Tokio, Japón.- Llenos totales y multitudes en completo orden fueron la estampa que se repitió consistentemente a lo largo de la visita de cuatro días del papa Francisco en Japón. Fueron los fieles y los testimonios en Nagasaki, Hiroshima y Tokio los que engalanaron los plúmbeos días de estancia del pontífice en tierras niponas.
La visita de Francisco fue un encuentro muy esperado por la Iglesia católica local a 38 años de distancia de la visita de san Juan Pablo II; pero también representó una oportunidad de alta expectativa para el resto de la sociedad japonesa que encuentra en el pontífice argentino el ejemplo de un liderazgo mundial a favor de la paz y contra la proliferación de las armas nucleares que mostró sus horrores sobre la población japonesa.
Tan solo descender del avión que lo trasladó desde Tailandia donde realizó una visita de tres días, el papa Francisco fue recibido por la plenaria episcopal de Japón. Con los obispos católicos, Francisco recordó la misión de san Francisco Javier en Japón que cumple 470 años y exhortó a sus hermanos a continuar la difusión del cristianismo en sus localidades.
Tras el mensaje de bienvenida del arzobispo de Nagasaki y presidente de la conferencia de Obispos Católicos de Japón, Mitsuaki Takami, el pontífice hizo hincapié en el testimonio de los mártires cristianos en Japón y apuntó que dicho testimonio es antídoto contra toda desesperanza.
Francisco reconoció los retos que viven los pastores católicos en el extremo oriente y les agradeció sus desvelos para “Proteger la vida” (que fue el lema del viaje) mediante la mirada contemplativa “que es capaz de amar la vida en todo el pueblo que les fue confiado, para reconocer en él ante todo un don del Señor”.
En su mensaje, el Papa les insistió que en la misión de proteger la vida y anunciar el Evangelio, la Iglesia japonesa, por haber sido perseguida y martirizada, “puede hablar con mayor libertad en cuestiones urgentes de paz y justicia en nuestro mundo”.
Desarme, mensaje en Nagasaki e Hiroshima
Ante los ojos del mundo, la visita de Francisco a las zonas donde fueron lanzadas las bombas nucleares revestía la expectativa del mensaje contra las armas nucleares. Por supuesto, el pontífice secundó los “llamados proféticos al desarme nuclear” que han hecho los obispos japoneses y en el Parque del epicentro de la bomba atómica en Nagasaki expresó:
“Uno de los anhelos más profundos del corazón humano es el deseo de paz y estabilidad. La posesión de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no son la respuesta más acertada a este deseo; es más, parecen continuamente ponerlo a prueba. Nuestro mundo vive la perversa dicotomía de querer defender y garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza, que termina por envenenar las relaciones entre pueblos e impedir todo posible diálogo”.
El Papa llamó a romper la “dinámica de desconfianza” entre las naciones y, ya en Colina de los Mártires, en el Monumento Nishisaka, Francisco evocó a los mártires cristianos (San Pablo Miki y sus compañeros, entre los que se encuentra san Felipe de Jesús, protomártir mexicano). Aseguró que, como en el pasado, las dinámicas sociales de cada época provocan sufrimiento, por ello rezó por los mártires del siglo XXI y citó el recientemente firmado ‘Documento sobre la fraternidad humana’ que firmó con el gran imán de Al-Azhar, Ahamad Al-Tayyeb, para buscar la paz.
Antes de partir a Hiroshima, el papa Francisco presidió la Misa dominical de la solemnidad de Cristo Rey que se celebró en el Estadio de Beisbol de Nagasaki donde acudieron algo más de 25 mil fieles. El recinto deportivo fue construido en 1997, apenas a 100 metros del epicentro de la detonación nuclear.
El símbolo más conmovedor de la ceremonia fue la presencia de la Virgen de Nagasaki o Virgen Quemada, una efigie de María que sobrevivió a la bomba atómica de 1945. Esta talla de madera se encontraba en el altar de la Catedral de Urakami a tan sólo 500 metros de la explosión; hoy es un ampliamente conocido símbolo de paz y un recordatorio contra las armas nucleares que se venera en la nueva catedral erigida sobre las ruinas de la primera.
Francisco aprovechó para recordar la misión cristiana en medio de las penurias: “En cada uno de nosotros está la decisión de callar, burlar o profetizar. Queridos hermanos: Nagasaki lleva en su alma una herida difícil de curar, signo del sufrimiento inexplicable de tantos inocentes; víctimas atropelladas por las guerras de ayer pero que siguen sufriendo hoy en esta tercera guerra mundial a pedazos”.
Una vez en Hiroshima, el pontífice asistió al Encuentro por la Paz en el Memorial del mismo nombre. Allí el Papa arremetió contra la lógica armamentista, conta la incompatibilidad de hablar de paz mientras se sostienen armas en las manos:
“Deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de energía atómica con fines de guerra es inmoral, como asimismo es inmoral la posesión de las armas atómicas, como ya lo dije hace dos años. Seremos juzgados por esto. Las nuevas generaciones se levantarán como jueces de nuestra derrota si hemos hablado de la paz, pero no la hemos realizado con nuestras acciones entre los pueblos de la tierra. ¿Cómo podemos hablar de paz mientras construimos nuevas y formidables armas de guerra? ¿Cómo podemos hablar de paz mientras justificamos determinadas acciones espurias con discursos de discriminación y de odio?”
Bajo la metáfora de la casa común, el Papa pidió postergar intereses exclusivos para alcanzar la grandeza de la lucha por un futuro común.
Comunión para el futuro
La mañana del lunes, el Papa acudió al edificio Sumitomo Fudosan Hanzomon-ekimae para escuchar los testimonios de Toshiko, Tokuun y Matsuki, sobrevivientes de la triple catástrofe del 11 de marzo de 2011: El terremoto, el tsunami y el accidente nuclear que afectó a las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima; cuyas consecuencias provocaron la muerte de 18 mil personas y que han afectado a más de 20 mil familias.
A los sobrevivientes y desplazados les compartió: “Al pensar en el futuro de nuestra casa común, debemos darnos cuenta de que no podemos tomar decisiones puramente egoístas y que tenemos una gran responsabilidad con las generaciones futuras. En ese sentido, se nos pide elegir una forma de vida humilde y austera que dé cuenta de las urgencias que estamos llamados a encarar. Toshiko, Tokuun y Matsuki nos han recordado la necesidad de encontrar un nuevo camino para el futuro, un camino basado en el respeto por cada persona y en el respeto por el mundo natural”.
Su mensaje resultó oportuno en medio de una visita apostólica organizada y seguida por alta tecnología digital; sin ir lejos, parte de la canción “Proteger toda la vida” conmemorativa del viaje pontificio se realizó mediante programa de inteligencia artificial desarrollado por el músico Jun Inoue.
Tras este encuentro, el pontífice se dirigió al Palacio Imperial para sostener una reunión privada con el emperador Naruhito. Según los servicios de información locales, la reunión tuvo una duración de 30 minutos y el emperador recibió al pontífice argentino con un saludo en español: “Bienvenido a Japón. Es un placer recibirlo”
Se ha revelado que el emperador también habría reconocido el cariño con el que los japoneses recibieron y escucharon al pontífice en los memoriales a las víctimas de los bombardeos atómicos en Naagasaki e Hiroshima. El pontífice regaló al emperador un mosaico con la vista al Arco de Tito, basado en una pintura del artista romano Filippo Anivitti; y los medios japoneses destacaron -además de las sobriedad de la indumentaria del emperador- el gesto de Naruhito de acompañar hasta el coche al Santo Padre. Indicaron que es un gesto de generosidad pues el emperador suele permanecer al interior del palacio mientras su visita se marcha.
Tras la abdicación de su padre, Naruhito ascendió al Trono del Crisantemo el 1 de mayo pasado. Y, aunque el emperador no es católico, su madre y su propia esposa son egresadas de distinguidos colegios católicos japoneses.
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Compartir, celebrar, comunicar
Nuevamente, el Pontífice recorrió las calles de la capital nipona para presidir la Misa en el Tokio Dome. La asistencia superó los 50 mil fieles que esperaron el largo recorrido del pontífice en el papamóvil eléctrico alimentado por hidrógeno de Toyota. Allí, su mensaje se enfocó en sostener una vida plena, que logre mirar más allá de la productividad, la ganancia o el consumismo (los cuales conducen inexorablemente a la soledad o al egoísmo):
“Aquí en Japón, en una sociedad con la economía altamente desarrollada, me hacían notar los jóvenes esta mañana en el encuentro que tuve con ellos, que no son pocas las personas que están socialmente aisladas, que permanecen al margen, incapaces de comprender el significado de la vida y de su propia existencia. El hogar, la escuela y la comunidad, destinados a ser lugares donde cada uno apoya y ayuda a los demás, están siendo cada vez más deteriorados por la competición excesiva en la búsqueda de la ganancia y la eficiencia. Muchas personas se sienten confundidas e intranquilas, están abrumadas por demasiadas exigencias y preocupaciones que les quitan la paz y el equilibrio”.
Al final de la Santa Misa, el arzobispo de Tokio, Tarcisius Isao Kikuchi, dirigió su saludo al papa Francisco tras el cual el pontífice se trasladó a Kantei para el encuentro con el Primer Ministro, Shinzo Abe, y las autoridades civiles.
En el Gran Salón de Kantei, el papa Francisco insistió en su mensaje por el cuidado de la vida en la Casa Común. Consciente de que Japón es una de las potencias económicas y tecnológicas del orbe, y que será referencia mundial durante los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020, el pontífice les recordó que la dignidad humana debe estar en el centro de toda actividad social, política y económica. Habló de su preocupación por los olvidados y excluidos, pero también en quienes se sienten abrumados o descartados por las exigencias de la competitiva sociedad nipona: “Al final -les dijo-, la civilización de cada nación o pueblo no se mide por su poder económico sino por la atención que dedica a los necesitados, así como en la capacidad de volverse fecundos y promotores de vida”.
El pontífice pernoctó en la nunciatura apostólica de la Santa Sede en Tokio y, en la mañana del miércoles se trasladó a la Universidad de Sophia, donde celebró en forma privada con los miembros de la Compañía de Jesús en la Capilla del Kulturzentrum. Compartió el desayuno con los jesuitas y posteriormente visitó a los sacerdotes ancianos y enfermos, incluido el sacerdote español Adolfo Nicolás, quien fuera prepósito general de la Compañía de Jesús entre 2008 y 2016.
Finalmente, en el auditorio de la Universidad y acompañado por el Provincial de jesuitas y el rector del campus, Francisco emitió un último discurso en el que subrayó la necesidad de una universalidad cristiana y humanista. Al finalizar el evento, el Papa se dirigió al aeropuerto de Tokio-Haneda para dar por concluido su viaje apostólico a Tailandia y Japón.
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