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O Opinión

Historia de mis libros | El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger

Me da flojera, pero por un interés que digo que no tengo, me pongo a echar la vista a lo que precisamente me da flojera. Los expertos dirían que soy un obsesivo con lo que digo que no soy obsesivo.

Lo cierto es que ahí estoy de mequetrefe. Me encanta leer las reseñas de libros, pero detesto las listas del tipo “Los 100 libros que debes leer antes de morir” o aquellas que dicen “Para ser un buen lector debiste haber leído los siguientes 97 libros…”. Me enojan esas listas, pero ahí estoy como bobo leyendo cuanta lista se publica.

Estaba yo repantigado en mi reposet de la recámara principal junto a la mesa que me sirve de estudio de los temas de historia que ahora me ha dado por investigar de la Revolución Mexicana y de la persecución religiosa y a un lado del librero que alberga las próximas 100 lecturas que debo hacer cuando en mi celular aparece la lista de los 100 libros que debes leer antes de que comience a escasear el cabello. Le doy clic con una sensación extraña por no querer enterarme de la lista pero ansioso por saber cuántos libros me faltan de esos cien. Dieciocho he leído. Nada despreciable. De la última lista me faltaban noventa y dos.

Gracias al algoritmo del feiz, apenas termino la lectura me aparece otra lista y otra y otra. Promedio de veintitrés entre las cuatro. Voy progresando. Pero me doy cuenta que hay cinco seis libros que aparecen invariablemente en cuanta lista leo. Uno en particular me llama la atención: El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.

Estoy seguro que no lo tengo. Nunca lo he tenido. Lo agrego en la lista que debo elaborar para que la bella Alicia me lo traiga de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Y así sucede. Fin del año 2023.

No pierdo tiempo. Llega enero y yo con el guardián.

Es un libro difícil de asumir. Hay que entenderlo por la época en que se escribió: en apariciones periódicas a finales de los 40 del siglo pasado y como libro reunido como tal en los 50. Son los tiempos de la segunda guerra mundial (ya he explicado que ninguna guerra merece las bellas mayúsculas), la postguerra, el mundo horrorizado descubriendo sus propios horrores, las juventudes despertando…

Es cuando aparece Salinger con su Guardián entre el centeno hablando en primera persona, con el personaje central de Holden Caulfield, un joven de 17 años que escribe desde el hospital de enfermos mentales en el que está recluido.

El texto narra lo que acontece por las Navidades, comenzando cuando Holden es despedido de su escuela -una escuela “bien”, privada y de buenos modales- por mal comportamiento. Le comunican que puede terminar el ciclo, pero no volver después de vacaciones. Pero Caulfield, sin previo aviso a nadie, decide marcharse a la aventura.

Salinger narra su guardián de forma desparpajada, como lo haría un joven de 17 años en los años 50, y trata de multitud de temas. De drogas, sexo, relación compleja con los padres, adolescencia, rebeldías, alcohol, prostitución… y también de cariño para con una hermana menor, que se convierte en su razón de vivir.

Esta variedad de temas y su tratamiento sin cortaprisas quizás haya sido la razón por la que la lectura de El guardián en el Centeno fue prohibida durante un buen tiempo en los Estados Unidos e incluso fue puesto en la lista de los libros que no podrían entrar a escuelas públicas ni a bibliotecas comunitarias.

Han pasado muchos años desde entonces, habrá qué decir.

El protagonista, Holden Caulfield, fue puesto como el prototipo del joven con problemas, porque la novela lo retrata como quien está desubicado, no tiene control ni hay quiene pueda fungir como autoridad ante él para evitar confusiones y problemas.

En la mente de Caulfield solo hay rencores, desamor, galimatías emocionales y al menos en la novela no hay quien pueda brindarle una compañía auténtica de amistad. Solo tiene hay por quién luchar: su hermana menor, de 10 años, con quien al final de la novela mantiene un encuentro.

Fue una novela que me costó entender. Me detenía una y otra vez, volvía al capítulo anterior y releía párrafos enteros. Me costó más la forma que el fondo.

No sé si se merezca aparecer en cuánta lista de libros que debemos leer antes de que los dinosaurios vuelvan a poblar el planeta. Sí merece la pena leerlo, sin duda.

Hace cinco años, en plena pandemia, me invitaron a publicar en redes sociales la portada de los 15 mejores libros que haya leído, sin publicar la razón. Tomé cinco sin dudar, luego comencé a patinar. Si hoy me dedicara a hacerla de nuevo borraría algunos de esa lista. Los libros tienen su tiempo y el tiempo tiene sus propios libros, como los amigos: hay amigos para bromear, amigos para pasar un rato, amigos para echarse unas cervezas y amigos con quien equilibramos almas y empatamos corazones.

Estos últimos son los imprescindibles. Así, los libros…

Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!