Ciudad del Vaticano.- En el marco de la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, el papa Francisco presidió una misa en la Basílica de San Pedro, acompañado por cerca de 4,000 fieles provenientes de diversas partes del mundo. Durante su homilía, el Pontífice reflexionó sobre el mensaje esencial de Guadalupe y advirtió contra el uso ideológico de este misterio mariano.
“¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”, recordó el Papa, citando las palabras con las que la Virgen María consoló a San Juan Diego en su aparición de 1531 en el cerro del Tepeyac, México. Estas palabras, destacó el Papa, encapsulan la maternidad de María y su ternura hacia la humanidad.
Francisco centró su reflexión en tres aspectos clave del misterio guadalupano: la tilma, la madre y las rosas. Subrayó que la maternidad de María está “grabada en esta sencilla tilma” y destacó cómo las rosas que Juan Diego encontró y llevó en ella representan un milagro que avivó la fe en los corazones incrédulos de los prelados de la época.
“El resto son ideologías”, advirtió el Papa al señalar que cualquier interpretación adicional que busque instrumentalizar el misterio de Guadalupe con fines ideológicos es falsa. El verdadero significado de esta devoción mariana, insistió, radica en venerar a la Virgen y escucharla hablar como madre.
El Santo Padre resumió el mensaje de Guadalupe en una frase: “No temas. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Según Francisco, esta promesa debe acompañarnos en todos los momentos de la vida: los difíciles, los felices y los cotidianos.
El relato de Nuestra Señora de Guadalupe comenzó el 9 de diciembre de 1531, cuando María se apareció al humilde campesino Juan Diego, vestida como una princesa azteca y hablando en su lengua natal. Tres días después, en pleno invierno, Juan Diego encontró rosas castellanas —inexistentes en México—, las recogió en su tilma y las llevó al obispo. Al abrir su manto, apareció milagrosamente la imagen de la Virgen María.
La tilma, preservada hasta hoy en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, es visitada anualmente por más de 12 millones de peregrinos, consolidándose como un símbolo de fe y unidad para millones de personas en todo el mundo.
Con este mensaje, el Papa Francisco llamó a los fieles a regresar a la esencia del misterio guadalupano: una invitación maternal al consuelo y la confianza, lejos de las interpretaciones que desvían su verdadero propósito.