Roma, Italia.- Como cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, el santo padre ha salido del Vaticano para recorrer las calles de Roma y orar frente a la Columna de la Virgen María en la Plaza España, frente a la embajada del reino español ante la Santa Sede. Este 2021, el papa Francisco madrugó para acudir a la columnata y acer un acto privado de veneración a la Madre de Jesús.
La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó que el Papa llegó a la Piazza Spagna a las 6:15 de la mañana y frente a la Immacolata -bajo unos 4°C y apenas con algún despunte brumoso del sol- pidió "el milagro de la curación para los pueblos que sufren gravemente las guerras y la crisis climática y el milagro de la conversión, para que derrita el corazón de piedra de quienes construyen muros para alejar de sí el dolor de los demás".
Los informativos revelan que el pontífice realizó su oración casi en oscuridad cuando sólo bomberos, comerciantes y otros ciudadanos romanos comenzaban sus actividades; "un fiel -relata el propio Vaticano- rompió el silencio gritando: '¡Papa Francisco, nos vemos a las 12 en la Plaza de San Pedro!"
Después de unos minutos, el Papa se dirigió a rezar en la Basílica de Santa María la Mayor, donde continuó su oración ante la imagen de María Salus Populi Romani. Al terminar volvió al Vaticano para las audiencias públicas y el rezo del ángelus de mediodía que tradicionalmente sostiene los miércoles.
Ya desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa reflexionó sobre el Anuncio del ángel en el hogar de Nazaret y sobre la actitud de María ante el prodigio:
"Recordemos que Jesús no es tierno con los que van en busca del saludo en las plazas, de la adulación, de la visibilidad. María, en cambio, no se enaltece, sino que se turba; en lugar de sentirse halagada, siente asombro. El saludo del ángel le parece más grande que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios".
El Papa destacó que, "entre las paredes de la casa de Nazaret" y ante la Anunciación "vemos un rasgo maravilloso del corazón de María: la humildad".
"Tras recibir el más alto de los cumplidos, se turba porque siente dirigido a ella lo que no se atribuía a sí misma. De hecho, María no se atribuye prerrogativas, no reclama nada, no atribuye nada a su mérito. No siente autocomplacencia, no se exalta. Porque en su humildad sabe que todo lo recibe de Dios. Por tanto, está libre de sí misma, completamente orientada a Dios y a los demás".
María Inmaculada no tiene ojos para sí misma -dijo el Papa- destacando que en esto reside la verdadera humildad: "No tener ojos para uno mismo, sino para Dios y para los demás".