Mi padre fue un sabio.
Forjado en el trabajo desde muy pequeño, estudió poco. No estoy seguro si terminó la primaria. Bracero en su juventud y carpintero el resto de su vida. Nunca lo vi enfermo hasta que cayó para fallecer una mañana de un miércoles de ceniza cuidando que ninguno de sus hijos y nietos estuviera presente… para no molestar a nadie, como siempre lo hacía en vida.
Su sabia sabiduría consistía en hablar poco con su lengua y hablar demasiado con sus actos. Sin publicidad, sin que sus muchos actos de caridad se vieran. Haciendo lo que se necesitara sin que se viera. Hacía con sencillez y plena santidad lo que Jesús enseñó: que la mano derecha no supiera lo que hiciera la otra.
Leía poco. No recuerdo verlo con un libro entre sus manos que no fuera la Biblia Latinoamericana que en 1974 compró a petición del sacerdote en turno que nos visitaba.
Era político en toda la extensión de la palabra: buscaba el bien común. Aprendí mucho con él de política. Era sumamente crítico del partido en el poder en los años 70, y en varias ocasiones me lo dijo así: “por sus mentiras, por su corrupción, por sus fraudes y por su hipocresía”. Militó en la oposición. Fue varias veces representante de casilla de la oposición cuando serlo era casi un delito. Pero los del poder lo respetaban por su honestidad.
Sin tener yo la mayoría de edad pero ávido de conocer a su partido, le pregunté sobre a quién leer. Supongo que los conoció en las reuniones políticas a las que asistía, porque me respondió con varios personajes, aunque no todos escritores. Entre los nombres recuerdo muy bien a Manuel Gómez Morín, El Banano (Guillermo Prieto Luján), Luis H. Álvarez y Carlos Chavira Becerra.
Fallecido mi padre visitaba yo el mítico local de la calle Ocampo de la Librería Infinito, cuando casi en la salida detecté media docena de libros de los grandes de ese partido de oposición. Allí estaba La otra cara de México, de Carlos Chavira Becerra. Por supuesto que salí con esa exquisita literatura.
Carlos Chavira fue dos veces diputado federal. Primero, de 1961 a 1964, cuando era imposible ganarle al PRI. Él lo hizo. Luego elegido en 1982. No concluyó, porque falleció en 1983 de un infarto en plena sesión de la Cámara de Diputados, cuando se denunciaban fraudes electores. Estaba por asumir Luis H. Álvarez la alcaldía de Chihuahua.
La otra cara de México retrata la corrupción en el sistema político de nuestro país. Narra la triste historia de 35 familias de campesinos que son despojadas de las tierras en las que viven en el desierto de Chihuahua.
A manera de novela, pero con datos reales, Chavira va contando la historia de cómo los campesinos llegan a la zona cercana de Manuel Benavides. Cómo se asientan, cómo se organizan, cómo van labrando un pobrísimo patrimonio a través del esfuerzo y el trabajo cotidiano. Con una redacción perfecta y elegante, se van conociendo los pesares del grupo, sus luchas y su ardor por sacar de ese tierra desértica el sustento para alimentar a la familia.
Luego viene la historia de la corrupción. Aquí y allá. Cómo el sistema y las personas en concreto van buscando el bien privado por encima del bien común. Los sobornos, las largas al asunto, los sobornos, el olvido del trámite, los sobornos, los viajes para la firma del de arriba, los sobornos, la campaña del diputado que promete lo imposible, los sobornos, los acarreos, los sobornos…
Al final, la situación de México. Despojan a los campesinos que no conocen sobre las tierras que desconocen sobre el trámite que no conocen para beneficiar al amigo que sí conocen, que luego hará negocios que sí conocen y que les dará un dinero que muy bien conocen.
Los campesinos de las cercanías de Manuel Benavides son desterrados y huyen sin conocer a ciencia cierta su destino aunque bien que conocen su meta: el fin de su vida, porque ya no tendrán el sustento, ni la familia ni nadie que pueda ayudarles.
La otra cara de México presenta pues la historia cotidiana del México del siglo pasado, llena de esfuerzo y llena de corrupción.
Es imposible no hacer la comparación con el hoy. A medida que el lector se introduce a La otra cara de México es como si fuera leyendo el periódico de hoy. La corrupción de ayer y la corrupción de hoy. Los sobornos de ayer y los sobornos de hoy. La política del poder por poder de ayer y hoy.
También la falta de políticos en toda la extensión. Las campañas de ayer con acarreos y palabras bofas son las mismas que las de hoy: llenas de frases correctas pero vacías de bien común… también llenas de acarreados.
Carlos Chavira Becerra nos dejó un libro lleno de surcos de corrupción pero también nos dejó su vida entregada a la política de altura y a la doctrina llevada al extremo con coherencia casi de martirio.
No estoy seguro de que Carlos Chavira Becerra si viviera aplaudiera a los políticos de hoy. Creo que mi padre, un gran sabio, no lo haría. Creo que mi padre seguiría en su propio camino: hablar poco y hacer mucho en silencio. Contrario a los políticos de hoy: hacer poco y hablar más y vociferar mucho más.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!