"En cambio –aclaró- estamos llamados a tener una mirada semejante a la de Dios, que sabe distinguir el bien y se obstina en buscarlo, en verlo y en alimentarlo".
El Papa exhortó a los ministros a "anunciar el Evangelio para dar a los hombres y a las mujeres de hoy la alegría de la fe", teniendo una "mirada que discierne".
Tras reiterar nuevamente la petición de perdón por el mal que hiciera algunos cristianos a las poblaciones indígenas y por los abusos sexuales a menores, les invitó a dar testimonio de nuevos caminos: "El Evangelio se anuncia de modo eficaz cuando la vida es la que habla, la que revela esa libertad que hace libres a los demás, esa compasión que no pide nada a cambio, esa misericordia que habla de Cristo sin palabras".
Finálmente hizo un cuestionamiento a los pastores: "Preguntémonos, ¿cómo va la fraternidad entre nosotros? Los obispos entre ellos y con los sacerdotes, los sacerdotes entre ellos y con el Pueblo de Dios, ¿somos hermanos o rivales divididos en partidos? Y, ¿cómo están nuestras relaciones con los que no son 'de los nuestros', con los que no creen, con los que tienen tradiciones y costumbres diferentes? Este es el camino: promover relaciones de fraternidad con todos, con los hermanos y las hermanas indígenas, con cada hermana y hermano que encontramos, porque en el rostro de cada uno se refleja la presencia de Dios".