Ciudad del Vaticano.- En un contexto global marcado por lo que el papa León XIV describe como "una creciente hostilidad y violencia hacia quienes tienen creencias diferentes", el discurso del pontífice a la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada se ha enfocado en la libertad religiosa, un amplio y complejo concepto de la dignidad humana que muchas veces es incomprendido, manipulado o despreciado en la sociedad contemporánea.
El pontífice parte de una premisa antropológica incontrovertible: "Todo ser humano lleva en su corazón un profundo deseo de verdad, de sentido y de comunión con los demás y con Dios". De este anhelo intrínseco, "que brota de lo más hondo de nuestro ser", el Papa plantea las definiciones de la libertad religiosa:
La libertad religiosa:
- Es un derecho esencial, jamás opcional. El pontífice afirma que este derecho nace de un "deseo de verdad, de sentido y de comunión" inherente al ser humano. Que está "arraigado en la dignidad de la persona humana".
- Es la piedra angular de una sociedad justa. Porque la libertad religiosa "protege el espacio moral" en el que la conciencia puede formarse y ejercerse. Por lo tanto, esta libertad es fundamental para la estructura ética de la comunidad.
- No es un mero derecho jurídico, mucho menos un privilegio gubernamental. El pontífice aclara con firmeza que frente a aquellas intencionalidades políticas que buscan instrumentalizar los márgenes de la libertad religiosa, en realidad esta libertad debe ser vista como "una condición fundamental" y que su concesión no depende del Estado, sino que su naturaleza precede al mismo concepto del Estado.
- Es condición prevalente para la respuesta libre a la verdad. Dice León XIV: "Cuando se niega esta libertad, la persona humana queda privada de la capacidad de responder libremente al llamado de la verdad". Es decir, que negar la libertad religiosa cercena una capacidad humana fundamental.
- Es antídoto contra la desintegración social. La libertad religiosa es una especie de aglutinante social; sin ella, advierte el Papa: se produce una "lenta desintegración de los lazos éticos y espirituales que sostienen a las comunidades" porque "la confianza cede paso al miedo, la sospecha sustituye al diálogo y la opresión engendra violencia".
- Es un fundamento indispensable para la paz. León XIV coincide con el papa Francisco quien aseguró que no hay paz posibles donde no existe libertad religiosa o donde no hay libertad de pensamiento y de palabra, donde no hay respeto por las opiniones de los demás.
- Es un derecho que debe ser reconocido jurídicamente. Si bien el pontífice defiende la idea de que la libertad religiosa es un derecho que precede al Estado, son las instituciones estatales y sociales las que deben reconocerla como parte de la vida jurídica e institucional de cada pueblo y nación. El papa León XIV aclara que la defensa de la libertad religiosa no puede ser una idea abstracta sino que debe "vivirse, protegerse y promoverse".
- Es, finalmente, un motor de construcción de paz y fraternidad. La última definición de la libertad religiosa planteada por León XIV tiene que ver con el llamado a la construcción de paz en la propia tierra. Pues la libertad religiosa es un "signo vivo de armonía social y fraternidad" incluso en aquellos sitios que padecen graves problemas de violencia o pobreza pero también entre los pueblos donde la pluralidad y diversidad deben ser mecanismos de participación y riqueza cultural en lugar de obstáculos de fraternidad.
Estos pensamientos del pontífice plantean que la libertad religiosa es la base sobre la cual se construye una sociedad dialogante, respetuosa y corresponsable. Desde esta perspectiva, la libertad religiosa es mucho más que la facultad de elegir un culto o no. El pontífice además es tajante al deslindar el origen de este derecho de cualquier concesión del poder temporal; por el contrario, la eleva a la categoría de condición fundamental que hace posible la auténtica reconciliación.
Esta es una afirmación de profundo calado político: la paz social genuina no se alcanza mediante la imposición de un pensamiento único, el integrismo identitario o la represión de las diferencias, sino mediante el reconocimiento y la garantía de este derecho fundamental.
La negación de esta libertad, advierte León XIV, tiene consecuencias concretas y devastadoras. De hecho, como se confirma en la historia: la dinámica de regímenes autoritarios donde se ejerce represión de la disidencia religiosa con frecuencia representa el preludio de conflictos todavía más amplios.
Finalmente, el discurso del Papa promueve la idea de que este derecho fundamental es una poderosa fuerza social positiva. Frente a los representantes de la AIN reconoció casos ejemplares de comunidades en la República Centroafricana, Burkina Faso o Mozambique, donde los creyentes —a menudo sostenidos por el auxilio de la obra social de la Iglesia— se convierten "en signos vivo de armonía social y fraternidad, mostrando a sus vecinos que un mundo distinto es posible".