El otro día iba yo caminando por la avenida Horacio de la colonia Polanco, donde vivo. Esta avenida tiene un paseo peatonal que la recorre longitudinalmente de punta a punta a lo largo de cerca de dos kilómetros.
Cada día, temprano, caminan por ella paseantes tranquilos y ciudadanos que cuidan su forma física. De pronto vi que un árbol recién caído obstaculizaba el paseo peatonal, aunque de hecho era fácil dar un pequeño rodeo de escasos metros y seguir el camino.
Por lo demás, el árbol no impedía el tránsito nervioso de los coches a esa hora de la mañana.
Me pregunté cuánto tiempo tardaría la policía en reaccionar. Al cabo de media hora, pasé por el mismo punto ya de regreso a casa. Había dos policías estresados junto al tronco caído hablando con sus radios, dando información acerca de dónde estaba aquel obstáculo inesperado que había que retirar lo antes posible.
Solo habían pasado treinta minutos desde que yo lo había visto, por lo que aprecié la eficiencia de la respuesta policial cuando un árbol se cae en Polanco.
Qué pena que la reacción no sea la misma ante los millones de persona hundidas en la pobreza. Tal vez habría que cambiar el lema político de “Primero, los pobres” por el de “Primero, los árboles”.
Ucrania (II)
El pasado viernes 15 de agosto, los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladímir Putin, tuvieron un encuentro en Alaska para hablar sobre la guerra de Ucrania.
La expectación internacional era máxima; en cambio, los resultados fueron algo decepcionantes por inexistentes. La buena noticia es que el encuentro tuvo lugar. Esta semana entrante se reunirán en Washington los presidentes de Estados Unidos y de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Supongo que Trump tendrá el mal gusto de hacerle al zarandeado presidente ucraniano una propuesta inaceptable, como ya hiciera Bill Clinton con Yasir Arafat frente a Ehud Barak en Camp David en el año 2000.
Una y otra vez se repite la imagen de políticos alrededor de una mesa, o de pie dándose la mano, mientras deciden acerca de la vida de los soldados en el frente. Ya lo decía Susan George en su Informe Lugano, de 1999: “Las guerras siempre son lo mismo: personas mayores enviando a jóvenes a morir”.
Seguiré, espero.