Irapuato, Guanajuato.- Ante la agenda política y de grupos proaborto para legalizar la terminación de la vida humana que se desarrolla en el vientre de las madres, la Iglesia católica ha reiterado su preocupación por los mecanismos legislativos y las influencias económicas que hacen del aborto un negocio pero que invisibilizan no sólo al ser humano en gestación sino a las madres que viven realidades sumamente complejas.
El obispo de Irapuato, Enrique Díaz Díaz, criticó el "apoyo político" a la legalización de la muerte de humanos en gestación y recordó que la defensa de la vida humana no puede compararse a la de "juzgar a las mujeres que deciden abortar"; sino que la responsabilidad de la sociedad y la Iglesia es "acompañarlas y ofrecerles alternativas" que les ayuden a tomar una decisión distinta o incluso, aún después de tomarla, ayudarlas en los efectos perjudiciales a su salud física y mental que se derivan de la realización de un aborto procurado.
Díaz Díaz cuestionó a las y los legisladores que respaldan la legalización del crimen de aborto y dijo que la invisibilización y la agresión contra la vida humana en cualquiera de sus condiciones es una grave ofensa contra la dignidad; finalmente recordó que la Iglesia invita a la sociedad a promover "una cultura de la vida, apoyar a las mujeres en crisis y actuar con misericordia, verdad y compromiso".
"Seguimos invitando a todos los legisladores a que piensen con seriedad qué estamos defendiendo”, declaró el obispo. "No buscamos juzgar a las mujeres, sino más bien acompañarlas y ofrecerles alternativas que las alejen de tomar esta decisión. Nuestra postura es defender a la mujer. Ninguna mujer debería llegar a esta situación injusta de que tenga que cuestionarse sobre el aborto; la situación de preguntarse por el aborto ya es una situación injusta que ojalá pudiéramos ir evitando, y que quien se sienta ahí, se pueda sentir acompañada y cercana", concluyó.
Por su parte, el sacerdote Luis Cervantes Saucedo, encargado de estudios de Filosofía del Seminario local, afirmó que la Iglesia católica mantiene una posición coherente sobre el aborto, basada en su doctrina y el magisterio eclesial, ya que "toda vida humana tiene un valor sagrado desde la concepción y que el aborto procurado constituye una grave violación al derecho fundamental a vivir".
Desde esta perspectiva, Cervantes exhortó a la sociedad a reconocer que la terminación de la vida humana en el vientre de las madres es un acto de injusticia contra esa vida indefensa e inocente. Dijo que en un contexto cultural marcado por el individualismo y el relativismo moral, se insiste en la urgencia de recuperar el respeto por la dignidad inalienable de toda persona".
Con todo, en medio de una realidad dolorosa e innegable donde muchas mujeres son presionadas y engañadas a eliminar a una vida humana "como solución a sus problemas", el sacerdote recordó que la sociedad está obligada a proveer desde "una cultura de la vida" los apoyos y alternativas a estas mujeres que van desde la adopción hasta el apoyo integral a las mujeres en situación de vulnerabilidad.
El religioso explicó que la visión de convertir en "derecho" al acto de terminar con una vida humana que "estorba", responde a una visión distorsionada de la libertad "que pone la autonomía personal por encima del valor intrínseco de la vida humana"; acusó que esta postura termina por negar la dignidad del ser humano al punto de "justificar" su eliminación dependiendo de los criterios impuestos por el poder político, económico o ideológico que imperen.
Por ello, la Iglesia católica sostiene la petición directa de 'No matarás' e impone la sanción medicinal de la excomunión a las personas que violen ese sagrado mandamiento; sin embargo, "la Iglesia también ofrece un camino de reconciliación a través del sacramento de la confesión, subrayando la misericordia divina hacia quien, arrepentido, busca sanar su herida espiritual".
En su opinión, el trabajo de la Iglesia y de la mayoría de los sectores de la sociedad civil que comprenden el valor de la vida humana desde su concepción y en cualquiera de las condiciones en que se encuentre debe continuar generando conciencia y formar una sana opinión sobre el valor de la vida, tanto en la educación en las escuelas, como en los valores familiares y en la vida pastoral parroquial. Considera que se debe ofrecer acompañamiento, cercano y respetuoso a las mujeres que viven un embarazo inesperado o pasan por una crisis emocional debido a la presión de que aborten.
El religioso insiste en que se debe ofrecer un diálogo respetuoso, sin condenar a ninguna víctima; que se realizan campañas de sensibilización y el uso positivo de los medios de comunicación para contrastar las ideas de quienes promueven el aborto como el derecho a terminar con la vida de un ser humano inocente e indefenso.
Finalmente dijo que los fieles de la Iglesia católica también pueden aportar en el reconocimiento de la dignidad infinita de la vida humana mediante las fuerzas espirituales del creyente: la oración, el sacrificio y recuperando el sentido de lo sagrado.