Yangón, Myanmar.- Myanmar guardó este martes un minuto de silencio en memoria de las más de 2 mil 700 víctimas mortales del terremoto de magnitud 7.7 que sacudió el país el 28 de marzo, agravando una crisis humanitaria ya existente por una guerra civil que cumple cuatro años. Con infraestructuras colapsadas, réplicas constantes y una frágil tregua, la Iglesia católica y organizaciones humanitarias intensifican sus esfuerzos para asistir a miles de damnificados.
El sismo, ocurrido a las 12:51 hora local, afectó severamente regiones como Sagaing y Mandalay, donde edificios, mezquitas e iglesias quedaron reducidos a escombros. Las autoridades reportan al menos 3 mil 900 heridos y cientos de desaparecidos, aunque organizaciones no gubernamentales advierten que las cifras podrían ser mayores.
"Muchos siguen atrapados. El calor y la falta de bolsas para cadáveres están provocando focos de infección", relató un profesor en Sagaing, cercano al epicentro.
En Mandalay, la segunda ciudad más poblada, el 70% de las estructuras sufrieron daños, según un misionero francés en la zona. Comunidades rurales, aunque menos golpeadas, enfrentan traumas colectivos. "La gente está exhausta; esto es un golpe más", afirmó. El terremoto coincidió con la hora de la siesta y la oración del viernes de Ramadán, lo que aumentó las víctimas en comunidades musulmanas, donde fallecieron cerca de 700 personas, según Associated Press.
La catástrofe se superpone a un conflicto armado entre el ejército y grupos étnicos desde 2021, particularmente intenso en regiones como Shan y Sagaing. "La población ya estaba en crisis, con desplazados y escasez de recursos. No necesitábamos esto", lamentó un seminarista en Taunggyi, donde la catedral de San José perdió su techo. El cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangón, exigió un alto al fuego para facilitar la ayuda, pero la junta militar reanudó los ataques en Shan horas después del sismo, según la agencia de prensa francesa.
Mientras las carreteras y aeropuertos —como el de Mandalay— permanecen inaccesibles, la red Caritas coordina la distribución de agua, alimentos y refugios temporales. "Seguimos celebrando misas y ayudando a construir cabañas para los sin techo", explicó un sacerdote cerca de Mandalay. El Vaticano expresó su cercanía mediante un telegrama firmado por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, lo que, según religiosos locales, "reafirma que no estamos olvidados".
Organizaciones como Acción contra el Hambre alertan sobre brotes de cólera ante la falta de agua potable y sistemas sanitarios colapsados. "La necesidad es abrumadora: medicinas, mantas, mosquiteras", señaló Ralf Nico Thill, director de la ONG en Yangón. Mientras, el puente de Ava —crucial para conectar Sagaing y Mandalay— quedó destruido, obligando a usar embarcaciones para transportar ayuda.
Ante la magnitud de la emergencia, el llamamiento internacional busca recaudar fondos para Myanmar, un país donde, como resumió la hermana Benedetta desde Mandalay, "solo hay muerte y destrucción". La comunidad global observa si la frágil tregua humanitaria permitirá mitigar una tragedia que no distingue credos ni fronteras.