Ciudad de México.– En el marco de un jubileo dedicado a los migrantes y a la ecología, Francisco Javier Acero Pérez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, aseguró que la Iglesia católica llama a integrar la crisis migratoria y ecológica en una “conversión integral”. En su homilía, vinculó de forma indisoluble la protección del medio ambiente con el acogimiento de los desplazados, al tiempo que alertó sobre el uso político e ideológico de la migración.
“[...] vivir según la Ley de Dios no consiste en practicar un amasijo de normas confusas; implica una vivencia coherente con el contenido de los Diez Mandamientos empezando por el amor al prójimo”, señaló Acero.
Destacó que la revelación divina llega a la “gente sencilla” y a quienes están en comunión con “los hambrientos, deprimidos, pecadores, enfermos y olvidados de la sociedad”. Este punto le permitió enfatizar que las preferencias de Dios no se basan en condiciones morales o religiosas, sino en la situación humana de “los cansados y agobiados”, los excluidos de la tierra.
Uno de los ejes centrales del discurso fue el llamado a una “conversión ecológica”. El obispo Acero advirtió que esto “no significa tomar una moda pasajera de color verde”. Por el contrario, “implica algo más profundo, implica abrir nuestro corazón para escuchar el grito de los pobres, el grito de los vulnerables, el grito de nuestro propio planeta que Dios nos dio para custodiar”.
Afirmó que la crisis climática “no es solo técnica, sino existencial, de justicia y dignidad” y que, ante esta realidad, “la Iglesia no guardará silencio”. Anunció que la Iglesia “seguirá elevando una voz profética hasta que todos colaboremos en sanar los tejidos socioambientales rotos”.
Esta conversión, explicó, debe darse en tres niveles: personal, comunitario, y social y estructural. Asimismo, recalcó que la ecología integral se vive en cuatro dimensiones: “con Dios, con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos”, inspirándose en el modelo de san Francisco de Asís.
Acero hizo un llamado explícito a “dejar de utilizar la migración como arma ideológica”.
Advirtió sobre el peligro de que “las dudas y miedos en torno a temáticas tan complejas como la migración condicionen nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”.
Frente a esto, definió la misión del discípulo como aquel que “construye puentes, derriba muros y siembra reconciliación”. En esta línea, aseguró que la Arquidiócesis de México “seguirá acompañando a nuestros hermanos migrantes y refugiados de manera integral frente a aquellos que suscitan alarma y miedo”.
“Evitemos el uso político de los migrantes y refugiados, de aquellos que sufren por el cambio climático, no caigamos en las estrategias ideológicas y populistas y extendamos los brazos para acoger a todos como hermanos”, exhortó.
La homilía concluyó con una reflexión sobre la esperanza, dirigida especialmente a los migrantes, refugiados y a quienes padecen los efectos del cambio climático. “La esperanza es lo que le da al ser humano la fuerza en todas las circunstancias de su vida”, afirmó.