Ciudad de México.- En el corazón de Venecia, en el histórico Complejo de Santa Maria Ausiliatrice (Barrio de Castello), se yergue un pequeño edificio donde se ha “instalado” el Pabellón de la Santa Sede para la 19ª Bienal de Arquitectura de Venecia (2025). En la “muestra”, sin embargo, no hay maquetas, renders, ni “dibujitos” que los visitantes en ocasiones no entienden del todo.
Hay, por el contrario, andamios, telas protectoras, herramientas y, sobre todo, gente: artesanos expertos restaurando muros del siglo XII, niños aprendiendo oficios, vecinos compartiendo comida, músicos ensayando. Se trata de la Opera Aperta (Obra Abierta), la radical propuesta, co-diseñada por la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao y el estudio MAIO Architects. La obra, que ya ha sido galardonada con una Mención Especial de la Bienal, transforma la restauración arquitectónica en vida comunitaria, en un manifiesto colectivo construido sobre el cuidado, la memoria y la resistencia ante la turistificación salvaje.
A un mes y medio de su inauguración, Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972) comparte en entrevista algunas perspectivas que alimentan su sello imborrable en la arquitectura: integrar tradición local, sostenibilidad ambiental y diálogo social mediante procesos colaborativos. Para ella, la arquitectura nunca es un objeto terminado, sino una red de relaciones vivas e interactuantes.
“Nosotros desde siempre hemos trabajado a partir de la gente, con las historias de la gente, para las historias de la gente. La arquitectura provee una forma esencial de cuidar el cuerpo arquitectónico, pero el cuerpo humano está al centro”, afirma Bilbao.
Opera Aperta: El albergue que se reconstruye entre música y almuerzos
El proyecto nace de una urgencia: el edificio veneciano –cuyo origen se remonta al siglo XI cuando se alzó como hostal de peregrinos– ha tenido diversos usos y también largos periodos de abandono, especialmente tras la grave inundación en 2019. El espacio, donde se asentó el primer hospital de la ciudad, un monasterio, una escuela y, en tiempos recientes, una ludoteca, es propiedad del Comune di Venezia; por tanto, la comunidad exigía su recuperación.
La Santa Sede, inspirada en la encíclica ecológica Laudato Si’ del papa Francisco, convocó a Bilbao Estudio y a MAIO para implementar en ese espacio una propuesta revolucionaria: abrir el proceso de restauración al público durante la Bienal y propiciar la vida social en ese mismo espacio a lo largo de un par de años en que la ciudad ha cedido a la Santa Sede su administración temporal. La intuición la ha tenido el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Educación y la Cultura, poeta, intelectual y entusiasta explorador de las vanguardias artísticas; quien, no pudo acudir a la inauguración el 7 de mayo pasado debido a que se encontraba justo participando en el cónclave con el que se eligió al papa León XIV.
El espacio hoy no es una obra concluida sino un ambiente en proceso, una especie de coreografía en capas: sobre los andamios y detrás de las telas protectoras que envuelven los muros, hay personal especializado restaurando las grietas y los daños del edificio bajo luces quirúrgicas y con herramientas especializadas; pero también, entre paños y telones, hay otro cuerpo que se restaura y cura al mismo tiempo, que son los usuarios del espacio y la comunidad local de venecianos.
Bilbao muestra el juego de luces cálidas dentro del edificio que contrarrestan la frialdad de las lámparas de restauración y generan el ambiente acogedor necesario para involucrar a la gente. La intención es que la comunidad acuda y participe de ese proceso a través de talleres (sobre artes plásticas, restauración y otros, para todas edades), de la música (el espacio también se abre al ensayo de músicos del Conservatorio local) y de la comida (se ha instalado una Tavola aperta o Mesa abierta que es un espacio para compartir alimentos).
“Tenemos instrumentos aquí para que estudiantes reserven horas... y cuando no están reservados, ¡los toca quien quiera! Unos tocan horrible, otros increíbles. Los niños exploran. Todo mientras el restaurador repara un muro. Esa 'contaminación' de actividades es socialmente fascinante”, describe Bilbao con una sonrisa.
‘Aquí la gente ve cómo se hace’
Bilbao es crítica con el formato tradicional de las bienales: paneles herméticos, fotos de proyectos terminados, como cierta “magia” impersonal e inmediata que oculta el proceso real y a sus protagonistas. Opera Aperta es lo opuesto: una exposición en tiempo real del cómo el edificio va siendo restaurado mientras la comunidad participa de ello:
“Un padre me dijo: '¡Por fin entiendo algo en una Bienal! Siempre veo paneles con planitos y fotos... y no entiendo nada. Aquí veo cómo se hace”, relata. Voluntarios de una escuela de idiomas guían a los visitantes, explicando planos junto a los muros en reparación: “Mira, esta trabe sostiene el edificio. Este altar estaba en ruinas... así lo reparan”.
Esta decisión, además de práctica implica una resignificación del trabajo de los creadores, artistas y especialmente de los arquitectos: “Nosotros los arquitectos escondemos la obra. Mostramos nuestras maquetas y procesos creativos, pero no el sudor que construye. Esta obra es un acto de magia colectiva que queríamos visibilizar”, confiesa Bilbao.
Pero el proceso tiene una intención más, pretende ser un legado y no una carga; mucho menos fuegos de artificio y desperdicios que suelen ser los pabellones temporales.
La restauración física del edificio es el legado tangible que espera vuelva a ser un centro de convivencia y utilidad social; una “defensa de la comunidad” como dice Tatiana Bilbao ante el fenómeno de la agresiva turistificación: “Si se van los venecianos, Venecia será Disneylandia”, afirma Bilbao categórica.
El mayor reto, por tanto, no fue técnico, sino social: reconciliar un proyecto internacional (la Bienal y la Santa Sede) con una comunidad local herida por el abandono y la presión turística. Inicialmente, los vecinos recelaron: “¡Queríamos nuestra ludoteca, no un pabellón!”, recuerda Tatiana; sin embargo, gracias a la intermediación de Marina Otero y Giovanna Zabotti, el proyecto ha logrado ser un puente de diálogo, cooperación e involucramiento de distintas asociaciones venecianas.
Por ejemplo, se ofrecen talleres infantiles de restauración cada jueves; una cocina local se encarga del ‘mise en place’ para dotar de almuerzos a la comunidad; los estudiantes del conservatorio ensayan; un instituto de lenguas ofrece recorridos e incluso, asociaciones tradicionales como los remeros de barcas no motorizadas de Venecia han usado el espacio para celebrar su fiesta anual dentro del pabellón.
Espacio de defensa de la identidad comunitaria
“Opera Aperta es deliberadamente una plataforma de empoderamiento comunitario. Queremos que la comunidad se sienta dueña del espacio”, enfatiza Bilbao al reconocer que este tipo de proyectos representa una auténtica ‘defensa’ del sentir comunitario frente a la turistificación, un fenómeno en crecimiento donde las necesidades de los turistas reemplazan a las de los residentes locales. Este fenómeno que es acompañado usualmente por gentrificación y la pérdida de la identidad local propicia conflictos mayúsculos que ya se vislumbran en otras ciudades de gran afluencia turística:
“Venecia es un caso extremo, pero Roma, París, Barcelona... están al borde. Si la comunidad local se va, en 20 años se cae todo. Se vuelve Disneylandia. ¿Para qué ir a Venecia si no es Venecia? En Roma el centro ya no vive nadie... no hay supers, ni zapateros, solo tiendas de souvenirs. Es un círculo vicioso”.
Por ello, su diagnóstico es claro, es preciso defender al habitante: “La única manera de que un lugar siga siendo atractivo es defender a su comunidad local”, favorecer un turismo responsable que sea respetuoso de las ciudades como hogares, no como meros parques temáticos; y finalmente, es necesario que se involucre la autoridad pública para que se priorice la vida vecinal sobre el rédito turístico.
“En México estamos a tiempo. La Condesa y Roma en la Ciudad de México quizás las perdimos. Debemos defender nuestra ciudad antes de que sea tarde”, alerta; pero también documenta el optimismo. El principio del “cuidado” y la “promoción de la vida comunitaria” lo vincula directamente a su trabajo en México en las Utopías en la capital de la República.
“Al principio éramos escépticos de trabajar con el gobierno... Pero las Utopías son hoy el mejor ejemplo de infraestructura social que tenemos: albercas olímpicas, auditorios, lavanderías comunitarias, tortillerías, huertos, terapias... Espacios de encuentro que sostienen a la comunidad. ¡Incluso una tiene dinosaurios!”.
Su estudio enfrenta ahora el diseño de una Utopía en Tláhuac, consciente del desafío: “Pero lo hacemos porque integra todos nuestros temas centrales: cuidado a la tierra, al ser humano, a la comunidad".
Un edificio que mantendrá dinámica abierta
La Bienal cerrará el 23 de noviembre de 2025, pero Opera Aperta no termina ahí. La Santa Sede alquiló el edificio por tres años para futuras intervenciones en próximas bienales. Mientras tanto, el proceso de restauración y apropiación comunitaria continuará.
Para Tatiana Bilbao, este proyecto sintetiza su carrera: una arquitectura que no impone, sino que hospeda; que no termina, sino que se abre; que no excluye, sino que teje comunidad. En un mundo de ciudades convertidas en escenarios y arquitectura convertida en espectáculo, Opera Aperta es un recordatorio potente: la verdadera belleza arquitectónica reside en su capacidad de curar, unir y dar voz a quienes la habitan: “Que sirva a la sociedad que lo usa hoy, porque puedes realmente comprender el proceso, integrarte a él, entender qué está pasando”.
*Fotografías propocionadas por Tatiana Bilbao Estudio / José Hevia