Desde hace unos 20 años despido a mis alumnos todos los días con la frase “pórtense bien y no coman tierra”. Las tres últimas palabras tienen una historia que se remonta a 1987 y me recuerdan al Ing. Héctor Gameros, mi maestro en la universidad.
En la última versión del concurso de altares de muertos, pregunté a un grupo de alumnos qué me pondrían en el mío, llegado el momento. A la primera y sin dudarlo me dijeron que pondrían un montón de tierra y en un papel escrito “No coman tierra”.
Reímos como locos.
La cúspide de fama de estas tres palabras muy mías fue en la ceremonia de graduación de hace como siete u ocho años. Me habían seleccionado inmerecidamente para ser su padrino un grupo de jóvenes con lo que me sentí muy arropado como maestro. Nos identificamos mucho desde que yo entré por primera vez a su salón de clases. No dudé en ser su padrino. Al final de la ceremonia, cada grupo subió al estrado y habló de sus experiencia universitaria.
Un joven de mis ahijados tomó el micrófono y habló de su paso por la universidad y todo lo que los enriqueció. Y al final de sus palabras improvisadas se refirió a mí. “Gracias por lo que nos dio… (siguen unas palabras muy bonitas que no voy a decir aquí porque las guardo en mi corazón, y luego me da por llorar)… gracias por cómo es. Solo le voy a decir algo de lo que aprendimos de usted y que se quedará para siempre grabado en cada uno de nosotros: Profe, no coma tierra”.
La cúspide de la fama.
Espero que todos los grupos además del “no coman tierra” hayan aprendido a usar la partida doble, a aplicar los cargos y abonos y a elaborar los estados financieros. Espero.
De visita a El Sótano de Guadalajara en mi última escapada con Alicia, la heredera de los libros puestos en mis libreros, apenas hube atravesado el umbral descubro una portada obscura, una joven de labios suculentos y una mirada pizpereta que atrajo mi curiosidad, el nombre de la autora Dolores Reyes y el título que por obvias razones arrebató mi atención: Cometierra.
Luego de varias sonrisas socarronas, salí con Cometierra bajo el brazo.
Lo leí de inmediato.
Me deleité con la prosa de Dolores Reyes. Bien escrita. Bien llevada. Y bien marcados los aspectos generales y específicos de los personajes. Aunque el final no fue del agrado total del Nocomantierra, sí me llenó el ojo la primera novela de Dolores Reyes.
Una joven descubre que puede comer tierra. A puños. No es que sea un encanto para ella, pero siente un cierto placer al hacerlo. Al fallecer su madre, acude al camposanto y le da en ese momento esos deseos imborrables de atiborrarse de la tierra que cubre el cuerpo de su madre fallecida.
Coge puños y puños de tierra. Los ingiere con un gusto incontrolable. Entonces se da cuenta que tiene visiones, mismas que al recomponerlas la hacen descubrir que su padre asesinó a su madre.
Sin darse cuenta, la joven Cometierra comienza a recibir visitas que le solicitan descubrir ciertos entuertos. Su fama se extiende.
Una niña desaparece y le piden a Cometierra que busque a través de sus visiones dónde está. Es entonces cuando descubre que no es comer tierra de cualquier parte. Necesita la tierra del origen.
Cometierra a través de la tierra que hace llegar a sus entrañas se convierte en un intermedio entre las vidas truncas y quien se queda en la tierra de los vivos. La tierra y las visiones son pues las herramientas que la joven usa para suscitar los encuentros que la vida ha roto.
Pero en Cometierra no se da lo que resuelve en sus visiones. Su vida cotidiana no es lo que ella en el fondo desea para sí misma. Hay mucho de roto que no puede volver a unir. La relación con su hermano es estrecha, pero no la llena. La aparición de uno y otro novio no completan su ruta para la felicidad…
La joven tiene visiones para su propia vida. Pero no puede ingerir la tierra de su origen, y entonces tiene que huir de su propia terruño. Su propia visión lo confirma: “Cometierra, el lugar donde aprendiste a leer la tierra ya no existe”.
Dolores Reyes nos presenta una buena novela. En ella se presenta cómo la tierra que se ingiere quiere completar vidas que no han cumplido un ciclo, y nos deja una vida que a través de la tierra no llena una vida. Sin tierra, no hay manera de cerrar ciclos y completar la vida.
La autora argentina tiene otra novela. Miseria. No sé cuándo pueda conseguirla, pero Cometierra me ha dejado un buen sabor de boca que no dudaría en buscarla.
Mientras tanto, en este próximo semestre que ya va en camino insistiré con mis alumnos al final de cada clase que es su deber portarse bien y que no caigan en el placer de comer tierra. Ya tendré un tema qué contarles con esta novela.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!
No coman tierra.